Capítulo 16

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Any –sonríe-: Ven -abraza a la pequeña-: ¿Sabes que eres una niña muy buena y muy hermosa?
Silvia -se pone colorada-: La gente dice que estoy igualitita de hermosa que mi tío...
Any –pensando, se queda mirando a Poncho-: Cuánta razón lleva la gente... Poncho es el hombre más perfecto que vi en mi vida.
Silvia: Bueno, yo me voy, ustedes terminan rápido de platicar, porque yo ya quiero jugar contigo, Anahí.

Silvia se fue del salón y regresó al jardín a jugar, mientras Any y Poncho quedaron mudos, prendados uno de la mirada del otro, perdidos en el brillo de cada mirada. Y no tenían interés ninguno por romper el silencio. Poco a poco iban acercando sus cabezas, poco a poco cada vez estaban más cerca de sus bocas, cada vez oían más la respiración del otro. Cerraron los ojos antes de que sus labios pudieran juntarse, como si todo el tiempo del mundo fuera para ellos... Pero esta vez era diferente a todas las veces. Esta vez, se necesitaban de verdad. Necesitaban nada más el apoyo del otro.

Al fin los labios de Anahí se posaron en los de Poncho; o los labios de Poncho en los de Anahí, para que sus bocas se fundieran en un beso que pronto cortaría ella, tan pronto como pudo reaccionar.

Any -apartando a Poncho de ella-: No, Poncho, por favor... Basta. Tenemos que terminar con todo esto...
Poncho: Ya, ya... Perdón, yo no... No quería volver a caer... Lo siento.
Any: Está bien, no importa. También fue mi culpa. Pero... Necesito preguntarte algo muy importante.
Poncho: Dime entonces...
Any: Este... A ver cómo te digo esto –suspiró-. Poncho, ¿tú...? 
Poncho –vuelve a tomarla de las mano, como gesto de protección-: Any, tranquila, ¿qué pasa? ¿Qué me quieres preguntar?
Any: Bueno... Directa al grano, sino yo creo que jamás te preguntaré.
Poncho: Sabes que conmigo puedes ir sin rodeos.
Any: ¿Usaste protección todas las veces?

Poncho, quien algo oyó en el parque, no sabía si decirle la verdad, o si mentirle, por eso de que Anahí dijo que quería que el bebé fuera de Julián y que además le tenía miedo a su novio, pues no quería causarle más problemas a la mujer a la que estaba admitiendo para él mismo, que la estaba amando.

Any: Dime la verdad, Poncho, por favor -dijo asustada y apurada-.
Poncho: Aunque quisiera mentirte, no puedo.
Any: ¿Eso quiere decir que...?
Poncho –cortándola-: ¿Estás embarazada?
Any -levantándose del sofá-: No sé -se le escapan algunas lágrimas nuevamente-. No sé, Poncho... Llevo una semana de retraso, pero me da miedo hacerme pruebas, contarle a Julián... No sé, me da miedo todo...
Poncho: Anahí... Si estuvieras embarazada y ese niño fuese mío...
Any -lo corta, se voltea y le da la espalda a Poncho-: No. Si estoy embarazada, este hijo es sólo mío, y de mi novio. De nadie más.
Poncho: Pero Anahí, ¡¡por Dios!! Tú sabes que yo podría ser un buen papá.
Any -se voltea llorando para gritarle a Poncho-: ¡¡Y no lo dudo, Poncho!! ¡No lo dudo! ¡¡Si el niño quiere un coche, tú se lo compras, que quiere una moto, tú se la das, que quiere estudiar fuera, tú le pagas todo!!
Poncho -llorando también, pues le hicieron daño las palabras de Anahí-: Anahí, no hablaba de eso. No estoy hablando del dinero, caray.
Any: ¿Por qué? ¿Por qué no la usaste, Poncho? ¿Por qué?
Poncho: No sé... Yo pensé que tú...
Any: ¡¿Que yo qué?! ¿Que yo tomaba algo o que tenía algo anticonceptivo? ¿Por mi trabajo? Pues no, Poncho... ¡No! ¿Pensaste que por vivir de lo que vivo me cuidaba? No todos tenemos los mismos recursos que tú. Claro que me cuido, pero usando preservativo.
Poncho –enojado-: ¡Maldito dinero! ¿Puedes dejar de hablar de eso?
Any -calmando el tono de voz-: ¿Sabes algo? Este bebé no será de nadie. Ni si quiera mío –llorando-.
Poncho: ¿Qué? Anahí, no... ¡No puedes hacer esa locura! –gritando-.
Any: ¿No puedo? ¿No puedo abortar? ¡¿¡¿Puedo tener un bebé siendo una prostituta?!?! ¿Eso puedo? -lloraba cada vez más-. Dime Poncho, ¿crees que eso está bien? ¿Puedo tener más problemas por culpa de no cuidarnos?
Poncho: ¡¡Ya deja de decir que eres una prostituta!! Anahí... Escúchame, tranquilízate... Vamos a calmarnos, por favor -la coge de los brazos con suavidad y se sienta con ella en el sofá de nuevo-. Anahí, no vayas a hacer eso, por favor te lo pido. También es mi hijo –le dijo, sintiendo y deseando que estuviera embarazada de él-.

Any intentaba llorar en silencio e intentaba llorar cada vez menos, pero no era capaz.

Any: Poncho -lo mira a los ojos-: No tengo de otra, entiéndeme. Es lo único que puedo hacer.
Poncho -la abraza-: Puedes hacer muchas cosas más, Any –susurrándole-. Si me dejaras ayudarte en todo.
Any: No, Poncho. No hay nadie que pueda ayudarme. Ni si quiera yo misma puedo hacer algo por mí.
Poncho: Anahí, cásate. Cásate conmigo. Casémonos y déjame cuidar a ese bebé. Dame la oportunidad de hacerlos feliz, de cuidarte en tu embarazo, de vivir esto a tu lado que tan hermoso puede ser. Déjame ser tu familia.
Any -sin dejar de abrazar a Poncho-: No podemos hacer eso, Poncho, es una locura.
Poncho: Pero es nuestra locura. Anahí, cásate conmigo, por favor. Nos mudamos a otra ciudad si quieres.
Any: Pero Poncho, no puedo dejar a Julián, entiéndelo. Además no es seguro que esté embarazada...
Poncho: Déjame sacarte de ese mundo y ayudarte a superarlo. Te lastimas mucho a ti misma.
Any: No, Poncho... Debo estar ahí.
Poncho: ¿Por qué? ¿Por qué me niegas? -se separa de ella y se queda mirándola a los ojos-.
Silvia –entrando-: Oye, Anahí... ¿Cuándo vas a venir? Ya casi es de noche y aún no jugaste conmigo.
Any: Perdóname -le dijo a Poncho, mirándolo con dolor-.
Silvia: Está bien, pero ¿ya vienes?
Any -mirando a la niña-: Si, ya voy, princesa -le sonríe triste-. Voy... Voy a jugar un ratito con tu sobrina, ¿sí? Luego me iré a mi casa y... Mañana no quiero que te acuerdes de mí, por favor. No merezco que estés al pendiente de mí. No te merezco, Alfonso...

Poncho, que conocía perfectamente bien a su sobrina, decidió callar y dejar que Any saliera al jardín. La noche ya estaba llegando, y cada minuto que la niña pasaba con Anahí, menos se quería separar de ella.

Silvia: Anahí, ¿quieres que te muestre mi estrella?
Any: Claro, mi vida. ¿Cuál es?
Silvia: Es esa, la segunda estrella hacia la derecha -se sienta en el columpio-.
Any –sorprendida-: ¿La tuya también? -Sentándose en el otro columpio-.
Silvia: ¿De quién más?
Any: También es esa mi estrella.
Silvia: ¿Por qué? Mis papás al morir allá se fueron.
Any: Mi hermana también se murió, ¿y sabes? Ella siempre me decía que me iba a cuidar desde esa estrella.

Poncho salió al jardín a avisar a Silvia de que la cena ya estaba lista, pero decidió quedarse cerca de ellas para oírlas, ya que se dio cuenta que no estaban jugando, sino hablando.

Silvia: ¿Por qué?
Any: Porque el héroe de mi cuento favorito, allí vive.
Silvia: ¡El mío también!
Any –riéndose-: ¿En serio? ¿Tu cuento favorito es el de Peter Pan?
Silvia: Si. Todas las noches le pido a mi tío que me lo cuente, pero a veces no puede y me pongo triste, y me lo cuenta mi abuelo o mi abuelita.
Any: ¿Y qué haces cuando te pones triste?
Silvia: Pienso en que mis papás están con Peter y lo están convenciendo de que venga por mí. ¿Por ti ya vino?

Anahí estaba muy ilusionada con esa niña, cada palabra que decía le parecía conocerla de toda la vida y más adentro de su corazón se metía.

Any: No... Pero yo sé que lo hará -mirando a la estrella-. Mi hermana también lo está convenciendo, y sólo es cuestión de creer... De creer con todo tu corazón en lo que quieres, y así se va a cumplir.
Silvia: Yo tengo un hermano, pero está lejos de la ciudad, estudiando... Ha de sentirse muy bonito cuando tienes uno cerca, ¿no es así?

Poncho decidió avisar ya a la niña, antes de que Any se pudiera poner triste.

Poncho: Silvia... Ya es hora de entrar, tienes que cenar. Mañana tienes que ir a la escuela.
Silvia: Si tío. Oye, Any... ¿Te puedo pedir un favor?
Any: Dime, preciosa.
Silvia -se levanta del columpio-: Quédate a cenar conmigo, por favor.
Any: Mi amor, yo quisiera, pero no puedo.
Silvia: ¿Ya no me quieres?

Pasión y Amor van UnidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora