Capítulo 115

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Jamal se había marchado, Amelia y Sergio continuaban sus vidas en la Ciudad del Puerto sin alteraciones.

Ya pasaron otros 3 meses más hasta que un nuevo acontecimiento cambiaría sus vidas nuevamente.

Amelia aquel día se encontraba en la playa recolectando mejillones para ahumar e intercambiar con sus vecinos por leche. Sergio le ayudaba, pero rápidamente perdía la concentración y se dedicaban a buscar pequeños cangrejos debajo de las rocas.

— Sergio, no lleves más cangrejos en el frasco, sabes que mueren por estar encerrados.

— Mamá, quiero comer manzanas

— Cuando terminemos iremos a dar un paseo y recolectaremos algunas en el campo del señor Toledo.

— Ya estoy aburrido. — Golpeaba de mala gana una roca con un palo que arrastró la marea.

— Ve a la casa...

Sergio camina nuevamente a su casa, toma su balde y regresa. Cuando el pequeño se encontraba a mitad de camino, pega un grito que asusta a Amelia y corre para ver que le había ocurrido.

La carita de Sergio estaba llena de felicidad al ver al hombre que estaba en la terraza y corre para alcanzarlo.

— ¡PAPÁ!... PAPÁ...

Víctor estaba de pie mirándolo sonriente. Usaba un bastón para sostener su peso más en el brazo que en su pierna derecha. Cuando su hijo llega para alcanzarlo, este le abraza las pierna y llora, desahogando toda su tristeza por no verlo en todo aquel tiempo.

— Ya estoy aquí y nunca más me alejaré de ti — dice Víctor emocionado al volver a tocar a su hijo

— Papito... te extrañé mucho — Sergio seguía llorando y esperaba que su padre lo levante, pero este no podía.

— Yo también — Víctor levanta la vista para ver como Amelia lo miraba sorprendida. — Hola querida, he venido por ustedes.

Ya estaban al interior de la casa, Sergio le hablaba a su padre de todo lo que ha hecho en esos meses, le mostraba un cuaderno con sus dibujos y decoraciones que hacía con conchitas.

Amelia se mantenía en la cocina y escuchaba cómo hablaba Sergio con su padre. Ella no había hablado con su esposo, solo se limitó a saludarlo e invitarlo al salón. Regresa con vino y unos panes tostados con mantequilla y los coloca a la mesa.

— Sergio, cena, te despides de tu padre y luego ve a dormir. — ordena Amelia con voz fría.

— Papá, quiero dormir con ustedes

— Papá no va a dormir aquí

— ¿Por qué no? — pregunta el niño sorprendido.

Víctor mira a su esposa, sonreía débilmente y le habla calmado.

— No tengo dónde ir y ya es muy tarde para buscar un lugar donde hospedarme.

— El burdel tiene habitaciones, puedes ir a buscar ahí. Te pasaré mi carreta, cena y te marchas. — responde Amelia.

— Por favor, deja quedarme aquí, no te molestaré, solo quiero estar con mi familia y, por otro lado, mis piernas aún están débiles y no puedo estar mucho tiempo de pie.

— Mamá, ¿Por qué quieres que papá se vaya?... eres mala

Amelia miraba sorprendida a su hijo, pero Víctor interviene antes de que pueda hablar.

— No hijo, tu mamá está preocupada porque no sabe en dónde debo dormir, ya que mis piernas están enfermas.

— Duermes con mamá o conmigo, yo quiero que duermas a mi lado — insistía Sergio.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora