El color del cielo dejó por primera vez de ser gris, el tono de hoy lucía un tanto más a un rosa peleando con el naranja y el amor que tenía con el celeste que alumbraba la sombra de los blancos, era como un cielo de aquellas pinturas renacentistas que dibujaban una realidad que simplemente no se creía posible, una realidad que era la anhelada.
Quizá, solo por aquella ocasión, podía ser real. Quizá solo por aquella vez, la vida le estaba dando algo con que aliviar su día.
Su vestido de encaje y tul fino, adornado con finas perlas y flores silvestres, se agitaban por sí solas en el viento, como si le pidieran que danzara, como si le pidieran que las dejara ser libres, que fuera libre a con ellas, que hoy era su día, hoy por fin era su día. Soltó una pequeña risa cuando sintió la grama húmeda y el rocío en sus descalzos pies, los veía detrás del tul, le hacía cosquillas.
No esperó más y se puso a saltar, parecía un hada, una mariposa o un cierno saltando en un prado alto, en un bosque donde solo ella existía con ella, donde solo ella caminaba. Había demasiadas flores, tantas que sería imposible contarlas, imposible atraparlas todas.
Era como el paraíso.
Solo había algo que quería hacer con tantas ganas. Gritar, quería gritar, cantar si era posible. Sentir qué es estar vivo, qué era estar de pie en un mundo que te acompaña y no te deja, en un mundo donde solo había espacio para el suave sol, las frías flores y sus descalzos pies.
Se sentía como una niña y de verdad quería vivir como una, de verdad quería saber qué era ser niña de nuevo y como por primera vez, probar todo, tenerlo todo entre sus dedos; recordó el sabor de la mermelada de fresa, recordó el olor de su madre, recordó el olor de la mañana en la casa cuando su nana preparaba comida de más, recordó el tacto de la fina lana de su abuela, recordó el calor de su habitación, recordó las muñecas, la hora del té, su deliciosa torta de nuez, su leche con azúcar, recordó su pequeño diario, su libro de canciones, su libro de música, su violín, sus zapatillas de charol, lo recordó todo, y en cada recuerdo, estaba el suave y delicioso sonido de su risa con la de ella, el exquisito sonido de sus brazos enroscándose en un abrazo, cayendo en la grama sin podar.
Y por un momento quería llorar, llorar de la alegría.
Estaba viva, era libre, podía sentir, podía sentir su alma, sentir los latidos de su corazón. Lo podía todo.
De pronto, un sabor poco familiar, llegó a sus labios. De principio, el sabor le pareció nublado, borroso, como si esas dos cosas se pudieran palpar, acto seguido, el suave roce de ese sabor, le hizo cerrar los ojos, se sentía como un algodón de azúcar sabor a goma de mascar con un poco de hierba, era extraño, no solo el sabor, sino también el hecho de que, en ese momento, el sabor comenzó a serle familiar.
Con sus ojos cerrados, lo siguiente que pasó, fue tal real y conocido que ahora sí se pondría a llorar. Alguien la estaba abrazando, la abrazaba fuertemente como si le estuviera diciendo que no se iba a ir de ahí, que no la iba a dejar. No en un tono acosador o peligroso, más bien, en un tono que se vio a si misma, pedir por.
La persona que la tenía en sus brazos, la había invitado a bailar, estaba danzando con ella, con sus ojos aún cerrados, pero con una sonrisa que delataba saber de quién se trataba.
Su menuda figura, pegada al pecho de una fría figura, un frío familiar, un frío que siempre le encantó. Se sentía bien estar en sus brazos, se sentía bien por fin estar donde estaban. Era como un sueño, aunque, a decir verdad, todo en aquel momento y espacio, parecía un sueño, algo sacado de una película bastante producida, con filtros que solo le hacían las cosas de ensueño. Y no quería despertar, por favor, no quería despertar.
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Seis
Mystery / ThrillerSeis y contando Cinco y contando Cuatro y contando Tres y contando Dos y contando Uno. La venganza se cobra ¿verdad? La venganza se paga ¿verdad? La venganza tiene un color ¿qué tal si no es el que debió de ser? Ella. Ella. Novela de término fuerte...