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A la mitad del camino.

Llevando su uniforme, su mochila, sus pocas ganas y su sed que aumentó en un solo momento. Estaba sumergiéndose en un área fría y de piscinas muy profundas, se estaba encaminando a lo más profundo de todo, pero para ello, todavía hacía mucha falta, faltaba en verdad mucho y solo necesitaba descansar y terminarse el helado, así llegaría a lo profundo pero de su estómago.

Sus pequeñas zapatillas caminaban chapoteando sin importarle nada. El frío y la lluvia de Londres se tenían que acostumbrar a ella tarde o temprano. Puesto que era a ella a la que todo se iba adaptando de cierta forma, más cuando no pertenecía a esa parte del mundo.

En menos de su corto recorrido de regreso a las clases por las que faltó varias veces, se chocó con alguien que la hizo tener que agarrarse de algo por la fuerza con la que se impactó, chocando ambos cuerpos en una pared amplia y rasposa.

Las manos de esa persona con la que se había chocado, la habían alcanzado y tomado antes de que se volviera a tropezar con sus propios pies, fue ahí, donde sintió Iri un aire muy escalofriante.

-Oye, oye –le comunicaba una suave voz –tengo cuidado por donde vas, no todos sabrán si ayudarte o lanzarte más rápido al suelo.

Su voz ¿de quién era esa voz?

Iri alzó su mirada y se encontró con la ya ida de un chico acompañado de otros, todos vestidos de forma casual y con planta de pereza y falta de ánimos ¿Quién diablos era ese chico? Iri se acomodó su uniforme y no pensó en más, caminando por donde iba para donde iba, por donde nuevamente se chocó, pero ahora por culpa propia contra un poste.

-¡Au! ¡Au! ¡Au!

¿Quién diablos era ese muchacho? ¿De dónde había salido? ¿Quién se creía para decirle eso a ella? Si era él quien se tenía que adaptar a su andar por las calles de aquella rara ciudad.

Ya estaba cerca de la escuela pero no estaba ni lejos de entender por qué había surgido en ella un escalofrío cuando ese desconocido descarado la había tomado sin mucho esfuerzo. Lo único que podría pensar era que aquel era un idiota presuntuoso y descarado. Se acomodó el ego y las zapatillas y siguió caminando, con el pelo en la cara y con el mismo sueño de varias noches en su cabeza, pero ahora, invadiéndola desde tempranas horas, era una mierda.

Si quiera por un instante no quería pensar en eso, en ello, pero era más difícil de lo que pudo pensar, más costoso de lo que creyó. Y solo hacía puños en sus manos. Tenía que dejar ir ese sentimiento y relajarse, eso ya había pasado pero lo malo de eso, es que...pasó.

En verdad pasó...

-¿Iri? –Ese susurró que más bien sonó como un grito.

La llamada elevó su cabeza para encontrarse entonces con la cara ya a pocos centímetros de Candri, tenía tiempo de no verla, de no saber de ella, pero no se esperaba que la fuera a recibir con un abrazo como ese, como si se tratara de un abrazo de "te extrañé todos estos años".

-Candri...

-Iri, Iri, Iri, Iri, Iri, Iri... ¡Dios! ¿Qué te has hecho?

-Ah, estuve algo ocupada.

-Supuse que dirías eso, pero...por tanto tiempo no apareciste ni en la casa ¿qué ocurre?

-Ah, nada, es que...luego de aquel accidente.

-¿El del supermercado? Lo sé, al final una señora que vio lo que pasó y me encontró con Joe caminando, pues se aceró y le preguntó si ya todo estaba bien.

SeisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora