Capítulo 31

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Cerró la puerta, se acercó a la ventana y bajó la persiana, puesto que estaba a punto de amanecer y prefería que los iluminara tan solo los primeros rayitos de luz entre los huecos de la persiana; sabía que eso le gustaba a Any. Se recostó al lado de Any, mirándola a los ojos, acariándole con una mano su cabello y con la otra rodeando su cintura. 

Any lo miraba con una sonrisa coqueta, se puso boca arriba y le rodeó el cuello con sus brazos para poder besarlo. 

Julián comenzó a darle piquitos tiernos, y poco a poco, Any, sintiéndose cada segundo más cómoda, separó un poco sus labios para que Julián pudiera jugar con su lengua y la de ella, quien se quitó los zapatos con los pies. Él se separó un segundo de ella para contemplarla y acariciarle la carita, ella le sonrió y también le acarició.

Julián: No sabes cuánto te extrañé, mi amor.
Any -se le escapó una lágrima-: Yo también te extrañé, pero no digas nada, por favor...

Volvieron a unir sus bocas y comenzaron primero a acariciarse suavemente, como si ambos fueran de porcelana. Luego Any, sin separar sus labios de los de él, le desabrochó la camisa lentamente, quitándosela con delicadeza con su ayuda. 

Julián le sacó el suéter y luego la blusa y comenzó a bajar sus besos... Bajó hasta besar sus senos, aún con el sostén puesto. 

Any enredaba sus dedos en el cabello de él y luego le hizo saber a Julián que quería que le quitase el sostén. Se sentó en la cama con Any encima, quedando a su altura y ella apoyó la planta de los pies en la cama, pero no dejaron de besarse en ningún momento. Julián, besándole el cuello, pasó a acariciarle la espalda; después le besó un hombro, bajándole la tira del sostén, y pasó al otro hombro, repitiendo lo mismo que en el otro; luego le desabrochó y se lo quitó pausadamente. Quería sentir la piel suave que siempre tuvo Anahí y que tanto tiempo hacía que no la sentía. En ese momento entendió que hacía mucho tiempo que no le hacía el amor a su novia.

Any en esa postura, y aún los dos con los jeans puestos, no pudo hacer otra cosa más que comenzar a moverse.

Julián: Dios Anahí... No hagas eso...
Any: ¿Por qué? -haciéndose la que no sabía nada-.
Julián: Lo sabes perfecto...

Any sabía que si seguía con esos movimientos, iba a romper el encanto, y junto a eso, rompería lo que tanto estaba necesitando de él, su atención. 

Esta vez, la relación sexual con Julián la usaría para poder ver si verdaderamente estaba dispuesto a pensar en ella o no. 

Julián la puso de pie en el suelo, le quitó sus jeans y la recostó en la cama relajadamente, se quitó sus jeans y se acostó al lado de ella, poniendo su tronco encima y así pasó a acariciarla. Ella por su parte disfrutaba cada caricia, notaba cómo se le erizaba la piel al contacto de la mano de Julián por cada milímetro de su cuerpo, y sentía que pronto comenzarían a salir gemidos, pero besó a Julián para hacerle saber que quería más, sin poder callar los gemidos.

Julián se dio cuenta de lo que pedía su novia... Le quitó el coulotte que tenía Any con mucha delicadeza, se quitó sus calzones y todo comenzó. Fue lento, romántico, mágico, suave, como hacía tanto tiempo no era. Julián, sintiendo que estaba a punto de llegar, salió de Anahí y la miró a los ojos... Una vez se le pasaron las ganas de llegar, entró nuevamente en ella, y así hizo varias veces hasta que ya no aguantó más, pero fue algo de los dos, hizo que Any llegara al mismo tiempo, dejando en sus labios el mayor orgasmo que pudo haber escuchado en Any desde hacía mucho tiempo. 

Cuando terminaron, se abrazaron y Any comenzó a sollozar.

Julián: Tesoro, ¿estás llorando?
Any: No, bueno... Es que... Julián -levanta su cabeza-... Hacía tanto tiempo que no pasaba esto... Tanto tiempo que no pensabas en mí cuando teníamos relaciones... Ha sido el mejor amanecer que pasé contigo después de tanto tiempo.
Julián: Ya te dije que estoy muy arrepentido por todo, y no te estoy mintiendo. Pero ven, tontita...

La abrazó haciendo que Any pusiera su cabecita en su pecho y se quedaron dormidos. Luego Julián se despertó a eso de las 2:00pm y fue a preparar el almuerzo mientras ella seguía dormida, aunque se despertó enseguida al sonarle el celular.

