Capítulo 61

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 Amelia se tomó muy en serio su trabajo y acudió a los lugares que le dijeron las mujeres, escoltada por ellas y otros hombres que le abrían el paso como si fuera una gran celebridad, ya que de apoco comprendía la importancia de ser un terrateniente.

Luego de su paso por Ager fueron a San Fermín. Esta ciudad era mucho más grande que la anterior y hermosa, puesto que fue la primera mina de carbón que obtuvieron los Fortunato y, por lo tanto, la más antigua, así que esta ciudad tenía muchos más años de fundación. Era conocida por el convento y sus grandes festivales.

Amelia había escuchado hablar de ella, pero nunca imaginó que también fuera de propiedad de los Fortunato... ahora entendía por qué ese apellido era tan importante.

Cuando llegaron fueron recibidos por los más distinguidos ciudadanos, dándole una bienvenida muy ceremoniosa.

Por la tarde Amelia se empoderó de su trabajo, los habitantes mencionaban que sería bueno tener un hospital más grande y que lleguen más médicos y parteras, además de insumos necesarios para su labor. Querían crear algunos monumentos y mejorar el camino de la costa de la ribera del gran lago que colinda la ciudad, un lugar realmente hermoso y en donde los Fortunato se hospedaron en una gran casa que estaba al borde del lago con varios botes para dar un paseo.

Víctor se había dedicado a ver las condiciones de las minas, mejoras en seguridad y evaluar los derrumbes que habían ocurrido, además de los ingresos que recibían de la ciudad y sus alquileres que se invertían nuevamente en las mejoras de las construcciones.

Ya era su último día en la ciudad y los Fortunato habían terminado sus trabajos correspondientes, Amelia llevaba las peticiones detalladas de las dos ciudades y Víctor ya tenía coordinado las reparaciones de las minas y pago de trabajadores para el próximo periodo.

Amelia paseaba por las calles junto con Víctor y se queda mirando una estantería que vendía hermosos vestidos traídos desde París y algunos con telas delicadas que seguramente eran de algún país oriental.

— ¿Te gustan? — pregunta Víctor al ver a su esposa que observa el aparador de aquella boutique

— Ah... solo los estaba observando... son lindos — Amelia se sobresalta cuando le habla su esposo.

— Entremos y elige los que quieras

— No es necesario, solo me llamaron la atención, pero no era porque los quiera o los necesite.

Víctor no comprendía que a pesar de ver cuanta era la fortuna de su familia, Amelia seguía siendo modesta, pero la conocía y sabía que deseaba tener esos vestidos. La toma de la mano y la hace ingresar a la gran tienda de modas.

— No Víctor... que no necesito más vestidos

— Claro que no, pero será nuestro aniversario de bodas y no sé qué regalarte, así que esto me ayudaría.

— Pero yo necesito nada... además que no te he comprado nada y el regalo que pensaba hacerte, es una cena de tocino con papas, eso es muy modesto en comparación con esto.

Víctor se aproxima a su esposa y le susurra al oído.

— No es necesario que me obsequies algo material, puedes darme otra cosa... como eso que hiciste la vez pasada con la boca, realmente fue increíble...

Amelia lo empuja sonrojada y también le susurra.

— No digas esas cosas y menos en un lugar público.

— Bueno, si quieres que no diga nada, vas a elegir lo que te guste... si es la tienda completa mejor aún. Eres la señora Fortunato y debes comportarte como tal.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora