Body.

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♡Porque soy adicto a tu cuerpo. ♡
...

Si algo que a San le habían enseñado desde pequeño era sin duda alguna a diferenciar lo bueno de lo malo, a saber que estaba bien decir y que no, pero lo que jamás olvidaría son las palabras de su madre aquel martes 16 de marzo, cuando la lluvia golpeaba sus cuerpos con fuerza y sus lágrimas se perdían entre las intensas gotas de lluvia... "Todos somos hermosos" le repetía su madre mientras lo abrazaba con fuerza sin importarle el hecho de estar bajo la lluvia casi en medio de la calle.

Su infancia era algo que si le preguntaban prefería dejar en el olvido, sus compañeros solían molestarlo mucho diciendo que era feo y que esos hoyuelos en sus mejillas eran imperfecciones de las personas, no era algo de lo que estar orgulloso, San no sabía cómo los niños podían ser tan malos a tan temprana edad, pero pese a eso, había aprendido mucho por ello, aprendió a respetar a las demás personas y supo quienes eran los que estaban mal realmente, él jamás estuvo mal y jamás fue imperfecto, y ahora lo sabía, por ello amaba a su madre y la recordaba con todo el cariño del mundo todos los días.

En su mente se reproducían todas esas veces en las que, cuando era pequeño, sus compañeros le decían que era muy feo y que sus ojos eran demasiado pequeños y así una niña jamás le haría caso, pero en seguida también venían las palabras de sus amigos que sin saber lo que le sucedía le susurraban un suave: eres demasiado lindo para estar llorando Sannie, el sentimiento cálido en su pecho al escuchar esas palabras le hizo saber que las palabras podían sanar el corazón y el alma, y ese fue su propósito en la vida.

Ahora con 26 años y una Licenciatura en Psicología, San podría decir que estaba cumpliendo mucho de lo que se había planeado cuando era pequeño, las sesiones con sus pacientes las convertía en pláticas amenas entre amigos donde no había vergüenza y mucho menos miedo, San brindaba un amigo y no un psicólogo, San brindaba amistad y no sesiones, él brindaba palabras reconfortantes que sabía sus pacientes necesitaban oír.

Había discutido muchas veces con los padres de sus pacientes, hacer consciencia a los adultos era lo más difícil aunque sonara extraño, su mentalidad prehistórica no les permitía comprender o tan siquiera escuchar las palabras de sus hijos, creyendo que la depresión era una simple tristeza momentánea, que la ansiedad era una señal de querer llamar la atención, que los trastornos de personalidad, la bipolaridad y demás eran simples cuentos que los adolescentes se habían inventado para llamar la atención, oh sí, como odiaba a esos padres que no querían aprender y ayudar, por ello las sesiones prefería hacerlas dinámicas para que sus pacientes se relajaran y no sintieran que estaban mal o que eran locos, porque no era así, claro que no, él se encargaba entonces de mostrarles que sus sentimientos y maneras de pensar eran importantes, que las palabras que querían decir debían ser dichas y que todo tenía solución en esta vida.

Por eso, un Lunes 12 por la mañana, exactamente a las 7 am estaba sentado frente a su escritorio con una taza de café en sus manos y sus lentes puestos sobre su rostro, su cabello había sido lanzado hacia atrás y su ropa era más bien formal, si bien el quería ser un amigo para sus jóvenes sentía que de cierta manera debía verse maduro para poder escucharles, por ello los trajes eran su mejor opción, en una de sus manos leía el expediente del nuevo paciente que tendría luego de dejar libre a uno con sesiones dos veces al mes para asegurar que todo estuviera correcto, "Jung Wooyoung" se leía en la parte delantera del folder, dentro de este la hoja con los datos relevantes del chico y una foto adjuntada junto a su nombre y edad, se sorprendió al ver lo joven que estaba y la razón por la que iría ese día exactamente en una hora, se dio el trabajo de leer todo con detenimiento para saber con qué trataría ese día, al parecer el chico tenía 19 años y sufría de bulimia hace más de 4 años, tuvo síntomas de anorexia (según el reporte de su antiguo psicólogo) pero finalmente este fue descartado con el tiempo para ser reemplazado por la bulimia, sufría algunos ataques de ansiedad y el trastorno de bipolaridad era algo que aún no estaba asegurado, bien, eran demasiadas cosas para un chico de apenas 19 años, pero comprendía en cierta manera, la sociedad era una mierda y todo era criticable para ellos, buscando un blanco fácil y débil, un cordero que no pudiera defenderse, por eso él se encargaba de entrenarlos para salir al mundo, porque nadie merecía sentirse menos que nadie.

𝕆𝕟𝕖 𝕊𝕙𝕠𝕥𝕤: 𝔄𝔪𝔦𝔠𝔲𝔰 𝔞𝔡 𝔄𝔯𝔞𝔰.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora