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2009.


Tener diez años y estar diagnosticado, tratado y visto como un loco, era algo que se compartía en un grupo de seis a la mitad de la nada.

Seis pequeños niños en la orilla de lago cristalino, dos jugando a lanzar piedras al agua, el otro excavando para encontrar otra oruga para su colección, el cuarto leyendo un cuento que muchos creían que era solo para niñas, el quinto en una canoa y el sexto en la rama de un árbol, viendo hacia el horizonte que parecía tener muchas cosas para ellos, cosas bastante prometedoras.

Tan prometedoras como el niño que vieron justo ahí hace un par de horas, el que era perfecto para consumar, lo que eran ya, sus bien despiertos deseos.

Tommy, recordaban que se llamaba, hermano de niño por el cual ahora los seis estaban yendo a terapia de seis a seis, bajo estudio, cuidado y vigilancia no solo de los doctores, sino también de la ley que sus padres contrataron para ver por ellos, ya que sus ocupados trabajos, no les permitirían a ellos encargarse. Claro.

El primero de todos, Yves, la última pieza de seis, el chico con el cabello rubio casi blanco, el que estaba en la canoa, no dejaba de tararear canciones de folklor ruso, con letras cuyas sílabas, eran más oscuras y siniestras que la propia sed que los invadía.

El chico de ojos verdes, Xavier, la primera pieza de seis, el que leía en silencio tenía las manos y los ojos en la lectura, mientras la cabeza la tenía en los gritos que retumbaban como eco, cada vez más seductores.

Grey, la segunda pieza de seis, uno de los más fuertes de mente, uno de los más serios, justo después del quinto, el que excavaba, plantaba la estaca que llevaba, mientras imaginaba que lo hacía con un cuerpo real.

Dan, querido y sigiloso, Dan, la tercera pieza del juego, con un cabello lustroso como sus ojos, lanzando piedras mientras reía a carcajadas, pensando en cómo poder llevar unas a casa y lazárselas a las nanas.

Joe, a penas y se sabía algo de esta cuarta pieza, siempre callado, siempre hablando, siempre pensando, siempre confundiendo a todos; lanzaba piedras, queriendo lanzárselas al primero que se cruzara en su camino, niño, joven o adulto. Solo lo deseaba.

El quinto, y el más fuerte de todos, física y mentalmente hablando, con el alma de hielo y el corazón de cedro, frío, encantador, de fácil enamoramiento a cualquiera que lo viese, donde sea que lo viesen. Trevor, dulce y encantador Trevor.

Un ángel viene a visitarme

Es un sueño o una alucinación

O es algún tipo de magia

En el oscuro silencio de la noche

Un ángel viene a visitarme

Sus suaves voces siguieron lo que Trevor, de la nada, había empezado. Adoraban esa canción, adoraban el calosfrío que la misma les hacía correr por todo lo largo de sus poros.

Me mira fija, la plena noche

Sonriéndome de pie, lejos de mí

Desperté del sueño

Cuando ella susurró algo a mis oídos

A veces, frota mi cabeza

A veces me asusta

Es invisible a cualquier otro

Escondiéndose en la esquina oscura

¡Mira! ¡Está detrás de ti!

SeisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora