Perla y Dorotea tenían ambas una habitación en la mansión, nuevos vestidos y accesorios. Desde ahora ellas ya no regresarían a la Ciudad del Puerto, sino que vivirían de manera permanente con los Fortunato.
Las amigas estaban en el salón Rosales, bebiendo té y charlando de lo que había ocurrido en Ciudad del Puerto desde que fueron sacados a la fuerza y abandonaron esa vida.
— Luis envió una carta y una buena suma de dinero a Ofelia para las lobas y otra cantidad para la iglesia del padre Máximo
— Víctor — Corrige Amelia
— Eso... Víctor, aún me es difícil llamarlo por su nombre verdadero — dice Perla.
— Para mí también es difícil llamarlos de distinta manera, pero ya pronto cambiaremos esa costumbre — comenta Dorotea.
— No hay problema... por favor Perla, continúa
— En la carta decía que quienes deseen vivir tranquilamente en la Capital con ustedes, serían bien recibidas. Ofelia lo dijo esto en un almuerzo, pero todas le tenemos estimas y no querían abandonarla.
— Y tú, ¿por qué estás aquí? — pregunta Amelia con una ligera risita.
— Porque entre ser loba o una mujer mantenida, no era difícil la decisión — Perla ríe — Vine aquí para estar contigo, esa fue la verdad... eres mi amiga y mi única familia
— A mí su señor esposo solo me envió un boleto en barco y decía que me necesitaban, que deje de trabajar y que ya era tiempo de descansar — dice Dorotea.
— Es verdad Dorotea, ahora ya no será necesario que siga trabajando, esta es su casa y pude hacer lo que desee— Amelia toma la mano de la anciana y se la acaricia con ternura.
— Muchas gracias niña
— Lo que necesiten ambas, por favor háganos saber
***
Los Fortunato fueron invitados a una fiesta de la alta sociedad. Agustín no deseaba ir, pero Víctor insistía en que debía de presentarse por el bien de los negocios.
Esta sería la primera fiesta de sociedad de Amelia, como esposa de un Fortunato.
Durante el camino de ida a la fiesta, Agustín le insistía al joven matrimonio que no lo dejaran solo.
— Ay, papá, ya eres un hombre maduro como para que estés acompañado — responde con sarcasmo Víctor, mientras se dirigían a la fiesta en el carruaje.
— No hablo contigo, se lo digo a mi nuera — dice Agustín molesto.
— Claro don Agustín, me quedaré con usted — Amelia le da una sonrisa cálida a su suegro.
— Nada de eso... mi esposa se queda conmigo
— No quiero que me vuelvan a presentar señoritas, ya es bastante agotador tener que ir a la casa de esos hombres a escuchar como sus hijas tocan el piano o cantan — alega con cansancio Agustín.
— No se preocupe don Agustín, estaremos cerca de usted
— Claro que no, lo primero que haremos es alejarnos de ti
— Pero Víctor, qué malo eres... tu padre está agobiado con eso, ya te lo ha dicho — regaña Amelia a su esposo.
— Déjalo Amelia, a mi hijo se le ha hecho costumbre fastidiarme
— No es fastidiarte padre... pero eso mismo hiciste conmigo, me comprometiste olvidando tu propia historia. Así que no sientas lástima por él Amelia... él fue el culpable de tener que fugarnos, así que es un justo castigo.
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Un Amor Tan Intenso
Ficción históricaLos Fortunato, una rica y poderosa familia del siglo XIX, comprometen a su único hijo a contraer un matrimonio por conveniencia y heredar el gran imperio de los reyes del Carbón. Pero él, no tenia los mismos planes, amaba a otra mujer y abandona tod...