Aquella mañana, Amelia fue a la biblioteca para dejar el libro que había terminado de leer y buscar uno nuevo. Leía las primeras páginas de un pequeño libro azul, cuando siente entrar a alguien por la puerta.
— Aquí estás. Te estaba buscando — Jamal entra sonriendo a la biblioteca con su buen humor característico.
— Solo buscaba un libro. Se nota que has pasado buena noche
Amelia miraba sonriente a su amigo, estaba segura de que después de haberlo dejado a solas con Perla, algo más pasó entre ellos.
— Así sí, he pasado buena noche y creo que tú también.
— Es verdad, ahora duermo mejor. Creo que prefiero las noches a los días, es un escape de la realidad.
— Tus mañanas también deben serlo. — Jamal la toma por un brazo y la arrastra hacia él para abrazarla.
Para Amelia, sentir el abrazo de su amigo era agradable, puesto que en él se reflejaba todo su apoyo y estima. Él le acaricia la mejilla, arrastrando a su paso mechones de cabellos que los acomodaba detrás de su oreja. Amelia mira hacia arriba y Jamal la estaba observando muy cerca de su rostro. Da un paso hacia atrás para alejarse de tanta cercanía con su amigo, ya que, por accidente, al estar así de cerca, podrían besarse.
Amelia estaba sonrojada, pero trata de aparentar que no pasa nada, para no incomodado.
— ¿Para qué me buscabas? — pregunta Amelia agitada.
— Ayer, no pude entregar los regalos que traje. Perla pregunta por ellos, está en el salón Rosales.
— Ah sí, vamos. — Toma el pequeño libro de tapa azul y lo presiona con fuerza en su pecho.
— ¿Estás nerviosa?
Amelia se sobresalta ante aquella pregunta.
— No, ¿Por qué lo estaría?
— No tienes por qué tener miedo.
— Claro que no Jamal — Amelia sonreía y toma por un brazo a su amigo, para salir con él de la biblioteca.
Aquella noche, nuevamente Amelia tiene el sueño en la casa de la Ciudad del Puerto y escuchaba el mar fuera de ella, pero por más que lo intentaba, no podía ver nada por la ventana.
Al salir de la habitación, sentía que aquella casa era un laberinto, pero quería avanzar para lograr encontrar a Víctor, a aquel tierno y dulce hombre que fue alguna vez. No pasa mucho y nuevamente lo ve en aquel pasillo muy oscuro, pero ya no era un pasillo, ahora era nuevamente la salita que tenía la chimenea y su fuego crepitaba alegremente.
— Creía que no vendrías
— Siempre iré donde tú estés — responde Víctor.
Ella se acerca para abrazarlo y volver a besarlo. Sentía cómo su esposo acariciaba su cintura y el cabello con la otra mano, mientras él dirigía aquel beso tan ansiado.
— Siempre me gustaría estar así, contigo queriéndome — Suspiraba Amelia.
— ¿Realmente me quieres?
— Te amo, pero es tan triste para mí, verte en la condición que estás ahora.
— Lo sé, pero te entiendo... esto no es fácil para nadie, pero siento culpa por lo que estoy haciendo — Víctor tenía una mirada triste.
— Entonces deja de hacerlo, me conformo con verte y que seas tierno, aunque sea solo en estos momentos, mi dulce y tierno príncipe.
Ella se acerca nuevamente a sus labios y este inmediatamente le corresponde el beso, esperaba que aquellos momentos duren por mucho tiempo, pero nuevamente despierta en su cama.

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Un Amor Tan Intenso
Historical FictionLos Fortunato, una rica y poderosa familia del siglo XIX, comprometen a su único hijo a contraer un matrimonio por conveniencia y heredar el gran imperio de los reyes del Carbón. Pero él, no tenia los mismos planes, amaba a otra mujer y abandona tod...