Capítulo 23

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Temprano por la mañana, Víctor se levanta para ira trabajar y despierta a Amelia para iniciar el día, dándole un beso en la mejilla.

— Despierta dormilona, me vestiré rápido y traeré el desayuno.

Amelia abre levemente los ojos, dándose vuelta en la cama para ver cómo su esposo se da un baño de esponja con el agua que estaba tibia en la pequeña estufa. Su cuerpo ya era la de un labrador y lo encontraba muy atractivo, mientras pensaba en esto, se vuelve a dormir.

— No te duermas otra vez... arriba — ríe Víctor, acercándose y moviéndola en la cama para que se despierte.

Amelia tenía mucho sueño, quizás darse un baño la ayudaría, así que se levanta y toma la pastilla de jabón para untarla en la esponja y comenzar a lavar. El agua estaba más fría que tibia y esto la despertó. Miraba como su esposo terminaba de vestirse y se marchaba a la cocina por los desayunos. Ella termina de asearse, se viste y comienza a estirar la cama, acomodando las sábanas, hasta que algo capta su atención.

Al regresar Víctor, con los desayunos, los deja en la mesa y miraba que Amelia se revisaba los pies.

— ¿Te pasa algo? — pregunta Víctor.

— Muéstrame tus pies — ordena Amelia, acercándose a Víctor, haciendo que se siente en la cama y mira sus zapatos que estaban rotos.

— ¿Para qué quieres verlos?

— Vi sangre en las sábanas, ¿Por qué no me dijiste que tu calzado estaba estropeado?

— Porque solo se rompieron ayer, hoy le pondré una soga de cuero, luego lo repararemos.

Amelia le retira el calzado para revisarle los pies. Estos estaban completamente heridos, ya que los zapatos estaban gastados y se abrían por algunos lados.

— Estos zapatos eran muy baratos porque ya estaban dañados, compraré zapatos nuevos — concluye Amelia.

— Claro que no... solo se deben reparar, además que debemos seguir ahorrando para la casa.

— Pero no puedes trabajar en el campo con estos zapatos, seguirás lastimando tus pies, si tus heridas se abren puedes tener una infección...

— Calma, usaré doble calcetín, solo compra un poco de pegamento y repararemos las suelas con el trozo de cuero.

Durante todo aquel día, Amelia pensaba en los pies heridos de Víctor, ya habían sido sus manos, ahora eran sus pies, no entendía por qué él nunca decía nada, ni se quejaba, únicamente se limitaba a decir que era muy feliz y que estaba conforme con todo. Desde que escaparon de la mansión Fortunato, él se transformó en un hombre responsable que no la agobiaba con problemas innecesarios, solo se preocupaba con que ella estuviera bien y tuviera lo necesario, estaba segura de que, si ella fuera la que necesitaba el calzado, él no lo dudaría en comprarlo.

— ¿Qué buscas bonita? — Pregunta Perla cuando entra en la habitación de su amiga y ve que estaba sacando cosas de su armario.

— Luis necesita zapatos, pero no quiere gastar el dinero que tenemos ahorrado, así que empeñaré algo para comprarlos — responde Amelia, sacando lo que está buscando, mirando aquel objeto con ternura y un poco de tristeza.

— Ay, pero qué lindo muñeco — dice Perla, mirando el arlequín que tenía su amiga en las manos.

— Este fue el primer regalo que me dio Luis, es muy preciado para mí, pensaba que algún día se lo daría a mi hijo.

— ¿Estás segura de que quieres vender eso?

Amelia asiente con la cabeza.

— Vamos, te acompaño

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora