Capítulo 10

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El tiempo en la vida de los Fortunato avanzaba rápido y ya Víctor estaba en la mitad de sus 16 años, esto comenzó a desesperar al señor Fortunato, puesto que su hijo, no quería comprometerse con ninguna de las jóvenes que se le presentaron, si bien era amable con todas y un real caballero a la cual más de una de las jóvenes dejó encantada, puesto que le escribían notas románticas que llegaban en la correspondencia, este seguía sin mostrar signos de interés. Fue así que el señor Fortunato, habló en varias oportunidades con Amelia, ya que era su confidente íntima, para preguntarle que su hijo, tenía los mismos gustos que un hombre por una dama o si su hombría podía ser cuestionada.

Amelia y Víctor, por su parte, mantenían su secreto bien oculto y el ático era el lugar de encuentro de los enamorados, pues nadie se acercaba al lugar. Tenían una bonita relación romántica por más de un año, que los llenaba de alegría y es que confesar su amor les llenaba el alma de felicidad y estar juntos era una deliciosa adicción.

Víctor se volvió más calmado y respetuoso, era prácticamente porque Amelia lo tranquilizaba de sus rabietas, antes de que estas explotarán, ya que prefería ocultar sus emociones a tener nuevamente un castigo que le alejaran de su amor.

Amelia ya a sus 15 años era prácticamente obligada por su familia a que acepte a Juan, veían en ella solo una muchachita caprichosa y temían que Juan terminara escogiendo a otra joven para comprometerse.

Aquella tarde, la pareja se encontraban en el río para tomar la fresca brisa del verano, con los pies en el agua para calmar el calor a la sombra de un árbol, mientras conversaban alejados de Juan, quien estaba con los caballos. Víctor le toma la mano de manera discreta a Amelia, mientras la acariciaba con sus dedos.

— Creo que falta poco para que mis padres me comprometan con Juan — decía en voz baja Amelia, mirando el río con ojos tristes.

— No me digas eso que me mortifica — responde Víctor, también con la vista clavada en el río — mi padre también está con miedo, porque no me quiero comprometer con nadie ¿Sabías que ya fue padre a esta edad?

— ¿A los 16? Si, ya lo sabía

— Por eso está preocupado, pensaba que me casaría con alguna muchacha el año anterior, pero seguiré rechazando los compromisos, me quedaré como un soltero eternamente, hasta que logre salir de esta casa, ahí te llevaré conmigo.

— Ya es hora de regresar — Juan se acerca para informarles. Ve cómo Amelia sale del agua, pero Víctor lo miraba con desprecio.

— Eres un impertinente. Yo digo en qué momento quiero retirarme

— Disculpe señorito, pero son órdenes de su madre, además que, si lo ven llegar con la ropa arrugada, las nanas que los cambian me regañarán — respondía Juan, con malicia para fastidiarlo.

Víctor se levanta y muestra una actitud apacible.

— A si claro... mis nanas están muy preocupadas que esté siempre limpio, es desagradable estar sucio. Realmente te admiro Juan, yo no sé cómo lo logras.

Juan estaba sorprendido, pero no sabía a lo que se refería, lo mira luego de subir a Amelia a su caballo.

— ¿Por qué lo dice señor?

— El oler siempre a excremento de animal, sin que te moleste, es que acaso ¿ya te acostumbraste a esa peste o perdiste el olfato?

Juan no responde, y sube al caballo junto con Amelia. Desde hace mucho quería golpear a Víctor en la cara, pero de hacerlo sería despedido. Por su parte, Amelia ya no tomaba en cuenta las peleas que tenían esos dos, puesto que ambos se fastidiaban mutuamente y ya era una historia repetitiva que le cansaba.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora