Capítulo 3

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La casa de los Fortunato, pasó de ser silenciosa y aburrida, a estar llena de risas y sonidos de pequeños pies corriendo por los pasillos, esto alegraba de sobremanera a la Señora Mercedes, al ver a su hijo tan feliz, que hasta se notaba en su pequeña cara radiante, sonrojada y llena de vida, siempre con una sonrisa en sus labios y por las noches,8 durante las cenas, Víctor les contaba a sus padres que había hecho aquel día.

Por su lado, los padres de Amelia estaban felices porque su pequeña hija logró tan buena posición en la casa patronal. A la señora Mariana le entregaron varias telas para confeccionar vestidos a su hija, puesto que tenía que estar presentable, si es que se encontraba dentro de la mansión.

Durante las clases, Amelia ve cómo su amigo aguantaba las lágrimas, cuando el profesor le castiga dándole con la varilla en las manos por no responder en la lección que le estaban dando hoy sobre Alejandro Magno. Cuando el profesor se retira, Víctor comienza a llorar a gritos y se dirige a Amelia para que lo consuele. Ella rápidamente va a buscar una pluma y se la pasa por las manos mientras se las sopla.

— Ya sana, sana... no llores que el Ángel de la guarda cuidará tu sueño... sana, sana... — recitaba Amelia.

Al escuchar repetir ese verso varias veces, Víctor dejaba de llorar, luego recibía un abrazo y Amelia le secaba las lágrimas para terminar dándole un beso en la mejilla. Ya con ella la vida era más tierna.

— Vamos a jugar arriba — dice Víctor presionando sus manos.

— Nada de eso, es hora de la merienda, por favor señor, vamos al comedor — dice Celenia al entrar en la habitación, para llevar a los pequeños.

Al llegar al comedor, la mesa estaba servida con exquisitos platillos, lo que siempre sorprendía y le abría el apetito a la pequeña de cabello dorado.

— Quiero comer con Amelia — dice Víctor

— No señor, ella debe comer en las cocinas, junto con las criadas — dice Celenia de manera fría y le ordena a Amelia — así que niña, valla para allá

Víctor ve cómo Amelia se marcha, para regresar nuevamente en una hora.

— ¿Por qué ella no puede comer aquí? Tengo mucha comida y ella dice que no come lo mismo que yo — pregunta Víctor

— Señor, ella es una sirvienta — explica Celenia — que sea su compañera de juego, no quiere decir que tenga los mismos privilegios que usted. Ahora, por favor, siéntese y almuerce.

El ama de llaves siempre era tan estricta y Víctor le tenía miedo, puesto que todo lo que él quería, ella se lo negaba, no era como su madre, ya que todo lo que él quería, ella se lo entregaba.

Por lo general, los niños les gustaba esconderse en los armarios de las tantas habitaciones de la gran mansión, así escapaban de las criadas para espiarlas o del ama de llave que les regañaba sobre qué o cuál juego no podían hacer, así escondidos podían hablar de sus secretos.

— ¿Estás contento porque regresa tu papá de su viaje? — pregunta Amelia sentada en el suelo de un gran armario, con sus rodillas pegadas a su pecho.

— Sí, porque papá siempre me trae un regalo — responde Víctor que, estaba sentado al frente de su amiga en la misma posición que ella.

— ¿Y qué trae?

— Algún juguete y un gran caramelo de dulce duro que casi es del tamaño de mi boca

— Yo nunca he comido algo así, ¿es rico?

— Si mucho

— ¿y qué más hacen?

— Él me levanta en brazos y le cuento lo que he hecho, saluda a mi mamá y luego se va con el ama de llaves a suspirar

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora