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3. Dan.


-M-maté a... alguien.

La voz le había salido temblorosa en la mitad de sus palabras, con el aliento a menta y madreselva pegándole muy cerca de sus propios labios. Lo único que en ese instante le pudiera estar calmando, era el hecho de estar abrazando una menuda, fría y pálida cintura aún vestida con un jeans negro ajustado que acentuaba altamente a la pequeña figura que se postraba sobre él, con el peso liviano. Ambos pechos tocándose entre las desabotonadas fibras hechas ropa que les tendían por los brazos estando en la habitación del que miraba a la chica como si esperaba una golpiza tras lo que había dicho.

Los ojos color caramelo de la muchacha se acentuaron en los suyos, llevando sus labios hinchados tras la acogida de besos en la que se estuvieron envolviendo. Su cabello suelto e imposiblemente suave extendiéndose a ambos lados de su cuerpo curveado. Sus manos, trepadas en el cuello del muchacho mientras intentaba recuperar la respiración. El muchacho se colgaba del agarre de la cintura, donde había dejado leves marcas cuando se abrió paso a la piel suave y aromatizada de la chica con la que llevaba saliendo desde hace ya dos meses y semanas.

No sabía si era correcto, o si no lo era, o si al menos tuvo que recordar lo cometido... no sabía nada, nada de nada desde lo que ahora su boca recordaba a altas voces. No tenía entendido si quiera por qué le había dicho algo como aquello a una persona que no se acercaba al hecho de querer perder, a una persona que en tan poco tiempo había hecho lo que nadie en sus dieciocho años. Tenía por claro que la chica no compartía su misma edad, y que siquiera ella estudiara... según sabía, el paso a cualquier institución le había sido negado tras una falta alta por debido a salud y lo más probable y afectivo a ello, que un comportamiento le costó la entrada en aquella mitad de Londres.

No cabía la posibilidad, teniendo a la vista a la que parecía ser una de las más calladas personas que había conocido en su vida.

-¿Escuchaste lo que te dije?

-Claro, no estoy sorda...

Fue todo lo que su suave voz pudo decir antes de que esta se moviera de su regazo a la silla de su ventana cerrada, pegada a la pared en la que estaba su cama.

Su pequeño pecho, su marcada cintura y sus tres preciosos lunares, se escondieron cuando esta se apoyó sobre sus codos sobre sus rodillas, como si tratara de procesar lo que acababa de revelarle.

-Tienes... ¿tienes algo que decir?

-¿Cuándo fue?

-¿Qué?

-¿Cuándo mataste a esa persona?

-¿Qué tendría eso de relevante?

-Solo dilo.

...cuando ni siquiera él era capaz de recordar algo, solo el hecho de que lo había hecho.

-No lo recuerdo.

-¿Cómo?

-No lo recuerdo, yo... no-no puedo recordarlo, es como si por alguna razón hubiese bloqueado ese recuerdo de mi cabeza y...

-Ahora has tenido lagunas y pesadillas ¿cierto?

-Las pesadillas no son claras.

-¿Esperabas que lo fueran?

-C... ¿Cómo sabes eso? No es que te lo haya comentado antes o que tú...

Su mirada se alzó sobre la chica que se alargó a tomar un vaso de agua que había dejado en la mesita de noche al lado de la cama de su amigo y amante.

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