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La primera vez que la había visto, fue cuando él estaba descansando sobre la grama, tirado allí sobre el verde manto que se extendía a las mismas largas que la tela que estaba pegada como cielo; tirado a la mitad de las horas de la escuela, donde debería de estar. Solo esperando a que sus amigos salieran pronto de lo que sea que estuviesen haciendo en ese momento donde más bien, podrían estar ahí con él o en otro lado, los seis, tirando piedras al río o a alguien; en la escuela, perdiendo el tiempo todos, puesto que él en todos esos años, solo había entrado a la institución, ese año específicamente, unas tres o cinco veces.

¿Quién querría estudiar cuando el dinero ya está al alcance de todo y añadido de eso, estás diagnosticado con ansiedad y psicopatía?

Yves no iba a desperdiciar su capacidad en una vida ordinaria.

Quería más, él siempre quería más. Lo quería todo, de todos, sin importar qué o quién, sin importar que todo eso tuviera consecuencias rojas en el camino.

Ese día, recordaba que todo estaba fresco luego de una hora entera de lluvia, la misma que trajo a sus ojos, una chica en su bicicleta.

La había visto y seguido en corta distancia, pero solo eso, y verle en un par de ángulos, bastó para saber lo que había encontrado, lo que le había encantado y lo que quería de ahora en unos días. El siguiente paso sería volver a encontrarla y ahí, preguntar por todo, como cualquier persona normal haría.

Pero aquella chica, no era una persona normal.

No, con su largo y lustroso cabello que ondeaba como si el mismo cabalgara solo por el viento. No, con una piel tan bien pulida que casi podía verse uno que otro lunar o peca. No, con unos labios que las mismas fresas envidiaban en suaves susurros con las rosas más rojas.

No, con unos ojos tan grises como aquellos.


...


La segunda vez en la que pareció que la vida estaba jugando sus propias cartas, a favor de alguien, o bien solo por diversión, fue cuando se encontraba con su mejor amigo, Trevor, y no había pasado más de una semana o algo así.

La flora de toda aquella avenida pintando de derecha a izquierda, no había hecho más que adornar lo que sus ojos estaban viendo por una inesperada segunda vez, donde la vio inclinarse a olor unas lilas o alguna especie cuyo nombre no sabría ni por más que se lo repitieran, los ojos de aquella estaban ahora en tintas verdes, seguramente por lo que sus ojos estaban viendo con tanta atención.

Una escena que se prestaba para solo acercarse a ella y comenzar la conversación, el plan para tenerla, para cercarse a ella, el plan para tenerlo todo de ella, aunque fuera lo mínimo. De no ser porque su mejor amigo, estaba, al parecer, de malas en cuestión de segundos, como si algo le hubiese golpeado en menos de un minuto, específicamente cuando él, Yves, se había fijado en lo que estaba frente a él, a nos siete o nueve metros de distancia, quizá trece.

Pero quién contaba la distancia cuando lo que quería con tantas ansias, estaba parado en el mismo mundo que tú.

Era como si sus ojos la hubieran escaneado toda, cada poro, porque la recordaba, la recordaba muy bien, lo que no era usual en él, siempre prefería olvidar, pero esta vez, las cosas se pintaban distintas, casi mejor de lo que creyó o soñó la noche del mismo día donde la encontró por primera vez.

A la chica, a esa chica, la que tenía y debía ser suya.


...

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