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El viento les soplaba suave por lo bajo de sus faldas, mientras comían pacientes su merienda, las tres juntas y alejadas de todos los demás, sin dejar de ser el punto de conversación de muchos en aquella hora del día. Tal vez no tenían mejores cosas de las qué hablar que de ellas, lo cual les daba igual hasta que esos rumores llegaran a sus oídos dando un mensaje completamente erróneo o falso, para entonces ellas ya habrían actuado para el causante de tal chisme.

Habían pasado varios días desde que un nuevo estudiante se incorporó al grado de Adela, alguien cuya cercanía se estaba haciendo cada vez más distante por más que les hayan pedido lo contrario. Pero resultaba que Grey era más complicado y callado de lo que pareció alguna vez ser ante la imaginación de muchos o al menos de los que ya lo han tratado o visto con mayor cuidado. Siempre con sus audífonos puestos, llevando un libro diferente cada tres días, ignorando por completo toda clase de cercanía que otros tuvieran a con él. Parecía que las personas no eran su fuerte y menos algo que disfrutara.

De lo único de lo que se podía estar seguro, o al menos así lo ha visto Molly, es que ese muchacho no deja de ver a Adela con un sentido nuevo y que la incomodaba aunque no fuera a ella a quien viera en realidad. No sabía lo que buscaba o no ese muchacho de su amiga, pero lo que fuera, si intentaba dañarla, sabría que no reaccionaría bien aunque Adela le dijera que no se metiera en sus asuntos.

A decir verdad, Molly sentía un cierto gran aprecio hacia Adela, justo desde el momento en el que la vio cruzar la puerta con su zapato en la mano; Adela la había visto llorar, bajo la lluvia, en el patio principal de la escuela, donde había resbalado luego de haber estado en un situación que odiaría por mucho por hacerla débil. Adela iba con su bicicleta y su uniforme empapado, era su primer día en ese lugar y estaba hecha una maraña de cabello, agua y sorpresa.

...

Estaba en el suelo, mojada, uniformada, cansada, harta, y sin un zapato, pensando en lo estúpida que soy por sobre pensar lo que ya no va a ser o en realidad nunca fue. No tenía que darle tanta importancia, solo tenía que intentar sobre llevar esto y ser quien era antes de toda esta mierda, antes de conocer a esa persona, además, tengo que encontrar ese zapato o mi dignidad caerá más de lo que ya lo hizo.

Si tan solo pudiera ponerme de pie y dejar de pensar en ello.

Salí de la clase, corrí, salí de la escuela y nadie pareció seguirme, de haber estado Claudyn fuera de detención, lo habría hecho, pero...

Mierda, mierda, mierda y solo mierda, yo soy mierda en mucha más mierda y esa mierda me hace mierda. Eso era todo.

Si tan solo pudiese pararme.

Si tan solo pudiese olvidar lo que solo me hizo viajar, ilusionar, pensar, lo que me puso tan idiota, todo esto sería mejor, yo no tendría nada de lo qué preocuparme, de nada en absoluto de nada más que de hacer la vida de los demás una comedia para mis ojos.

Mierda, mierda.

Me tendí en la grama, por no decir que tropecé en ella cuando mi pie descalzo tropezó con una piedra que estaba en el camino.

Esto no podría estar peor y los truenos eran más fuertes, la lluvia me golpeaba desde la cara hasta los pies.

-Oye, no estoy segura si te sienta bien estar mojada y llorando, a lo que me va a mí, no tanto, a menos que esté en mi ducha.

Ante mis ojos se hizo una muñeca de pelo rojo largo, delgada, pálida, con una bicicleta y un uniforme como el mío.

-Por tu pinta de mierda, adivino que este zapato es tuyo.

SeisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora