Capítulo 28

230 23 0
                                    

Any: Por nada, olvídalo. ¿De qué me quieres hablar con tanta insistencia?

Pidieron algo para tomar y luego de que se lo trajeron, Poncho comenzó a hablar.

Poncho: En dos semanas tengo que salir de viaje.
Any: ¿Te vas?
Poncho: Debo irme. Es un viaje de negocios y mis papás tienen que venir, porque como bien sabes, el dueño es mi padre y mi madre también trabaja con nosotros. Es obligatorio que vengan.
Any -intentando fingir la inquietud que estaba sintiendo ante tal noticia-: Pero... ¿Cuánto tiempo te vas?
Poncho: No sé aún cuánto tiempo tengamos que estar fuera, tal vez unos días, quizás unas semanas...
Any: Pero, ¿y entonces? ¿Qué... esto era lo que me querías decir?
Poncho: No, verás... No sabía a quién acudir, pero... Silvia no puede venir y bueno... Tiene que seguir yendo a la escuela, y... no sabía a quién pedirle el favor porque ya sabes que es muy especial...
Any –cortándolo-: ¿Me estás pidiendo que me quede con Silvia, por no sé cuánto tiempo, mientras tú y tus papás están fuera?
Poncho: Te lo pido como un favor. Sé que con nadie iba a estar mejor mi sobrina que contigo. Y no nada más por cuidarla, sino porque ella quisiera.
Any: ¿Y qué hago? ¿Me la llevo a mi casa?
Poncho: Eso... ¿Eso quiere decir que aceptas? -tomándole la mano-.
Any: Nada me gustaría más que quedarme con tu sobrina, Poncho. Es una niña encantadora y me encanta estar con ella.
Poncho: ¿Entonces puedo contar contigo para no dejarla sola?
Any -mirándolo a los ojos con mucha ternura-: Por supuesto que sí. Siempre que necesites ayuda con Silvia puedes contar conmigo. Adoro mucho a tu sobrina.

Estaban sentados en un sofá del café. Se quedaron mirándose a los ojos unos segundos, y luego las miradas buscaron los labios del otro. Any, con los ojos cerrados, sintiendo su corazón a mil por hora, sintiendo el olor de la loción de Poncho, le susurró un gracias por haber confiado en ella.

Any estaba quieta, tan sólo respiraba con los ojos cerrados, sintiendo como Poncho era quien iba acercándose a ella. Poncho, aún con los ojos abiertos, dejó de agarrarle las manos y le agarró con suavidad por las mejillas y se le acercó a su oído.

Poncho: No te voy a besar.
Any -separándose de él en menos de lo que canta un gallo-: ¡No! ¡Claro que no! Pero porque yo no quiero que me beses.
Poncho: ¿Segura? -Se acercaba a ella-.
Any: Alfonso, ¿qué demonios estás haciendo? ¿Intentas jugar conmigo?
Poncho: Claro que no.
Any: Eso espero, porque te advierto -le pasa su dedo índice por los labios, bajando por el cuello-, que como intentes jugar conmigo -baja por el pecho de él, hasta su abdomen, llegando un poco más arriba de su miembro-, no vives para contarlo -le agarró fuerte sus partes, haciéndole daño-. ¿Entiendes? -Le sonríe falsamente-. Yo también sé jugar.
Poncho -intentó no poner cara de dolor-: Te entiendo, pero suéltame.
Any: Pues no juegues con fuego, Ponchito... Porque te puedes quemar -lo suelta de mala gana-. Y ya, respira. No te me vayas a morir aquí mismo.
Poncho –pensando-: Any, Any... Cuanto peor me lo pongas, más trabajaré para tenerte conmigo...
Any: ¿Qué piensas?
Poncho: Nada. Como si pudiera pensar con este dolor... 
Any: Ajá. ¿Me llevas a la casa de Alejandra?

Poncho: Claro, en un ratito te llevo.
Any -mirándolo de forma asesina-: Ya.
Poncho: Vas a esperarte que se me pase el dolor -le sonríe falsamente también-.
Any: Perfecto, me voy sola entonces. 
Poncho: Más que perfecto. Vete sola.
Any: Ok... Adiós. Avísame cuando te vayas a ir para ir por Silvia. Bye.

Any se levantó del sofá, pero antes de que diera un solo paso, ya estaba encima de Poncho, pues este la agarró del brazo y tiró de ella.

Any: Suéltame.
Poncho: ¿Quién te crees que soy? No voy a permitir que te vayas sola.
Any: Entonces llévame.

Se quedaron muy serios mirándose, sintiendo uno el cuerpo del otro rozando con el suyo. A Poncho se le estaba despertando su amiguito, señal de que el dolor se iba pasando. Any cada segundo se sentía más nerviosa, no sabía cómo manejar la situación. Ambos cerraron los ojos, acercando al mismo tiempo sus bocas, hasta que al fin llegaron al roce.

Any -abriendo los ojos-: No te voy a besar.

Se quitó de encima de Poncho, se levantó del sofá y se salió a la puerta del café, seguida de Poncho, que apenas podía fingir el dolor que aún quedaba. Subieron al coche y de nuevo el camino fue silencioso. Al llegar a la casa de Alejandra, Any se bajó del coche antes de que Poncho pudiera abrirle la puerta, y quedaron enfrente, casi pegados. Alejandra los estaba mirando desde la ventana de su habitación.

Alejandra: ¡¡Vamos, vamos!! Poncho, ¡bésala!

Poncho miraba a Any, y esta tan solo miraba hacia un lado.

Poncho: De nada.
Any -lo mira muy seria-: No tengo nada que agradecerte. Ya te agradecí que confiaras en mí para quedarme con Silvia.
Poncho: ¿Estás enojada por algo?
Any: No. ¿Por qué? ¿Lo parece?
Poncho: No, no lo parece. Se nota –dijo haciendo mucho hincapié en estas dos palabras-.
Any: Ajá -sin mirarlo de nuevo-.
Poncho: ¿Qué te pasa? ¿Qué te hice para que estés así?
Any: ¿Cómo? ¿No lo sabes? Uy, pobrecito, es un bebé que hace cosas para dañar y no se da cuenta. Pobre de ti, Poncho, ve la pena que me das –le dijo irónicamente-. ¿Me dejas pasar?

Poncho se apoyó en la puerta del coche, dejando espacio a Any para que pudiera irse, y dicho y hecho... En cuanto Poncho se apartó ella comenzó a caminar, pero antes de que llamase a la puerta, Poncho se acercó corriendo por detrás, la volteó y la besó. Fue un beso que duró varios minutos, puesto que ambos lo estaban necesitando y disfrutando, y mientras Poncho agarraba a Any por la cintura para pegarla más a su cuerpo, ella lo agarraba del cuello como si aquel fuera el último momento juntos, pero pronto el beso terminó cuando Any se separó de él al sentir la mano de Poncho llegando cada vez más abajo.

Any: Así no. Así no me ayudas en nada. Vete.
Poncho: No te ayudo en nada porque no quieres. Niégame que sentiste el beso. ¿Por qué no me das de una vez la oportunidad de estar contigo?
Alejandra -abriendo la puerta-: ¿Ya se besaron?
Any: Alejandra, déjanos solos, por favor.

Alejandra se fue, notó a Any triste al mismo tiempo que enojada. 

Poncho: Anahí -agarrándola de los brazos con suavidad-.
Any -sin dejarlo hablar-: Alfonso, ¿para qué quieres estar conmigo si no me amas, y yo tampoco te amo?
Poncho: ¿Y entonces qué es lo que estamos sintiendo? ¿Por qué tenemos la necesidad de vernos, Anahí? Explícame tú.
Any: Pasión, atracción física, Alfonso, está más que claro. Y hoy es que lo entendí. No necesito tus besos, sino otra cosa...
Poncho: ¿Qué? –le preguntó deseando que le dijera que lo necesitaba a él-.
Any: Estar con Julián para siempre.
Poncho: ¡¡No!! Anahí, ¡¡no!! ¡Te estás confundiendo otra vez!
Any: ¡¡No me grites que no soy sorda y es tarde para que los vecinos quieran oírte!!
Poncho –suspiró-: Perdón... Pero Anahí, es que... ¡¡Uf!! -Se voltea, echándose las manos a la cabeza, echando para atrás su pelo-.
Any: Alfonso, entiéndelo tú. No nos amamos, por Dios. El primer día que nos vimos...
Poncho –cortándola-: El primer día que nos vimos no estaba demasiado bien, pero si volví a aquel lugar fue porque quise, porque creí en el amor a primera vista.
Any: ¿A primera vista o al primer revolcón? Alfonso, por favor, no tenemos quince años para andar enamorándonos de la primera persona que nos diga algo bonito.
Poncho: No... No te entiendo nada. Primero te haces la enojada por no besarte en el café, ¿y ahora?
Any: No me hice la enojada por nada. Sigo enojada por lo que hiciste.
Poncho: ¿Pero qué hice?
Any: Ya mejor márchate, por favor.
Poncho: Me voy, pero porque ya es tarde, no porque no tenga nada más de qué hablar contigo, porque te vuelvo a repetir, que yo no hice nada.
Any: Bye, Alfonso.
Poncho: Adiós. Que descanses al menos.


Pasión y Amor van UnidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora