Capítulo 47

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Tal cual como dijo San Google, el dolor sólo dura un día.

No quiero salir, pero si no lo hago tendré problemas con Daniel. Además, tengo curiosidad por saber sobre eso que quiere hablar.

— Vas a salir Cami? — preguntó en voz baja y un poco dormida mi pequeña.

— Sí bebé, pero vuelvo temprano. Si quieres sigue durmiendo.

Luego de ponerme los zapatos me levanté de la cama y le di un beso en la frente a mi niña.

— Debo irme bebé, te quiero.

— Yo también te quiero — respondió con un tono dulce y bajo, ese que solo ella sabe usar.

Los fines de semana cambia el horario en el orfanato. Luego de muchas peticiones logramos que Foster permitiera tener una hora más de descanso. Por lo que aún casi todos duermen, mientras yo salgo a escondidas.

No me sorprende ver el auto de Daniel esperando por mi. Siempre es puntual, y más si es tan urgente eso que me tiene que decir.

Sin mucho ánimo camino hasta la puerta del copiloto para entrar.

El clima aquí dentro está un poco más cálido por la calefacción pero la tensión de Daniel se siente de inmediato.

— Buen día — salude para romper el silencio.

— ¿Te apetece ir a comer?

— No tengo mucha hambre, pero esta bien.

Esa fue respuesta suficiente para que encendiera el auto, conduciendo rápido y tenso.

— ¿Qué tal sigues? — pregunto interesado viéndome de reojo al conducir.

— Mejor, supongo — asintió con la cabeza y el silencio tenso no tardó en aparecer.

Quizá diez minutos después, llegamos a una cafetería.

— Vamos, aquí estaremos cómodos y tranquilos — dijo al bajar del auto y girar hasta mi lado para abrir mi puerta.

— Gracias — agradecí por ese gesto tan inusual, y entramos juntos al lugar.

Es grande, pero a la vez acogedora y moderna. Me gusta el estilo que desprende por cada rincón.

Como era de esperar, me guió hasta la mesa más alejada. En una esquina un poco oscura y menos visible.

— Tu actitud me tiene un poco estresada — admito con los nervios a flor de piel por no saber que pasa.

— Buenos días, en qué les puedo ayudar? — interrumpió la camarera antes de escuchar su respuesta.

— Para ella una tortilla francesa y un café con leche, y para mi una tostada con un café negro.

— Enseguida vuelvo con sus pedidos — dijo luego de apuntar el pedido y se fue hasta el mostrador.

— Se trata de Oriana, de Adonai y de ti.

— Vaya, tu respuesta me deja más tranquila — el sarcasmo no tarda en salir y no me arrepiento —. Explícame lo de tus hijos, a mi me dejas de ultima.

— Quiero enviar a Oriana a estudiar en Reino Unido.

— Eso es una súper oportunidad para ella — dije asombrada por su decisión —, pero no entiendo por qué te preocupa eso.

— He cometido muchos errores desde el inicio. La lastime mucho, y le hice aislarse del mundo por ser un enfermo egoísta. Quiero remediar todo el daño.

Mejor vida (II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora