Capítulo 89

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Camino lo más rápido posible de regreso a la habitación. No quiero encontrarme con nadie ni mucho menos tener que explicar nada.

Es un idiota en todos los sentidos, y aún así me gusta, me pone nerviosa su presencia y ese maldito idioma que tiene me encanta.

Escucharle discutir a saber con quien, me puso la piel de gallina. Cómo pronuncia cada palabra, la voz se vuelve más gruesa y ronca y aaaah. Me siento tan culpable de que me siga atrayendo aun después de su desplante.

Gabriela está durmiendo muy cómoda y no quiero despertarla, que eso ya lo hagan cuando llegue la comida.

Entro al armario y busco el primer bikini que aparezca para ponérmelo. No voy a dañar mi viaje por un niño idiota que acabo de conocer, no vale la pena.

"Déjame explicarte"

Idiota.

Me cambio, arreglo mi cabello en una simple coleta, busco gafas de sol, protector y una toalla, salgo del armario y no espero ni siquiera que llegue la comida.

De hecho me encuentro con un chico que lleva en una bandeja lo que pedí, y me siento un poco apenada con él.

— ¿El batido me lo puedes llevar hasta la piscina? El resto se lo dejas a la chica que está durmiendo, puedes despertarla sin problema — me da vergüenza hacerlo regresar con todo y estoy a nada de entrar con él y beberme el jodido batido aquí.

Todo está en un silencio aterrador, comparado con el escándalo que teníamos montado ayer.

El sol está en su punto más alto, ese que se vuelve picante y caliente.

Me siento sobre una preciosa tumbona que parece más un sillón de interior, y me pongo protector para no dañar mi piel con tanta exposición al sol.

Dejo todo a un lado y me acuesto para así ver el precioso mar a lo lejos y aprovechar el silencio para liberar mi mente de todo lo que me estresa y relajarme.

Me traen el batido y me lo bebo con mucha tranquilidad. A decir verdad mi estómago lo agradece pero no pienso comer más nada hasta el almuerzo.

Me acuesto boca abajo para broncear mi espalda y por un momento siento que me duermo, es tanta la tranquilidad que se encuentra ahora mismo aquí, que no puedo explicarla.

No tengo ni idea de donde están todos. Muchos durmiendo, eso sí. Pero la nana y Emmy son quienes más me interesan, y no tengo la menor idea.

— Por fin te encuentro — su voz interrumpe mi relajación y no lo insulto de milagro.

— Para qué me necesitas?

— Vaya, alguien se ha despertado de mal humor — intenta hacer chistes y solo le sale peor, su comentario solo me recuerda todo lo que llevo recordando desde que me desperté.

— No estoy para bromas Adonai, dime que necesitas y te ayudo — mi respuesta logra cambiar sus facciones la instante, sabe que algo no va bien y se comienza a preocupar.

Lo miro a los ojos mientras él se quedo sentado en el suelo viendo a la nada, quizá buscando la razón de mi molestia, o lo que se supone que quería.

— Quería verte, no necesito nada, pero, tú estás bien?

— ¿Te parece que estoy bien? — respondo su pregunta con otra pregunta haciendo ver que nada está bien.

— Ven aquí bonita, cuéntame — estira sus brazos y no pierdo tiempo en reincorporarme de la tumbona y sentarme en el suelo entre sus brazos, como si fuera una niña pequeña.

Mejor vida (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora