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¿Qué tanto podía uno clavar sus pensamientos una mañana de sábado mientras se estaba solo en casa o cocina? Preparando algo para picar, mientras los propios pensamientos picaban cerebros y deseos de acabar con muchas cosas.

El deseo de poder acabar con su dolor.

Un desayuno no lo haría todo, pero al menos lo intentaría.

—Desayuna un poco.

—¿Volvió a pasar?

—¿Qué cosa?

—Yo. Llanto.

—Sí, pero estaba vez estabas sumergida en el sueño.

—Te desperté de nuevo.

—No intencional o voluntariamente. Creo que fue más bien porque ahora llevo mucho más impregnados tus estados de ánimo que hace unos años. Desperté justo cuando la tercera lágrima corrió tu rostro. No fui tan rápido, lo siento. Dejé que cayeran dos y no las detuve.

—No debería de estar haciéndote esto.

—¿Hacerme qué?

—Arrastrarte a mí.

—No me arrastraste, yo mismo te regalé mis rodillas cuando te vi por primera vez.

Sus ojos se conectaron por primera vez en el día, y ambos sacudieron del otro, sin tocarse, la pizca de dolor del otro.

—Sigo sin entender la profundidad de tus sentimientos tejidos por y para mí.

—No tienes que entenderlos, sino sentirlos.

Hyuk amaba cargar a Kenani, y llevarla a una de las sillas, no era excepción cuando la chica parecía querer entender su mirada, por milésima vez desde que se conocieron.

Le llevó su plato con variación vegana, desde que su novia, odiaba la idea de que bestias como las personas, tomaran animales para satisfacer una "necesidad".

Tanto era que hasta ella misma había dicho que algún día, comenzaría a vender carne de personas para eliminar la misma cantidad de estas como lo han hecho de especies animales.

—Tu ropa ya está secándose -dijo mientras depositaba un beso en su frente.

—¿Secándose? ¿A qué hora te levantaste?

—No pude dormir, y decidí mejor contemplar cómo la luna se paseaba descarada sobre su cara, hasta que fue empujada lejos por el sol.

—Es la primera vez que oigo celos de ti.

—Porque son las dos únicas cosas que miras como si fueran todo para ti.

Parecía raro tener una conversación como esta cuando el día de ayer apenas, estaban acabando con una tortura a una de sus víctimas.

Era extraño, como si ya casi estuvieran a punto de cerrar un círculo y regresar, o intentar regresar a lo que, desde un principio, quisieron suyo.

—¿Crees que somos unos psicópatas?

—Yo no, pero tú, mi linda, puede que sí. Pero no a grado de psicópata, tal vez solo... loca, y como bien dicen, las mejores personas lo están. O puede que sí seas psicópata, pero eso que tiene de malo si solo durará un momento, y solo lo estás pasando como una etapa que fue provocada por malditos que deben de pagar lo que hicieron.

—Fue por eso por lo que lloré.

El silencio reinó.

—Volvió a soñar con ello. Y cada vez es más vivo que la vez anterior, como si me estuviera acercando a su lápida fría y borrosa en mi mente. Y el dolor... volvió a aparecer.

Con sus últimas palabras, Kenani levantó su antebrazo derecho, en donde mostró a Hyuk, la marca de una mano grande. Como si la hubieran acorralado, tomado con fuerza mientras ella dormía.

Cuando en realidad no era ella... no había sido a ella.

Las marcas eran algo nuevo, eran como si estas a jugo con los sueños la quisieran hacer vivir lo que debió pasar en realidad. Como debió pasar en realidad.

Sus antebrazos no eran los únicos, su cuello, como su clavícula, estaban decorados por fuertes nebulosas que habían aparecido de la noche a la mañana. Tan claras, tan vivas, tan capaces de hacerlo quebrarse en llanto.

—Es como... es-es como si esos sueños quisieran hacerme ver lo que yo, lo que y-yo... -Hyuk no pudo terminar de hablar con tan solo depositar el masoquismo por sí solo en su cabeza.

—Lo siento.

—No, por favor no.

—Así era como debía de ser... no al contrario.

—No, Kenani, por favor... no me d-igas eso, por favor -Hyuk corrió a tomar entre sus manos, el delicado, pequeño y ahora casi curtido rostro de su amada.

—A mí...

—No, no, no ¡No, no!

—Era solo a mí.

Dolía, en verdad dolía lo que escuchaba porque quisiera o no aceptarlo, era cada una de esas sílabas pronunciadas por la única persona que ahora valía tanto y más que cualquier otra cosa, algo tan cierto.

Algo tan maldito.

Algo con jodidamente claro que solo deseaba que se borrara. 

Era algo que era cierto. 

La única verdad que fue evitada.

¿Fue evitada? 

...

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SeisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora