Por la mañana Amelia y Víctor empacaron para regresar a su mansión, en compañía de sus amigas Perla y Dorotea.
Todos estaban encariñados de ver cómo Víctor atendía a su esposa y reían cuando está ya se desesperaba por no dejarla en paz en actividades cotidianas.
— ¡YA VÍCTOR!... basta por favor, puedo caminar sola — Amelia lo decía para que su esposo deje de abrazarla y poder bajar las escaleras, ya que sentía que la haría tropezar.
— Toma el pasamanos, puedes tropezar y caer... no fue bueno que duermas en una planta alta, dormiremos ahora en la planta baja en nuestra mansión.
— Que no... oh Dios, que fastidió — Amelia lanza un bufido molesto, tantas atenciones de su esposo la estaban ahogando.
— Te lo dije Amelia que cuando llegará Víctor, no te dejaría en paz — Reía Agustín, mientras veía cómo la pareja bajaba por las escaleras.
— Nunca pensé que fuera tanto... creo que usted conoce más a su hijo que yo
— Yo conozco sus berrinches y mal comportamiento, tú solo conoces su lado amable... pero ya sabrás realmente como es y será mucho peor cuando nazca su hijo.
Ya Amelia y Víctor habían llegado al último peldaño de la escalera, el carruaje esperaba por ellos y ambos deseaban regresar a su hogar.
— Pueden quedarse aquí, estaremos todos para el nacimiento — invitaba Celenia quien sostenía en sus brazos a Sebastián.
— Gracias, pero quiero que mi hijo nazca en el hogar de sus padres. Ustedes pueden ir a vernos y quedarse con nosotros cuanto gusten — dice Víctor.
— Es verdad, mi nieto nacerá en la misma cama y habitación donde nací yo — comenta Agustín entre risas.
— Ay papá, qué horrible... podías haber omitido ese comentario, ya se me había olvidado que nuestra habitación era la de los abuelos...
— Pero es la verdad, las mejores generaciones pasarán por ahí
— Iremos a verlos seguido, además para seguir confeccionando el ajuar y si es varón podrá usar los trajes de Sebastián — habla Celenia tomando la mano de Amelia.
— No, nada de eso. Mi hijo tendrá todo nuevo...
— Ya basta, Víctor... no seas grosero — reprende Amelia a su esposo y mira nuevamente a Celenia — Muchas gracias señora Celenia, eso será de mucha ayuda y espero verla pronto para confeccionar sus trajecitos.
El matrimonio sube al carruaje para marcharse, así que se despiden y regresan a su mansión.
Los padres de Amelia ya estaban en la casa de Víctor con autorización de Agustín, ya que él insistió en que estén con su hija. Se quedarían con el matrimonio hasta el parto, ya que la señora Mariana quería cocinar para su hija y don Teodoro estaba confeccionando los muebles para su nieto, además de querer estar cerca de Amelia, ya que desde que Víctor se fue de viaje, Amelia se había quedado una temporada en casa de sus padres y querían mantener ese contacto.
— Mi pequeña, ¿qué quieres almorzar? — pregunta Mariana cuando ya los esposos se habían acomodado y desempacado su equipaje.
— Pollo frito... con cobertura crocante y ensalada. Mamá, ¿podrías hacer más bombones y una tarta de chocolate con manjar y nueces?
— Claro que sí, enviaré a comprar más cacao a las sirvientas
— Gracias señora Mariana, pida lo que necesite, que compren todo lo que quiera Amelia — informa Víctor y ahora entendía que quien tenía gusto por el chocolate era Amelia.

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Un Amor Tan Intenso
Historical FictionLos Fortunato, una rica y poderosa familia del siglo XIX, comprometen a su único hijo a contraer un matrimonio por conveniencia y heredar el gran imperio de los reyes del Carbón. Pero él, no tenia los mismos planes, amaba a otra mujer y abandona tod...