Capítulo 79

181 19 2
                                    

-FlashBack-

Leo: ¿Estás bien?
Domínica –retirándose una lágrima-: ¿Viste la cara de Poncho?
Leo: Claro que lo vi.
Domínica: ¿Sabes qué me dijo cuando subimos a la habitación? Que nosotros también podríamos tener un hijo. Así sería de la misma edad que el tuyo.
Leo: ¿Qué le dijiste?
Domínica: Que no era el momento. Que yo no me sentía preparada para ser mamá. Y que aun quería disfrutar un poco más de la vida –dijo llorando-.
Leo: Domi... ¿Por qué no le cuentas?
Domínica: Porque no puedo, Leo. Porque no... Porque no tengo el valor de hacerlo. No sé cómo decirle. No quiero perderlo por no poder darle hijos.
Leo: Poncho te adora, Domi. No lo vas a perder. Pero dale la oportunidad de saber esto. Dale la oportunidad de que juntos, superen algo tan fuerte.
Domínica: No, Leo. Por favor... No me insistas. No quiero romperle la vida de esta manera.
Leo: ¿Quieres que hable yo con él?
Domínica: No. No... Esto es algo que yo tengo que decirle. Algún día. No quiero que también se enoje contigo por esto.

-Fin FlashBack-

Poncho: ¿Y después de eso?
Domínica: Ese día estuvimos comiendo en la piscina de la casa y se me derramó el vino tinto en el bikini, ¿te acuerdas?
Poncho: Sí. Te fuiste corriendo a ponerte otro. Siempre has odiado tener alguna mancha en tu ropa.
Domínica: Subí a nuestra habitación maldiciendo el momento. Maldiciendo ese maldito fin de semana que tanto me estaba lastimando. Agarré el otro bikini y entré al baño a cambiarme. Cuando salí aún no me había atado la parte de arriba y estaba Leo sentado en nuestra cama. Me ayudó con el bikini y me abrazó diciendo que me había oído quejarme. Me preguntó si estaba mejor y le dije que no. Que me moría de ganas porque ese fin de semana terminara cuanto antes. Y desde ese momento, cada vez que necesitaba desahogarme lo buscaba a él, quien siempre me decía que te tenía que contar... Fui una tonta, sí, porque debí haberte contado todo y haberme refugiado en ti –le dice mirándolo mientras dejaba de tener el control de todas sus lágrimas-. Pero cada vez que lo intentaba me hacía mucho más cobarde, era mucho menos capaz.
Poncho: ¿Y si tanto interés tenía Leo en decirme, por qué no lo hizo él mismo?
Domínica: Porque yo le pedía que no lo hiciera, Poncho. Porque no quería que además de romperte en mil pedazos, te enojaras conmigo por pensar que no te tenía confianza, ¿me entiendes? Yo no podía destrozarte de esa manera pero mucho menos podía permitir que te destrozara otra persona, así fuera tu mejor amigo... Después de eso seguimos viéndolos como siempre. Y cada vez que se hablaba del embarazo de Keila, Leo se daba cuenta de que me ponía mal y hacía por cambiar el tema. Leo ya no estaba siendo nada más el mejor amigo de mi novio sino que además, se estaba convirtiendo en mi mejor amigo también. Recuerdo que un día me pidió permiso para contarle a Keila lo que me estaba pasando y así podernos ver sin que ella sospechase algo. Me dijo que Keila ya le había comenzado a reclamar que cuando estábamos juntos parecía que estaba más pendiente de mí que de ella. Y le di el permiso para que le contara.
Poncho: ¿Keila también sabía de tu problema?
Domínica: No. Leo me dijo que nada más le había dicho que no estaba pasando por un buen momento contigo. Después de todo esto, nuestra relación también comenzó a ir peor. Las cosas en tu trabajo parecía que se estaban torciendo y yo te dejé a un lado con tus cosas. Yo no me quería entrometer en eso, eran cosas tuyas al final de cuentas. Cuando nació Fernando y fuimos a conocerlo, me volví a derrumbar como nunca cuando te vi cargarlo. No sólo se te iluminó la mirada, Poncho. Te hubieras visto –sonrió con ternura entre lágrimas y sollozos-. Se te iluminó toda la cara. Pareció como si te hubiera visto el alma. Y ahí entendí que me había enamorado de otro hombre –dijo comenzando a llorar más si cabía-. En silencio. Un hombre felizmente casado, con dos hijos. Y que además era el mejor amigo de mi prometido.
Poncho: Te pedí matrimonio semanas antes de que naciera Fernando.
Domínica: Sí.
Poncho: ¿Por qué aceptaste? Ya te habías enamorado de Leo.
Domínica: Pero no me di cuenta. Para mí... Nosotros no estábamos bien, pero según yo, te seguía amando. Me seguías importando, me seguías doliendo. Me seguía preocupando que... Que te enteraras de lo mío y que aún así me terminaras. No podía... No sé. Me angustiaba mucho eso. Creía que lo nuestro nada más estaba pasando por un mal momento. Después de eso... Poco tiempo después del nacimiento de Fernando, me llamó Keila. Me dijo que Leo no había llegado a casa, que si estaba conmigo. Pero no. No lo estaba. Yo estaba de saliente, acababa de salir de una guardia en el hospital y me fui corriendo a buscarlo. ¿Sabes dónde estaba?
Poncho: ¿Dónde?
Domínica: Estaba en la puerta de tu casa. Borracho. Keila me contó que habían discutido muy fuerte y que salió de la casa hacía unas horas. Lo ayudé a subirse en mi coche y lo llevé a mi departamento.
Poncho: Pero... ¿Cómo en mi casa? Nunca me enteré de eso.
Domínica: Tú no estabas. Te habías ido con tu padre a un viaje de negocios. Cuando estábamos en mi departamento, me dolió verlo así. No supe qué hacer, no supe cómo actuar. Fui a por una tila para calmarme y cuando iba a regresarme a la sala, Leo estaba en la cocina. Lo miré y me abrazó llorando, agradeciéndome que hubiera ido a por él. Me preguntó si podía dormir en mi casa porque no quería ver a Keila esa noche. Y yo no se lo pude negar. Después nos fuimos a la sala y me preguntó por ti, me preguntó cómo nos iba. Y no le pude mentir. Le dije que estábamos cada vez peor y que ya no estaba segura de nada. Se interesó por eso y...

Pasión y Amor van UnidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora