Capítulo 41

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Perla le enseñó a Amelia que la sexualidad era algo hermoso, placentero e íntimo para una pareja, pero para el resto de las mujeres, esto era un acto que solo se debía de realizar para la procreación y que no debía de disfrutarse, dado que el acto era impuro y pecaminoso. Si una mujer gozaba de esto, era considerada una loba, pecadora y lujuriosa. Si bien Amelia, pensaba que estas afirmaciones eran una estupidez, no podía cortar las creencias que por generaciones se transmitía entre las mujeres.

— Se notaba que la muy perra, que se dice llamar señora, gozaba el fornicar — afirma una de las criadas con tono de burla.

— Quizás lo aprendió de ti Mariana... es simplemente una desvergonzada. Yo a una mujer sucia como ella, no le volveré a servir... se lo diré a la señorita Celenia — reprochaba la criada bajita con nariz achatada.

— Sí, todos les diremos que nos negamos a atender a una mujer pecadora como ella.

— No... eso es mentira, mi hija es una mujer decente — Mariana mira asustada a su hija, pero ella tenía las mejillas sonrojadas y los ojos llorosos.

— No somos mentirosas... nosotras sabemos lo que escuchamos cuando estábamos limpiando el pasillo — insistía una de las criadas.

— Eso es mentira... tratan de humillarme delante de mi madre — contesta Amelia con la voz temblorosa.

— Quizás hacías eso de antes con el señorito... por eso está tan encantado contigo — continuaba insistiendo una de esas tres sirvientas.

— Si es mentira, ¿Por qué no has tenido hijos?... es bien sabido que solo las lobas no los tienen, porque Dios no les da la bendición de ser madre a mujeres sucias...

— Ya cállense... ya Basta — Amelia comienza a gimotear mientras le corrían lágrimas por las mejillas y mira a su madre que le devolvía una mirada de asombro. Estaba segura de que su madre estaba horrorizada de saber que tenía prácticas sucias con su esposo.

— Malas mujeres, calumnian a mi hija... ella no haría cosas pecaminosas — Insistía Mariana.

Una de las criadas comienza a sobreactuar con una voz chillona imitando a Víctor.

— Ay Amelia... sigue, no pares... se siente muy bien

— Y la sucia gemía y chillaba... se notaba que lo gozaba — concluía la criada bajita.

— Oh Nooo... — Amelia ya no aguantaba la vergüenza y sale corriendo de la cocina llorando a gritos.

Cuando Amelia sale corriendo por la puerta de las cocinas, se topa con Celenia, que al verla llorar se sorprende y ve cómo se aleja la joven rubia, inmediatamente entra en el lugar para ver qué sucede.

Amelia nunca en su vida fue humillada de tal manera, ocuparon su privacidad, la hicieron sentirse impura, solo quería que la tierra se abriera y poder caer en ella para desaparecer. Aquellas mujeres escucharon la intimidad con su esposo y ahora lo divulgarían a todos, siempre sería vista como una mujer pecadora y lo que era peor... su madre lo sabía.

Sigue corriendo por el pasillo, cuando se topa con Víctor y don Agustín.

— Querida, demos un paseo... mamá se siente mejor y... — Víctor comenzó a decirle alegremente, pero ve cómo Amelia lo esquiva y entra en la habitación cerrando la puerta tras ella. Sorprendido, mira a su padre que estaba igual de sorprendido que él. Se dirige a la habitación, entra y cierra la puerta para saber qué era lo que había ocurrido.

Pasaron unos minutos, cuando sale Víctor enfurecido y caminaba con paso firme. Afuera se encontraban Celenia y Agustín que lo estaban esperando.

— Padre...

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora