He visto cosas que tal vez, pueda o no ser posible que tuviera que ver. Cosas que tal vez no me correspondían ver puesto que estas cosas que se prestaban ante mí estaban cabalgando a mí como balas cuestionando mi fuerza y riéndose de mis sentimientos, haciéndome caer sobre mis rodillas en un solo paso y todo por la chica que despertó un gusto que nunca había reconocido.
No era algo que pudiera hablar con mi madre.
Mucho menos con mi padre.
¿Qué habrían dicho de ti Molly?
No solo era el gusto total por Adela – o como se llamase la chica – sino que también se añadía a todo este sentimiento de aferro, el hecho de que esta chica, tenía pareja, no tenía la edad que decía tener, su personalidad era otra, su vida era otra, completamente diferente, diferente de lo que pensé ver como cristal.
Cada vez que la veía salir de su casa, siempre era con una nueva vestimenta, siempre oscura pero diferente. La mayor parte del tiempo cubría su cabello, y la mitad de su rostro, o bien usaba una peluca y andaba por ahí.
Siempre a las 1:30 am.
Sin falta.
¿Qué hacía despierta yo a esa hora por ella?
¿Qué esperaba ver?
¿Qué esperaba hacer?
Quería correr y abrazarla, darle una bofetada por haber mentido todos estos meses y sobre todo porque su pareja se había comportado como todo un caballero conmigo, lejos de eso porque él podía tocarla y tenerla cuando quisiese, y yo no.
¿Quién era en realidad Adela?
Inglaterra era aquel país que, personificado en un individuo, era al que difícilmente podrías sacarle información sobre alguien más. O bien eso se creía hasta que yo misma pude obtener varios documentos cuando me dirigí al Ministerio de Registro Nacional y no encontré a ninguna Adela Daliza que habitara la ciudad, mucho menos el estado y tampoco el país.
Junto a ello y mi desesperación que quedó estrellada en el suelo cuando la realidad me golpeó en la cara, al día siguiente en la biblioteca, una regordeta chica de ojos avellanados y cachetes como bombones, me dio dos archivos de trescientas páginas donde se en listaban todos los nombres que han sido mencionados, demandados y reclamados por la ciudadanía, y que automáticamente pasan a ser los llamados "SE BUSCA" de la forma más callada, sin colocar volantes, sin hacer publicaciones y búsquedas en cubierto.
Dichos archivos estaban separados por género, cada género según estado, cada estado según la edad y fecha en la que fueron registrados.
Remonté rápidamente a los documentos a las cumbres borrosas de la pequeña biblioteca en la que me había instalado gracias a la chica que parecía gustar de casos sin resolver.
No había nada en la sección de catorce años, lo cual era un alivio, hasta que me salté a la sección de dieciséis años, donde había tres nombres diferentes pero que contaban con muchas características que tal vez me arriesgaba a llamar, similares.
La primera, por sus características, era como si la hubieran sacado de en cuento de hadas hasta llegar a un nombre real, casi corriente.
Luna Oconer.
La segunda, un poco más terrenal y con datos más llenos que la pasada.
Iri Karlsson.
¿Qué clase de nombre era Iri?
La tercera, fue la que no tenía ni el dato de padres, número telefónico o dirección con respuesta alguna, y es que no era para más.
Adela Daliza.
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Seis
Mystery / ThrillerSeis y contando Cinco y contando Cuatro y contando Tres y contando Dos y contando Uno. La venganza se cobra ¿verdad? La venganza se paga ¿verdad? La venganza tiene un color ¿qué tal si no es el que debió de ser? Ella. Ella. Novela de término fuerte...