Capítulo 59

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— Gracias por venir — digo a modo de despedida justo cuando su auto se detiene en la entrada del orfanato.

— Encantado de verte siempre bonita — su comentario no tiene malicia, tan solo mucho cariño.

— Intentaré hablar contigo en cuanto pueda — digo antes de bajar del auto —, y dile a tu padre lo que pasó.

— No te preocupes por eso, relájate y piensa que todo estará bien.

Se despide con un beso en mi mano, que yo respondo con una sonrisa. Todo está desolado, a diferencia de antes.

Camino despacio, sin querer ver a nadie más. No quiero escuchar opiniones de nadie, ni sentir miradas hipócritas. Supongo que esto es lo bueno de irme, ya no les tengo que ver más la cara a ninguno.

Entro en silencio para no llamar la atención, cosa que se vuelve fácil ya que no hay nadie en el salón principal. Subo las escaleras y si problemas ni interrupciones logro llegar a mi habitación.

La tranquilidad no duró mucho.

— ¿En dónde estabas?

—¿No te has enterado de lo que pasó?

— Niñas dejen en paz a Camila, seguro que ella sabe lo que pasó con su hermano — Fernanda intenta parecer buena, pero su sarcasmo me hierve la sangre.

—¿Qué le pasó a Nicolás? — pregunto furiosa.

— Ocurrió una pelea en su habitación hace un rato. El gorila que lo cuidaba no puedo hacer mucho. Su ojo quedó terrible — la mala intensión de su comentario me provoca pegarle. Hoy no estoy en todos mis sentidos, y ella no ayuda.

— Basta Fernanda— dice Lizzy con vergüenza —. Nicolás está bien, solo tiene un ojo morado. Deberías ir y hablar con él.

No hizo falta que lo dijera dos veces, porque salgo lo más rápido posible para buscarlo. Me voy un par de horas, y pasa esto.

Entro sin tocar en su habitación, no me importan los dos chicos que se estaban cambiando en ese momento. Busco a mi hermano con la mirada y como no lo encuentro, salgo para ir abajo. Seguro está en la oficina de Foster, o en una de los tantos salones que hay.

No lo encuentro en ningún sitio. Es desesperante no saber dónde es está. Subo y bajo el orfanato entero, entro a todas las habitaciones y nada. Estoy en ese punto entre el colapso y la cordura, dónde se dividen por una delgada línea, que se está rompiendo.

No sé en dónde buscar, no conozco esto de nada. No me tomé la molestia de explorar, pero él sí.

En ese instante en el que comienzo a colapsar, pasa Esteban,me ignora, pero yo no. Es la oportunidad de saber en dónde está Nicolás.

— Esteban ... — le llamo para que me mire —. ¿Sabes en dónde está mi hermano?

— ¿El chico que le dieron la paliza? — su chiste no salió como quería, y se dió cuenta al ver mi cara de preocupación y estrés —. Está en el tejado, te llevo.

Le sigo por los pasillos, y me doy cuenta de que es el triple de grande que la anterior. Agradezco que él me este acompañando, porque sino ya estuviera perdida y sin encontrar a Nicolás.

— Se entra por allí — señaló un pequeño agujero en la pared. Me acerco y veo por dentro, hay una escalera oxidada y al final se ve una luz —. Cuidado con las escaleras, no son estables.

— Gracias... de verdad — digo sincera, para luego entrar sin importar nada para ir en busca de mi hermano.

¿Exagero? No. Me preocupo por él, más allá del golpe, no sé la razón de la pelea. Además está molesto conmigo, es normal que no quiera verme y se haya escondido aquí.

Mejor vida (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora