Capítulo # 110

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Helen estaba junto a Andromeda y Astoria sentadas en el salón de la Mansion Greengass - Lestrange.

— Y eso es lo que vas a decir, ¿Entendiste? — ordenó Helen a Astoria.

La pelinegra dijo — ¡Está bien!

En ese momento, Hermione llegaba a su casa, su madre muy contenta le dijo — tu tía tiene rato esperandote, hija

— Buenos días, tía — saludó Hermione.

Helen devolvió el saludo, para luego explicarle a Hermione su decisión — aquí estamos tratando de arreglar el problema de tu hermana.

— ¿Abraxas va a permitir que regrese con él? — preguntó Hermione.

— Yo lo voy a permitir — aseveró Helen cortante — no por ella, sino por la criatura — siempre y cuando se confirme que es de mi hijo, pero comprenderás que tendrá que salvar la dignidad de Abraxas por lo menos ante la gente — por eso dirá que Draco después de fugarse, que como estaba mal herido se refugió aquí y luego cuando se lo llevaron sus hombres — también decidió llevarse a tu hermana por miedo a que los delatara — y la soltó días después cuando tuvo fuerzas para dejar el pueblo.

— ¿Y van a acusar a esa pobre gente, que no tiene la culpa? — cuestionó Hermione — no estoy de acuerdo.

Andromeda enfurecida grito — ¡No me digas, que te importan más esos pelados que tu hermana!

— Ni es justo, ni tampoco es la verdad — grito ahora Hermione — ella se fue con Draco porque quiso.

— Tú harás lo que se te ordené — replicó Helen molesta por la actitud de su sobrina — mi familia no va a sufrir por las sinvergüenzadas de ustedes.

Hermione decidida refutó — mejor ahorremonos palabras, tía — si Draco está en la situación en la que está es por la sinvergüenzadas de otros que lo metieron a la cárcel sin tener la culpa — no voy a cambiar de parecer. Y se retiro a su recámara muy molesta.

— Ay, Dios mio ¿Qué hacemos? — susurró Dromeda

— Tu hija dirá misa — dijo Helen poniéndose de pie — ya veremos si su palabra pesa más que la nuestra. Luego se giró hacia Astoria — mañana estarás muy temprano en la casa, para que te revise el doctor — ordenó. Una vez dada sus ordenes y recibiendo el agradecimiento de la tonta de Andromeda se retiró del lugar.

— ¿Hija que podemos hacer con tu hermana? — preguntó Dromeda a Astoria.

— ¡Matarla! — susurró Astoria decidida.

— Ni en broma, te permitió decir eso — respondió Andromeda.

La pelinegra se la quedó mirando como una loca, se giró y sin despedirse subió las escaleras hasta su recámara. Acción que fue aprovechada por su madre para ir a buscar a Hermione.

La castaña renegaba en su recámara, al poco tiempo su madre golpeó su puerta y entró enfurecida — no puede ser que no comprendas de razones — dijo — te saliste con la tuya no, ya no se culpara a Draco.

— La que no entiende nada aquí soy yo — refutó Hermione — no puedo creer que mi madre esté dispuesta a mentir, a calumniar a unos desdichados solo para esconder la honra de una sinvergüenza.

— Pero se trata de mi hija, Hermione — gritó Andromeda — de tu hermana.

— ¿Y eso qué, mamá? — cuestionó Hermione — yo conozco a esas personas, son nobles mamá, gente fiel, buena — quieres que los acuse de algo que no hicieron solo para esconder la lujuria de Astoria.

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