Capítulo 118

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Víctor se sentía preocupado por lo que le contó Jamal, y aunque trataba de parecer como si lo entendiera, la verdad es que creo inseguridad, y la nula relación que llevaba con Amelia no ayudaba.

Durante esa tarde ya estaba anocheciendo, la cena ya se había servido y Amelia aún no llegaba a la mansión. Víctor se mantenía atento esperándola, hasta que aparece en un carruaje con Sergio.

Amelia deja a su hijo en la habitación, luego de hacerlo dormir. Sale silenciosamente del lugar y cierra la puerta. Afuera estaba Víctor esperándola, pero ella no dice nada y se da la vuelta.

— ¿Dónde estabas? — pregunta Víctor ya no con un tono de voz amable.

— ¿Te preocupa que me lleve a Sergio?

— Responde, ¿dónde estabas?

— No tengo por qué decirte. Me has traído forzada aquí y ¿ahora también debo decirte que hago?

— Maldición Amelia, aún soy tu esposo, aunque no lo quieras, merezco respeto o al menos que sea un respeto por las apariencias.

Amelia estaba sorprendida de que Víctor le pida explicaciones.

— Y por apariencias he regresado. ¿Por qué estás preocupado?

— ¿Estabas donde Jamal?

— ¿Qué?

— Dime, ¿estabas donde él?

— ¿Y por qué debería estar con él, como tu primera opción de lugares?

— Porque él me ha contado lo que pasó, todo aquello, sus propuestas y tus sueños.

— ¿Y crees que tengo algo con él?

— No sé. Dímelo tú.

— Estaba donde mis padres, nos invitaron a cenar y mi hermano José estaba ahí con su familia.

Víctor estaba avergonzado. No debería de estar celoso, pero de solo pensar que Amelia estaba en brazos de otro lo detestaba tanto, aunque no fuera consciente.

— Perdona, no te estaba culpando de nada...

— Pero yo si te culpo a ti. Tú fuiste el que nos puso en esta situación, a mí y a Jamal. Ahora descaradamente tratas de hacer una escena de celos.

— Es verdad, estoy muriendo de celos. Ya no me hablas, no quieres verme. Te necesito, desesperadamente necesito que me quieras.

— Pero yo ahora me quiero a mí misma y a mi hijo... nada más.

Ella se da la vuelta y camina rápidamente hasta la habitación que estaba ocupando.

A la mañana siguiente, Víctor ya no quería darle más espacio en soledad a Amelia, la necesitaba, quería recuperar su amor y ya no podía ser pasivo en esto, así que dirige a la biblioteca. Sabía que ella estaría rondando por las estanterías, puesto que siempre era su refugio y no se equivocaba, ahí estaba, al lado de una ventana, leyendo las primeras páginas de un libro con tapa encuerada.

— Amelia, necesito que me escuches.

Amelia sale de su lectura, da un suspiro y mira al cielo de forma cansada.

— ¿No es agotador para ti seguir intentándolo?

— Aunque me odies, aunque me olvides, seguiré intentándolo, porque seguiré amándote, siempre, tan intenso y desesperadamente como siempre lo ha sido.

Víctor se seguía acercando por aquel angosto pasillo con ayuda de su bastón para no apoyar su pierna derecha que era muy débil.

— Ya para con ese romanticismo absurdo. Antes esas cosas me alegraban, ahora solo las encuentro ridículas.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora