39. . . .

995 85 17
                                    


El lugar a penas y era visitado, a penas y era conocido por muchos en el lugar, quizá solo era exclusivo para todo aquel que se encerrase en una vida que nadie ha visto. Parecía incluso que eran conocidos puesto que no les fue pedida ninguna identificación o algo más, mucho menos a la chica que llevaban como si esta fuera una niña a la cual ayudar a andar por las calles y espacios.

Las zancadas eran iguales a cuatro pasos de esa chica, a la que llevaban tropezando contra la barra y ahora dos mesas. Ahí mientras le corrían una de las sillas del lugar, otro la llevaba tomada de sus hombros con la fuerza que no le alcanzaba para muchísimo más hasta que la sentó de un solo golpe sobre la silla escuchando el ahogado grito de esta misma.

Estaban en un rincón de aquel bar de mala muerte, donde todos se comenzaron a sentar alrededor de ella entorno a una mesa redonda de madera que llevaba escrito entre frases e insultos y otras partes tomadas de la biblia.

Era pequeña y se notaba aún más cuando ahí sentada todos le veían como si fuera nuevamente una niña a la que admirar. No fue hasta que el que estaba sentado a su derecha le puso de manera sorpresiva unas esposas, justo debajo de la mesa, donde nadie veía, donde nadie escuchaba queja o sonido alguno.

Para el momento, había llegado a ellos una muchacha que vestía el uniforme de las meseras de ese lugar, un vestido corinto ceñido a la cintura con una falda de paletones acampanados, sobre este, una bata blanca con dos bolsas, una ocupada por una libreta y un bolígrafo mientras que en la otra solo llevaba dentro un gancho de pelo. Pero lejos de eso, lo más interesante e incluso para golpe bajo de aquella chica que se sentó con otros seis muchachos, la mesera llevaba sus ojos vendados, tal y como las otras tres que a parecieron merodeando y limpiando, tomadas de la pared o de las mesas para no caer.

-Dejaré la carta para que sepan qué pueden pedir.

-Solo pido que te marches, perra, te llamaremos cuando en verdad queramos algo, ahora largo, estamos ocupados.

¿Cómo diablos iba a pedirle ayuda a alguien que ni la veía?

La mesera se dio media vuelta con una fingida sonrisa que debía de mantener debido a su trabajo. Para cuando estos volvieron a quedarse solos. Al lado derecho de la chica ahí sentada en contra de su deseo, le tiraron de su blusa, quedando de cara al muchacho que hasta sentado le ganaba en tamaño y fuerza.

Sus ojos habían quedado intactos en el momento en el que el muchacho que ahora se encontraba a sus espaldas, le tomó del rostro para que no volteara a ver a otro lado que no fuera el rostro de su compañero.

Ahí, ambos empezaron con una acción. El chico frente a sus ojos, había tomado ambas de sus manos para comenzar con su mano izquierda en su dedo meñique a metérselo a la boca, a morderlo y lamerlo sin quitarle el ojo de encima y poder imaginar los gemidos que se chocaban bajo la mano que le tapaba la boca en ese instante. El otro chico el que estaba inmovilizándola, comenzó a bajar su mano derecha por su cuello, sin dejar de cubrirle la boca, pasando por su hombro, la parte de su espalda cubierta por un sudadero más grande que ella pero aun así sintiendo lo estrecho de su cintura bajo su roce hasta llegar a su falda, donde se viajó por su rodilla, despertando movimientos y quejas en ella, aprovechando para ahora introducir su mano bajo la falda de esta misma.

-Pide vodka, la cerveza a mí me molesta.

-Si tienes con qué comprarlo lo haré.

-Si el dinero es un problema para ti no deberías estar aquí. Solo pídelo, la gente de este lugar me conoce y no me gusta quedarme con deudas, todo lo que quiero lo pago, así de fácil.

-¿Y qué pedimos para la gatita? No podemos embriagarla si queremos que esté intacta para más tarde.

-Pídele una de esas mierdas que las santurronas piden, yo que sé, una limonada, una soda una mierda de esas, yo solo quiero tocarla una vez más –dijo el segundo a la derecha de la muchacha, tirando ahora él de la blusa y el sudadero de la chica, levantándola y casi poniéndola sobre el chico que lamió sus dedos, casi sobre la mesa.

-Oiga no mueven la mesa, trato de leer.

-¿Crees que este es el mejor momento para leer?

-Es el expediente de esta chica, grandísimo idiota, parece que no nos estamos metiendo con cualquier persona.

-A ver.

-Según este informe ha sido transferida a las mejores escuelas del país como de otros países como Rusia, Filadelfia, Australia y Japón, lo que hace que directamente sepa diversos idiomas. Proviene de una buena familia, una que podría incluso pagar la colegiatura de todos nosotros y de nuestros hermanos. Está bajo el cargo de su abuela materna aunque no se mantiene una relación fija entre ellas.

-¿Y qué me dices de sus padres?

-¿Por qué no se lo preguntas a ella?

Sin la mayor idea de cómo lo habían hecho, la habían colocado sobre la mesa, acostada con la cabeza y parte de sus piernas desnudas sintiendo el frío de la madera, mientras aquellos siete muchachos se pararon a verla y reír, admirándola cual juguete nunca antes visto o tocado, al que apenas habían causado dolor.

En el momento en el que esta se había dispuesto a levantarse de la mesa, uno de estos, es que llevaba diciendo muy pocas palabras, había tomado entre sus frías y largas manos su rostro de una forma muy delicada y había sorprendido hasta a los otros cinco espectadores. El chico bajó la cabeza de la chica nuevamente hacia la mesa, quedando los ojos de él frente a los labios de ella y los ojos de ella a la vista de su cuello, mandíbula y labios que se comenzaron a abrir estrellándose en su propia boca, clavando un beso que pronto se volvió una mordida demasiado fuerte, una que dejó el sonido de algo rompiéndose en el paso, dejando aire a la sangre que brotó de ella quejándose y moviéndose para alejarlo.

-Límpiala por mí –se le oyó decir a uno de aquellos cinco, a uno es específico.

La chica fue tirada desde su lado izquierdo, sentándola de un solo para quedar frente a uno de los más altos de estos que no perdió tiempo alguno en tomarla con ambas manos a ambos lados de su rostro, viéndola y casi excitándose en la mirada que esta llevaba.

-No, no, por favor, déjame, no lo hagas.

El chico se acercó chocando su lengua a los labios de esta, lamiendo la sangre y sintiendo el frío sabor de esta misma bajo un aroma propio.

Cuando el pequeño cuerpo de aquella chica lograba hacerse para atrás, fue cuando este la tomó desde su cintura, arrastrándola por la mesa para pegarla a él que estaba ahí parado, succionando el labio carnoso de aquella chica.

-¿Por qué no nos cuentas sobre ti, gatita? –Habló exactamente el que tiró de su cabello desde su espalda, alejándola del contacto con el otro chico, dejándola casi en una postura de una pintura que es poco admirable y aceptable. Sostenida por la cintura por chico al que rodeaba con sus finas piernas; tomada del cabello por un segundo chico al que podía ver debido a su postura; mientras que otros cuatro reír bajo el sonido de unos vasos de vidrio que tomaron lugar en el lugar, los vasos que una mesera vendada de ojos les había llevado.



...

Uno más, voten y comenten...

Desesperadamente...

...

..

.

SeisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora