— Te vas? Aún es temprano — dijo Daniel apareciendo de la nada como un espanto —. Esperaba que te quedarás a merendar junto a nosotros.
— No me siento bien, es mejor que me vaya — quiero evitarlo, porque justo hace un momento le solté una bomba a su hijos y no puedo prometer no hacer lo mismo con él.
— De eso nada, te tomas algún té y se te pasa eso que tengas. No acepto un no por respuesta.
— Daniel, no estoy de humor y ahora mismo soy peor que una bomba de tiempo. Así que mejor me voy y vuelvo otro día.
— Muy bien, pediré que te hagan un té y luego merendamos — quiero pegarle, quiero pegarle. Esto es lo que más odio de todo, tener que decir sí a todo porque es o que debo hacer. Eso es lo correcto. Porque él está por encima de mí aunque no quiera —. Ven conmigo.
Definitivamente el destino me odia.
Mientras respiro profundo y cuento hasta diez, caminó unos pasos más atrás que Daniel. Solo espero no seguir haciendo estupideces, de verdad que ya no quiero continuar así. Pero es inevitable, estoy muy nerviosa con todo lo que pasa.
Mi vida es una montaña rusa en nivel extremo. Un día estoy feliz en casa con mis padres, al siguiente ya perdí a uno. Luego, estoy estable y tranquila con mi madre y al siguiente día ya no la tengo a ella tampoco. Paso a estar en un orfanato, día tras día deprimida, sin querer comer ni dormir, al siguiente día conozco personas que me hacen feliz ¿y después? También los pierdo a ellos. Solo que ahora estoy en un punto en dónde me acostumbré a esto. A no tener nada estable, es normal para mí tener subidas y bajadas diarias, y prefiero no luchar contra la corriente.
Llegamos a la cocina y le pidió a una chica de servicio que me hiciera un té y me trajera una pastilla para el dolor de cabeza. Se sentó en una silla del mostrador y me pidió sentarme a su lado.
— Cuéntame, ¿por qué ese odio con el mundo?
— No sé de qué hablas — dije evitando su pregunta.
— Te conozco más de lo que piensas Camila. Y m doy cuenta de todo lo que pasa, y sé que no estás bien y quiero saber por qué — lo, sí es cierto que no soporto a nadie estos días. Pero con Daniel puedo decir que tengo "confianza", desde que le conocí nos entendimos.
— Estoy cansada de luchar contra la marea, solo eso.
— Entonces no luches, solo déjate llevar y ya está — claro, él lo hace ver súper fácil.
— No es tan fácil, quiero dejar de ser la muñequita que todos manejan a su antojo — dije con frustración y rabia —. Y eso también te incluye a ti.
— Hay algo que debes entender ahora que estás joven — dijo antes de que llegara la chica con lo que había pedido, haciendo una pausa para continuar cuando se fue —. Todos alguna vez hemos estado en tu lugar. Muchas veces toca ser el muñeco de alguien más, pero queda en ti seguir así o no.
— No entiendo a dónde quieres llegar con esto — dije mientras doy pequeños sorbos a mi té —. Dudo que entiendas a lo que me refiero.
— Claro que entiendes. A ver, te lo voy a dejar mas fácil de entender. Cuando nosotros no tenemos el control de algo hay alguien más que sí lo tiene y te usa a ti como muñeco para lograrlo. Solo mientras tú no tienes el poder de controlar eso — tomó una pausa y me miró para saber si estaba entendiendo —. Ahora mismo no tienes el control de nada, pero sí puedes aprovechar las situaciones que se te presentan. Eres huérfana, mucho mas guapa de lo que te conviene, y menor de edad. Ahora eres la muñequita de Foster, pero sin embargo buscas controlar eso, dices ser mi muñeca, pero en realidad no. Eres mi empleada que es diferente, y debes aprender a diferenciar.
— Soy tu empleada, pero me hacer sentir como un juguete que hace o que quiere a tu antojo, y eso no es justo. ¿Solo porque no quise que me adoptadas? — pregunté molesta por su actitud, y porque en parte tiene mucha razón.
— Eso es lo de menos. Trabajas para mí porque vi tu potencial, porque me fijé en que tienes carácter, eres sincera y sabes disimular cuando algo no te gusta. Y eso es importante, tú no quisiste ser adoptada y yo decidí darte la oportunidad de buscar tu propio camino. Sin mí ahora mismo estuvieras en la nada, sin dinero, sin conocimiento de nada, sin saber cómo trabajar. ¿Ahora? Sin haber terminado el instituto tienes conocimiento básico de economía, de marketing, de todo lo que necesitas saber para prosperar y tienes 12.000 euros solo tuyos. ¿Ves la diferencia?
— Vale, eso lo entiendo. Pero no comprendo en que me beneficia ser el títere de Foster.
— En muchas cosas que ves tontas — él me habla como si fuera una amiga. No es como cuando una persona mayor quiere darte un consejo que pone por encima la edad y la experiencia —. Tienes más libertad que antes, eres la favorita de Foster aunque no lo creas, y tienes asegurado que no vas a perder a tus hermanos. ¿Qué más esperas obtener de alguien como ella?
Lo pensé por un momento mientras termino mi té. Es cierto, puedo entender que ser una muñeca tiene muchas ventajas, solo hay que saber usar a tu favor la situación.
— ¿Entonces que hago con todo esto que me molesta? Porque hace un momento le dije de todo a Adonai, sin que tenga la culpa de nada.
— Son daños colaterales. Él y yo te tenemos cariño, eres importante aquí. Debo admitir que lo primero que quise fue que se enamorara de ti. Pero ya acepté que no, eres una buena chica que no sabe que rumbo tomar — dijo levantándose de la silla y yo hice lo mismo —. Aprovecha las oportunidades al máximo, nunca sabes cuando se agota tu tarjeta de buena suerte.
— ¿Buena suerte? Si esto es buena suerte, no quiero ni imaginar cómo es tener la mala — dije en modo de broma, porque ahora que me doy cuenta ta de lo tonta que soy la mayoría del tiempo me provoca reír y reír.
— Recuerda lo que hablamos, espero verte mañana aquí — respire profundo para no decir que no y solo sonreír —. Así me gusta.
¿y ahora? Que vergüenza. Traté fatal a Adonai, y el pobre no se lo merece. Pero mi puto orgullo no me deja ir a su habitación a disculparme. Es como si mis pies se quedaran anclados al suelo.
¿Qué hago? No sé que hacer. ¿Será que voy y me disculpo? No, eso va a parecer muy tonto. Pero él no se merece ese trato, por el contrario.
《Ah, pero a Richard ayer si lo trataste de maravilla》
Tonta Camila, tonta.
— Tatiana, ¿me preparas un café por favor? — llego el dueño de mis peleas internas y yo anclada al suelo sin saber que hacer — ¿Tú no te ibas? — preguntó al verme, es obvio.
— Eh bueno, sí. Pero tú padre no me dejó hacerlo. Entonces... eh bueno.
Lo admito, estoy nerviosa.
— ¿Camila nerviosa? Eso me sorprende más que verte molesta — quiere aligerar el ambiente, lo conozco. Y él a mi, sabe que tengo arranques locos de furia, pero también sabe que son sin intensión.
— Siento... lo de hace un rato, de verdad.
— Da igual, después de todo cada cosa que dijiste es real.
— ¿Sigues siendo mi jefe gruñón, o ya vuelves a ser mi amigo?
— Todo depende de ti, y lo sabes — esta vez su tono es más pícaro, y no precisamente de amistad.
— Quizá deba averiguar que tan responsable quiero ser, ¿no crees? — es tu jefe Camila, no lo hagas otra vez.
— ¿Puedo ayudarte en eso? — dijo estando cada vez más cerca, y yo más nerviosa porque hace un puto momento lo insulte y ahora me lo quiero comer entero.
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Mejor vida (II)
RandomLibro 2 de la trilogía"Vidas" Mi vida no era perfecta, pero era feliz así. Mi razón de seguir son mis hermanos, en un lugar donde no se vive, se sobrevive. Ella nos salvó, y nos condenó. "Un Ángel y un Demonio hecho mujer".