—¿Crees que estoy pensando como una asesina?
Su voz sonaba, tanto como lo hacía el mero recuerdo de sus nudillos encontrando la barbilla de Trevor, con tal fuerza y sentimiento que se esparcía más como una orquesta, a la que asistía una para seis músicos cuyos instrumentos se habían quedado sin notas, tal y como lo hicieron con las cuerdas de la pasada protagonista.
—No, para mis ojos nunca serás una asesina.
—Y ¿para los ojos del resto del mundo?
—El resto del mundo te dio la espalda, a ti y a Layi.
Viento firme, olor a humedad y sangre, el sudor corriendo, el lodo fijándose como tatuajes en su piel, la piel que cubría los puños que una vez quebraron a alguien, a ese alguien.
A la que el muy maldito hacía llamar su perfecto ideal.
—Adela, Luna, todas ellas.
—Ellas están forjando tu arma, están en cada golpe que vayas a dar, yo lo sé.
—Las puedo sentir, algunas veces, en mis sueños.
—¿Y qué te dicen?
Ambos se quedaron callados, como si estuvieran intentando ser la audiencia perfecta para el chillido de los columpios oxidados en donde estaban sentados, ella, con vendas en ambas manos y él, con todo el mundo frente a sus ojos.
—Gracias, me dan las gracias.
...
A Trevor ciertamente le quedaba fuerza, pero no la misma, no con la misma con la que muy pretenciosamente quiso llegar ante los ojos de la chica que lo estaba volviendo loco.
—Layi, Layi, por favor.
—¡Qué está muerta!
Le dijo, ya harta del juego de lágrimas y perdón que le estaba jugando el chico que creyó era más fuerte y crudo de lo que ya le habían dicho y de lo que ella ya había visto fuera y dentro de la escuela donde lo acompañó todos estos meses.
—¿Cómo piensas que llegaste aquí, Trevor? De verdad, quiero oírlo, quiero oír tu historia y saber qué fue lo que esos ojos le lanzaron a nuestra querida Layi.
Pero Trevor no habló, no se vio ni el más mínimo deseo de querer articular palabra alguna, no se vio nada de él, lo que ya tenía a la chica para unos terceros cuernos.
Le estaba dando ella, la oportunidad de defenderse, de presentarse, de dar sus motivos y justificación por el cual hizo lo que hizo a esa chica, se lo estaba dando en bandeja de plata, con una silla cómoda y con pocas astillas, con una soga fina que no iba a cortarle la circulación, al menos no por mucho tiempo, y un cable que no iba a dejar marcas de por vida; las quemaduras solo fueron un tanto parecidas a las que él y su grupo, habían dejado sobre Layi, como si fuera un empaque a entregar pasando por varias ciudades hasta llegar a su destino final; los cortes solo fueron una pequeña parte, los puños que ella misma le estaba dando, tan solo eran como un calentamiento.
—No soy Hanadriel, tampoco soy Layi.
—Es como si quisieras que jugara contigo.
—¿La muerte de la única persona que te quiso en la vida es un juego para ti? ¿Solo a ese nivel llegó ella en tu mísero ser?
—No, cállate, ella no puede estar muerta.
La chica le propinó otro puñetazo, justo en la boca con tal fuerza que, de nuevo, las dos partes sangraron de forma increíble. Sus nudillos estaban a no poder más con varias partes levantadas, pero iba ganando, sin saber muy bien qué iba ganando.
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Seis
Mystery / ThrillerSeis y contando Cinco y contando Cuatro y contando Tres y contando Dos y contando Uno. La venganza se cobra ¿verdad? La venganza se paga ¿verdad? La venganza tiene un color ¿qué tal si no es el que debió de ser? Ella. Ella. Novela de término fuerte...