Any –se encogió de hombros-: ¿Cómo le haces...? –Dejándose llevar por un mar de lágrimas, sollozando casi sin poder respirar-. ¿Cómo le haces para que una persona a la que conoces de toda la vida asuma que tiene un problema y te deje ayudarlo? ¿Cómo le haces para descubrir cuál es ese maldito problema? ¿Cómo le haces para poder escapar de una persona tan peligrosa y poder ser feliz?
Teresa: Perdóname... Pero no te estoy entiendo nada, hija –le dijo acariciándole la carita con ternura y preocupación-.
Any –tomando aire para tratar de calmarse-: ¿Te puedo confiar algo? –Teresa asintió-. Algo muy íntimo –Teresa insistió en que sí-.******
Cuando Poncho aterrizó en la ciudad, ahí estaba Domínica esperándolo; sin saber muy bien por qué lo llamó a él. Domínica manejó hasta la casa de Poncho en total silencio. Cuando llegaron, Poncho saludó a Silvia y a su mamá.
Poncho: Muchas gracias por quedarte con Silvia.
Viviana: No me agradezcas nada, hijo. Es mi nieta -dijo riendo-. Así que era verdad, ¿no? –Viendo que llegó con Domínica- Regresaste con Domínica -dijo alejada de ella-.
Poncho: No mamá. Te lo puedo explicar todo, pero que sea mañana, ¿sí?Domínica se sintió avergonzada bajo la mirada de Viviana, quien tan bien la había tratado durante los años que estuvo de novia con su hijo. Y por la mirada que Viviana le había lanzado, entendió que Poncho le había contado todo a su madre.
Viviana se despidió de Poncho y de Silvia y se fue.
Silvia: ¿Vas a cenar con nosotros?
Domínica: No, Silvia. Sólo vine para hablar con Poncho.
Poncho: Vete a jugar, mi amor. Luego te busco. Te amo –cuando la niña se fue corriendo, se volteó a Domínica-. Puedes sentarte.
Domínica: Estoy bien así. Gracias.
Poncho: Como quieras.Ambos se estaban sintiendo muy extraños de estar juntos y solos de nuevo en casa de Poncho, sin besos, sin caricias, sin arrumacos, sin jueguecitos, sin sonrisas, pero sobre todo, sin sentimientos.
Poncho: ¿Estás bien?
Poncho interrumpió los pensamientos de Domínica, quien estaba mirando a un punto fijo, a una estatuilla que les regalaron en Cancún a los dos y sintiéndose muy arrepentida por cómo le hizo pasar a Poncho hacía casi un año.
Domínica –sobresaltándose-: Sí. Nada más... Me parece raro estar aquí de nuevo.
Poncho: Te hubiera dicho de vernos en un café, pero tenía ganas de regresar a mi casa.
Domínica: Tranquilo, no me tienes que explicar nada.
Poncho: Domínica, te quiero preguntar algo –Domínica lo miró alzando sus cejas, animándolo a preguntar-. ¿Por qué me llamaste a mí?
Domínica –tomó aire para expulsarlo lentamente-: ¿La verdad? No lo sé. Siento si te molesté.
Poncho: No, no es por eso. Nada más me extrañó.
Domínica –encogiéndose de hombros-: Supongo que no sabía a quién acudir. O más bien... No tenía a quién.
Poncho: Pudiste haber llamado a... A Leo –dijo con trabajo, casi en un susurro-.
Domínica: Lo hice –le dijo bajando la mirada al suelo-.
Poncho: ¿Y? Hablaron supongo, ¿no?
Domínica: No. Al principio me colgó. Pero luego me devolvió la llamada. Me dijo que estaba con su esposa y que no podía hablar. Le dije que era importante, se quedó callado y le dije que estaba embarazada. Luego colgó.
Poncho –casi sin saber cómo reaccionar-: Entonces... Ustedes se han seguido viendo. Después de que yo los descubriera.
Domínica –respondió avergonzada e incómoda-: Sí.Poncho no supo cómo reaccionar y sólo se sentó, cubriendo su rostro con sus manos, jalando su pelo hacia atrás.
Poncho: ¿Nunca tuvieron miedo de que yo hablara con Keila?
Domínica: Claro que lo teníamos. Sobre todo él. Yo no tenía nada que perder.
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Pasión y Amor van Unidos
RomanceNunca es fácil terminar con una pareja, mucho menos después de llevar muchos años juntos y saber que esa persona es tan peligrosa, que es capaz de hacer cualquier cosa. ¿Podrá Anahí dejar a su novio para vivir su vida al lado de Poncho, el hombre q...