Any –respondiendo-: ¿Bueno?
Poncho: Vaya, hasta que respondes.
Any: ¿Quién es? -sin reconocer la voz-.
Poncho: Soy Poncho, Anahí, ¿estabas dormida aún?
Any: ¿Qué pasó? ¿Cómo aún? Acabo de dormirme...
Poncho: Ya, bueno... Anahí, hoy tengo que irme. ¿Podrías estar en mi casa a las 5:00pm?
Any: ¿Qué hora es?
Poncho: Son las dos.
Any –despertándose-: ¿Qué? ¿Cómo que las dos? Alfonso, ¡¡no me va a dar tiempo!! Me tengo que bañar y todo.
Poncho: Bueno, tú verás cómo le haces, pero a las 5 quiero que estés aquí. Sé puntual, por favor.

Cuando colgaron, Julián subió el desayuno al cuarto, con una rosa en la bandeja.

Julián: Feliz cumpleaños, tesoro.
Any –sorprendida-: ¡¡Mi amor!! Te acordaste...
Julián: Claro -le da un beso y la rosa-: Siempre me acuerdo.
Any: Gracias, Julián. En serio, pero -se pone seria-... Tengo que irme.
Julián: ¿Por qué?
Any: Tengo un trabajo a las 5... Tengo el tiempo contado para llegar puntual.
Julián: ¿Trabajo de qué? No me dijiste.
Any: Es que no me dio lugar -se levantó de la cama y comenzó a vestirse-. Es un trabajo en la casa de unos ricachones cuidando a su nieta.
Julián: ¿Unos ricachones?
Any: Sí.
Julián: ¿Y sólo para cuidar a la niña?
Any: Sí.
Julián –alegrándose por ella-: Perfecto, mi amor. Ya sé que te encantan los niños. Pero tesoro, te llevo si quieres.
Any: ¡No! –Nerviosa-. O sea, ¿cómo crees? Es bueno que me vean llegar sola... No quiero que piensen que dependo de alguien para trabajar.

Dicho y hecho... Julián tan sólo la llevó a su casa y se fue. Any comenzó a preparar una pequeña maleta con ropa... No sabía aún el tiempo que tendría que estar en la casa de Poncho, pero si necesitaba más ropa, volvería. Luego se bañó, se puso unos jeans y una playera cualquiera, ajustada y de cuello alto. Se recogió el pelo en una cola alta, almorzó deprisa y se fue a la casa de Poncho. Cuando llamó a la puerta, Poncho fue a abrirla y Silvia se le adelantó.

Silvia -sin abrir-: ¿Quién?
Any: Soy yo, princesa.
Silvia -abrió la puerta y la abrazó-: ¡¡Any!! Al fin llegas... Pero ven, pasa, pasa.

Silvia le agarró la mano izquierda a Any, dejándole la derecha libre para que pudiera agarrar su equipaje. Llegando a la mesa circular que tenía Poncho en el recibidor de la casa, se detuvieron al ver que Poncho estaba allí parado, serio y de brazos cruzados.

Any: Hola.
Poncho: Hola.
Silvia -viendo la alianza-: ¡Wow! Any... ¿Y este anillo? ¡Está precioso! -Poncho lo miró también-.
Any: Gracias.
Silvia: ¿Te lo regaló tu novio?
Poncho: Silvia, ¿por qué no esperas a la abuela en el salón?
Silvia: Pero tío, yo quiero...
Poncho: Sé que quieres estar con Anahí, pero vas a estar con ella unos días, ¿no? Yo tengo que hablar con ella.

Silvia resopló, le dio un beso en la mano a Any y se fue al jardín, mientras los dos "tórtolos" se quedaron fijamente mirándose, hasta que ella agachó la mirada.

Poncho: Precioso tu anillo, ¿eh? Ya veo que te contentaste con él.
Any: Alfonso, yo te lo puedo explicar...
Poncho: No, no te preocupes... No me tienes que explicar nada, está todo bien. ¿Me acompañas?
Any: Pero Alfonso... ¿No quieres saber...?
Poncho: No, en serio. Ya te dije que está todo bien.
María: Mi amor -le dio un piquito-, voy a ir con tus papás y Silvia al cine, yo también quiero despedirme de ella.
Poncho -le sonrió-: No sabes cuánto me alegra que quieras acompañar a mi sobrina. Mira, ella es Anahí, la amiga a la que tanto adora Silvia.
María: Al fin te conozco. ¿Cómo estás?
Any –pensando-: O sea... ¿Cómo se atreve a hacerme esto? Y el día de mi cumpleaños... ¡Felicidades Any!
Any: Hola -le dio una sonrisa-. Bien, gracias. Tú también, ¿no?
María: Si, la verdad es que no puedo estar mejor. Bueno, con permiso, voy con Silvia a darle la noticia.
Poncho -habiéndose ido-: Bueno, acompáñame.

Pasión y Amor van UnidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora