Capítulo 42

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Any: Mi amor, ¿por qué hiciste eso que me dijo tu profesora?
Silvia: Porque Brida y Cristina son malas, Any -dijo comenzando a llorar-.
Any: Pero, ¿qué te hicieron ellas?
Silvia: Se burlaron de mí.
Any: ¿Y por qué se burlaron? –Pero Silvia no respondió- Silvia...
Silvia: Es que... La semana que viene van a hacer en la escuela el día de la madre, y como yo no tengo mamá empezaron las dos a burlarse muy feo, y ya estoy cansada de eso.
Any: Pero Silvia -no sabía ni qué decirle-. Porque esas niñas se burlen de ti, no tienes por qué pegarles, mi amor. Las cosas no se arreglan así, a golpes. ¿Sabes algo? Cuando yo tenía tu edad más o menos, había una niña en mi salón que cada día llegaba a clase con una muñeca diferente, y yo nada más tenía una, ¿sabes qué hacía ella?

Silvia: Qué.
Any: Siempre ensuciaba el vestido de mi muñeca y un día hice lo mismo que tú, pero no sirvió de nada. ¿Sabes lo que sí me sirvió?
Silvia: Qué cosa.
Any: El largo sermón de mi mamá.
Silvia: ¿Qué te dijo?
Any: Pues más o menos lo mismo que yo te estoy diciendo a ti, aunque ella me regañó bastante... Pero después también que aquella niña era así de mala porque me tenía envidia.
Silvia: ¿Envidia por qué, si ella tenía muchas muñecas?
Any: Envidia porque yo era feliz a pesar de no tener ni la mitad de sus muñecas. Envidia porque mi mamá si tenía tiempo para jugar con mi única muñeca y ella, a pesar de todas las muñecas que le compraban sus papás, tenía que jugar con su nana... Envidia porque la verdadera felicidad no está en la cantidad de juguetes que tengas o en la marca de la ropa que usas. Sino en la cantidad de cariño y amor que te de tu familia.
Silvia: Pero ella no me tiene envidia, porque mi mamá no puede jugar conmigo porque está muerta –llorando-.
Any: Tu mamá no –le dijo acariciándole la carita-, pero tu tío si, y lo hace. Tu abuela y tu abuelo también pueden y ahora también yo, ¿o no?
Silvia: Pues sí, pero siempre están ocupados, y tú no vives aquí para jugar siempre.
Any: Corazón... No te pongas así. Acuérdate de lo que te dije un día de que cada cosa tiene su momento. Con esas niñas seguro que sus mamás, sus tíos o sus abuelos no juegan. ¿Y te digo algo?
Silvia: Dime.
Any: ¿Qué no te acuerdas que yo soy tu mamá de mentiritas?
Silvia: Si, pero no eres mi mamá de verdad.
Any: Bueno, pero si te puedo acompañar a lo de la escuela la semana que viene, ¿o no? –Sonriéndole-.
Silvia -se tranquilizó un poco-: ¿En serio harías eso por mí?
Any: Pero claro que sí, mi amor.
Silvia –sonriendo-: pero y entonces... ¿Voy a poderte llamar mamá? Porque en la escuela le digo papá a mi tío.
Any: Podrás decirme mamá, Anahí, Any, tía o como tú quieras...
Silvia: Gracias...

Se incorporó en la cama y abrazó a Any con mucho ímpetu, y en ese momento Poncho, aprovechó para entrar.

Poncho: Bueno, bueno... ¿Qué para mí no hay abrazos de esos? ¿O qué onda?
Silvia -se separó de Any para mirarlo, pero dejó un brazo en sus hombros-: No, porque tú eres un ogro.
Poncho: ¿Yo soy un ogro? ¿Y ahora que hice?
Silvia: Llegas tarde y entras a mi cuarto sin permiso. Eso hacen los ogros.

Any se reía al ver la cara de Poncho, estaba a punto de hacer que la niña no parase de reír.

Poncho: Pero seré un ogro bueno, ¿no?
Silvia: No.
Poncho: ¿No? -Acercándose a Silvia-. Al menos si seré un ogro guapo, ¿no? ¿O tampoco?
Silvia: Tampoco –riéndose-.
Poncho: Entonces princesa, usted quiso que este ogro no la deje dormir...

Comenzó a hacerle cosquillas sin parar y Silvia sólo se reía, pidiéndole ayuda a Any, quien también se unió a hacerle cosquillas a la niña.

Silvia: ¡Ay no! Ya paren, ¡por favor! Ya me quiero dormir, ¡déjenme!
Poncho: No, señorita, ahora se me aguanta –riendo-.
Any: Por una vez que tu tío llega en la noche y estás despierta, ¿quieres que paremos?
Silvia: Si, por favor -puso pucheritos-.
Poncho –parando-: Bueno princesa, ya sabes qué tengo que hacer para que pare, ¿no?

Pasión y Amor van UnidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora