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Estaba soñando, sabía que estaba soñando.

Por mucho que el roce de la chica se sintiera tan suave, frío, inocente, temeroso. Sabía que era un sueño, solo un sueño. Por mucho que la imagen de la chica sobre el amplio colchón, con su uniforme puesto, sus piernas temblando, pero, aun así, entregándose al momento, sabía que era un sueño. De aquellos que no dejaron de aparecer luego de aquella noche.

Habría agradecido que dichos sueños, fueran donde ella, aquella persona cuya existencia lo puso donde estaba, estuviera golpeándolo con la mayor, pero aun así pocas de sus fuerzas, odiándolo, huyendo de él, denunciándolo o lo que sea.

Pero para su suerte, las imágenes de su cabeza eran alrededor de su propia habitación, con la lluvia sonando afuera, el frío calando y haciendo las cosas más tibias. Perforando sus poros para que, de estos, saliera todo lo posible, todo lo que pudiese entregar, al pequeño cuerpo que se encontraba debajo de él, pegado a las sábanas como si quisiera desaparecer en ellas, mientras, no dejaba de temblar, inexperta, esperando al siguiente paso luego de que sus suaves labios entraron en contacto con los de él, por primera vez, intoxicándose, drogándose uno del otro, fuertemente, con más deseo, con más ganas cada segundo. Para su suerte, la chica a la que había bajado a la tierra a golpes, en sus sueños, lo besaba, lo tocaba, lo dejaba hacer todo lo que él quisiera, sin más.

Le demostraba lo bajó que había caído para estar con él.

Trevor podría escribir una decena de tomos, de cómo sintió esos roces breves, suaves, esponjosos venir de los labios de aquella que tenía acorralada, con su entrepierna presionando la de ella, mientras su brazo izquierdo la tomaba de la cintura, y su mano derecha, tomaba las dos muñecas de esta, sobre su cabeza, dejando toda partícula a su merced.

Sentía su pequeño cuerpo preguntarse qué más debería hacer, qué debería hacer, qué debería entregarle en ese momento, cómo debería de moverse o si siquiera debería moverse.

Su inocencia, y lo ingenua que era. Bella, con sus rosadas mejillas, sus ojos verdes con motas grises, o grises con motas verdes brillando por el miedo de no saber qué hacer o pensar que solo era cosa de su imaginación; su cabello enredándose entre lo blanco de las almohadas; su corazón a punto de salirse. Todo en ella, lo podía sentir, escuchar, ver, oler. Como si gracias a su desorden, su mente pudiera llevarlo a espacios más escondidos, haciéndolo uno con ella, como si le diera la oportunidad de saber, cómo era que la chica se sentía por él.

Estaba soñando. Lo sabía. Por lo mismo prefería no despertar.

Despertar, le hacía recordar lo cerca que estuvo de hacer su constante sueño realidad. Le hacía recordar, el sabor de la sangre en los labios de la chica.

Dentro de una de sus gavetas secretas, seguía guardando y contemplando la coleta y el brazalete, manchados de sangre y tierra, coleta y brazalete que llevó aquella noche donde permitió que todos, la tocaran, la humillaran, la sintieran, la rompieran, siendo él, el principal, el que se encargó de ensuciar y limpiar el capricho de su amigo y su desdicha de haberse fijado en alguien.

Era la primera vez en la que no quería acabar, la primera vez en la que su lado monstruoso, se despertó en otros colores, fijándose que lo que estaba rompiendo, no era más ni menos, que lo que quería, lo que, por azares de la vida, le había sido regalado.

Por mucho tiempo, su propia madre, su terapeuta y hasta su conciencia, le habían reclamado el no haber actuado sobre lo que sentía, hasta que llegó Dan, el que lo golpeó fuerte con la realidad de las cosas, siendo este último, el único que conocía la superficie de las cosas.

Se odiaba, él mismo se odiaba a muerte.

Recordaba cómo por más de cinco horas, todos los demás la mordían, la pateaban, la besaban, la tomaban con fuerza de sus pechos, la hacían abrir sus piernas con fuerza, crujiendo sus huesos en el acto, cómo se burlaban de ella mientras la ponían de rodillas, pegada a la primera pared que encontraban, la ponían en posiciones sexuales, incómodas y dolorosas, humillándola verbal y mentalmente.

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