La forma en la que las cosas se habían tornado, la forma en la que ahora todo se alineaba justo a la entrada del cuarto miembro para la reunión fría de la tarde.
Dos, que una vez fueron reyes, ahora, como peones, y los otros dos, que solo observaban y jugaban en silencio, ahora con los reflectores por encima, de par en par, iluminándole, no solo a Trevor, sino también a Yves, una de las muchas razones por la que ahora estaba ahí, a merced de la chica que creyó muerta, a merced de la chica que acumuló cupones de estadía en sus sueños como en sus pesadillas. Estaba ahí, tan viva, tan limpia, tan como si nunca le hubiese pasado nada, como si nunca él, y el resto de sus amigos, le hubiesen hecho algo.
Justo a espaldas de ella, de la chica que tanto anheló, solo para ahora odiarla; apareció él, llegó él.
El chico que la besó el día en el que él se le había acercado, el chico que había llegado por ella, el prometido.
—¿Tú?
A el que se dirigía, no hizo mayor cosa que solo postrar un beso sobre la cabeza de la chica en cuestión, la única chica, la chica con la que los tres presentes tenían más de un lazo rojo por desenredar, entender y muy posiblemente, acabar. Esto último no involucraba en nada al último llegado, a quien, con tanto cuidado y elogio, la muchacha aquella, siempre quiso.
—Lo que sea que tengas que arreglar, será con ella, no conmigo – aclaró el recién llegado.
—Esa voz – manifestó Yves, por él y por Trevor, que no lograba desprender su miraba de Layi, su dulce Layi, siendo ahora, la criatura que tenía que ser con todo lo que él le hizo no solo esa noche, sino todos estos años – ¡son unos hijos de puta!
Los gritos de Yves eran lo único que se extendía.
—¡Malditos enfermos!
—¿Y tú juzgas?
Fue suficiente para dejar callado a Yves de una buena vez, o mientras se pudiera, ya que parecía ser el más animado a participar de aquella cena, donde solo él y Trevor estaban sentados frente a la mesa que contenía la mano derecha de Grey, dos dedos de Xavi, la lengua de alguien más y catorce herramientas que iban a servir para otra cosa, pero no para reparar la casa en la que estaban.
—Tú solo te has traído hasta acá, si eso es lo que tienes en mente reclamarme a mí o a mi chica.
—¿Mi? – Fue la primera vez que Trevor había articulado palabra en todo lo que llevaban de estar ahí.
Trevor se giró a ver a Layi o Hanadriel, llevándose la sorpresa de que ella no le había quitado el ojo de encima desde que habían llegado, tan solo en silencio, un silencio tan desconocido que lo hacía temblar de la mucha energía que aquellos grandes ojos verdosos – los que recordaba grises – le lanzaban.
—¿Y por qué la sorpresa, Trevor? – dijo Yves.
—¿Por qué no la tuya? – Declaró Trevor de vuelta.
Ambos podían estar en el mismo lado aquella tarde, pero ambos también estaban perdidos el uno del otro.
—Parece que esos años de amistad que tanto presumen solo son adorno más, no confían el uno en el otro, al menos, no para cosas que saben que el otro podría robar, aunque, no sé, Trevor tú sabrás más, así que, dime ¿Yves te quitó muchas cosas desde que eran niños? No hablo de una merienda, no hablo de un cuaderno, hablo de algo más.
El silencio era el quinto invitado.
—Tener que seguirle los pasos para cubrir cada una de sus acciones, sin realmente cubrirte tú, siempre te deja el trabajo sucio y él, él solo se ha lavado las manos – el tercer chico estaba muy cómodo, como si estuvieran hablando del clima – lo que no sé, es si tú sabes si lo hizo luego de esa noche, la noche en la que tuvieron presa a la chica de ojos luminosos, cabello lustroso y piel tersa.
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Seis
Mystery / ThrillerSeis y contando Cinco y contando Cuatro y contando Tres y contando Dos y contando Uno. La venganza se cobra ¿verdad? La venganza se paga ¿verdad? La venganza tiene un color ¿qué tal si no es el que debió de ser? Ella. Ella. Novela de término fuerte...