Los esposos Fortunato estaban en la sala al lado de la chimenea bebiendo un té tibio, ya que el invierno de ese año era realmente crudo y Agustín pidió que le prepararan una tina con agua caliente en su despacho, pues se le enfriaba los pies y eso lo ayudaba a dormir.
Una criada toca a la puerta e ingresa.
— Señor, disculpe que le moleste, pero una vagabunda pide hablar con usted
— ¿Por qué esa gente viene tan tarde a buscar limosnas? — pregunta Mercedes con indiferencia — Sírvale pan y vino caliente, que pase la noche en el establo.
— Si se le ofreció señora, pero insiste en hablar con don Agustín
— Bien, voy a ver que quiere — responde Agustín con un dejo de pereza
— Bueno, yo me voy a mi habitación. Buenas noches — Se despide Mercedes levantándose de su silla para marcharse
— Buenas noches — Agustín se levanta también y va a la entrada de la mansión.
Agustín, al llegar, ve a alguien con una capa negra muy sucia que, al voltearse, pensó por un momento que su corazón se detuvo, hasta el punto que dolía, ya que no podía creer lo que veía. Aquella mujer de pie al lado de la puerta, era como un rayo de luz en la tormenta que se había vuelto su vida.
— Disculpa, sé que no debí haber venido, pero no tenía a quien más recurrir — Apenas termina de decir eso Celenia, él la abraza con fuerza.
Agustín se sobresalta cuando siente que algo se agita bajo de la capa, mira sorprendido a Celenia y abre su abrigo, para descubrir a un recién nacido cubierto pobremente con un paño. No era necesario que alguien le digiera lo obvio, con solo verlo y tocarlo, sabía que era parte de él. Mira con ternura al pequeño, mientras pensaba: ¿era padre? ¿Realmente lo era? Un torbellino de sentimientos pasó por su cabeza, ese niño se engendró de esa noche romántica que vivieron hace 9 meses, no cabía duda de ello.
— Perdona Agustín, no quería incomodar, pero... — Celenia tenía los ojos con lágrimas
— Shhh... ya todo está bien — Agustín le hace callar para que no diga nada más, miraba en sus ojos la desesperación, sabía que debió de pasarlo muy mal para llegar en esas condiciones, pero ahora que estaba ahí podría cuidar de Celenia y su hijo, a quien aceptó sin vacilar. Toma al pequeño entre sus brazos y le pide que lo acompañe silenciosamente.
Agustín lleva a Celenia a su despacho privado, que estaba contigua a su dormitorio, donde había un fuego cálido que crepitaba alegre en la chimenea, la tina con agua caliente estaba preparada e invita a Celenia a que tome un baño para reconfortar su cuerpo.
Celenia tenía las manos y los pies azulados, que al ingresa al agua tibia, su cuerpo le agradecía ese golpe de calor.
Mientras ella se mantenía en el agua mirando al techo, Agustín limpiaba a su hijo al lado de la chimenea. Estaba hipnotizado viviendo ese momento y miraba al pequeño que le entregaba unas miradas tiernas, que le agradecía el ya no tener frío. Lo cubre con mantas delicadamente, ya que aún su cordón estaba húmedo, señal que aquel pequeño solo tenía un día de vida.
Celenia y Agustín por mientras conversaron como fue sus vidas después de que se separaron.
— ¿Por qué te fuiste? Me prometiste que no me abandonarías — pregunta a Celenia, mientras cargaba a su hijo y lo mecía sin despegar la mirada de él.
— Era lo mejor para los dos, quería que fueras feliz con tu esposa, yo solo quería ser un capítulo aparte.
— Eres egoísta, no pensaste en lo que yo quería, solo haces lo que crees que es lo correcto. He sido inmensamente infeliz desde que te marchaste.

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Un Amor Tan Intenso
Historical FictionLos Fortunato, una rica y poderosa familia del siglo XIX, comprometen a su único hijo a contraer un matrimonio por conveniencia y heredar el gran imperio de los reyes del Carbón. Pero él, no tenia los mismos planes, amaba a otra mujer y abandona tod...