Capítulo 81

182 14 0
                                    

Poncho: Any tenía razón.
Domínica: ¿De qué hablas? ¿Qué tiene que ver Any en todo esto?

-FlashBack-

Any: Lo extrañas, admites que fue tal vez una locura perderlo por una mujer con la que ya no estás [...]; pero tú tampoco lo llamas a él. Para recuperar lo que tenían o... Sólo para escucharlo y que te explique [...]. Quizás se arrepienta pero no se atreve a llamarte ni a buscarte porque piensa que tú no quieres saber nada de él.

-Fin FlashBack-

Domínica: Leo siempre te quiso buscar. Siempre se arrepintió, pero por mi culpa no lo hizo.
Poncho: ¿Te das cuenta de lo que hiciste?
Domínica: ¡Claro que me doy cuenta, Poncho! Por no lastimarte, lo mandé todo a la fregada. Lo nuestro, no sé si ese matrimonio... Claro que sé lo que hice.
Poncho: Leo era como un hermano para mí. Y tú lo sabías. ¿Qué te hice, Domínica? ¿Qué te hice para que tú me hicieras eso? –Comenzando a llorar-. ¿Tan mal te traté?
Domínica: ¡Claro que no! Poncho... No... No quiero que te lastimes pensando que fue culpa tuya –se acerca a él y le retira las lágrimas con suavidad-. Toda la culpa es mía. Y todo empezó cuando te oculté que no podía ser mamá. Hace seis años. Y seguí sin decirte cuando tuve que abortar. Todo fue mi culpa por haber buscado un refugio que no me correspondía. Y así fue cómo me enamoré de otro hombre, como una idiota.
Poncho: ¿Qué pasó con Keila? ¿Es que nunca sospechó nada? –Preguntó separándose de ella-.
Domínica –se limpió las lágrimas a sí misma-: Claro que sospechó. Cuando cancelaste todo lo de la boda ella trató de llamarme. Venía a mi casa, pero yo no le abría la puerta. Me mandaba mensajes preguntándome que cómo estaba, que qué había pasado. Me escribía suplicándome que por favor le dijera algo. Que al menos le dijera si estaba bien.
Poncho: Te acostabas con su marido mientras ella se preocupaba por ti.
Domínica: ¡No, Poncho! ¡¡Ya!! ¡No soy tan hipócrita, caray!
Poncho: ¿Y cómo se le llama entonces a todo esto, si no es hipocresía? Keila era tu amiga y tú mientras tratando de quitarle el marido, ¿no? ¿No es hipocresía eso?
Domínica: Nunca traté de quitarle nada. Nunca le pedí a Leo que terminara con su esposa. Ni se me pasaba por la cabeza. ¿Y sabes por qué? Porque entendí que ahí la que estaba mal era yo. La que actuó mal, fui yo. La que perdió un hombre que vale oro, fui yo. Porque eso eres, Poncho. Eres un hombre que no se merece haber pasado por lo que yo te hice pasar. Un hombre realmente valioso. Y te lo digo desde el corazón, con todo el cariño que te tuve y el que aun te tengo. No te lo estoy diciendo por arrepentimiento o por tratar que me perdones, porque sé que no tengo perdón. Al igual que sé que tampoco te puedo pedir que no me odies, que no sientas asco por mí. Seguro y te alegras de todo lo que me está pasando, pero no te voy a pedir que –Poncho la interrumpió-.
Poncho: Me conoces muy poco si crees que me alegra saber que estás mal. Y no, no te odio, Domínica. No me das asco. Entiendo –Domínica lo interrumpió-.
Domínica: No puedes entenderme, Poncho. Ni es mi intención que lo hagas.
Poncho –se sentó en el sofá de nuevo, haciéndole un gesto para que se sentara a su lado-: Puedo entenderte, Domínica. Yo también me enamoré de otra mujer.
Domínica: Poncho, no es lo mismo.
Poncho: No son las mismas circunstancias, pero entiendo que te hayas enamorado de Leo. Al final de cuentas yo no me quería enamorar de Anahí. No quería volver a sufrir. No más. Y sin embargo, veme –se encogió de hombros comenzando a llorar nuevamente-.

Hubo un momento de silencio, unos minutos quizás; en los que lograron calmarse los dos. Después Domínica habló.

Domínica –sonrió entre lágrimas-: Anahí... ¿Sabes qué hubiera sido raro?
Poncho: ¿Qué?
Domínica: Que no te hubieras enamorado de ella. Es la mejor amiga de mi hermana, la conozco desde chiquita. Y todo aquel que trata con ella, la llega a adorar en un solo segundo.
Poncho: Anahí me ayudó a cicatrizar nuestra herida.
Domínica: Me alegro mucho por eso –le dedicó una media sonrisa a Poncho-. De verdad. Es la mujer que te mereces, estoy segura. Estoy segura de que la vida siempre la tuvo pensada para ti. Y, ¿sabes? Algo me dice que ustedes van a ser muy felices –Poncho le secó las mejillas con sus manos-. Yo los voy a ayudar en eso.
Poncho –acariciando las mejillas de Domínica-: ¿Por qué? ¿Por qué quieres ayudarme?
Domínica –se encogió de hombros-: Supongo que algo bueno debo hacer por ti, ¿no? –Ambos rieron-. Además sé que ella te adora y te ama con todo su corazón. Estoy segura de ello. Tampoco es muy difícil enamorarse de ti.
Poncho: ¿Te vas a reenamorar? –Volvieron a reír los dos-.
Domínica –puso sus manos en las de él-: Espero que no –volvieron a reír-. Sólo quiero que seas feliz.
Poncho: Hiciste muchas cosas buenas, tanto por mí como conmigo. Fueron cinco años. Y a decir verdad... Fueron cinco años hermosos. A pesar de todos los problemas que tuvimos –el teléfono de Poncho comenzó a sonar y vio que era Adrián-. Domínica, tengo que irme –Domínica asintió-. ¿Quieres que te acompañe mañana?
Domínica: No. No te preocupes.
Poncho: ¿Vas a estar bien?
Domínica: Sí.
Poncho: ¿Segura?

Pasión y Amor van UnidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora