El tiempo pasaba, Víctor y Amelia ya no podían salir a la calle tranquilamente como antes, la gente se les quedan mirando y murmuraban, algunos les gritaban en forma de burla que ahí estaba los Fortunato y en correos, a Víctor le llamaban por su verdadero nombre como un apodo. Amelia salía ahora con un velo a la calle, para cubrir su cabello y cada cierto tiempo se les aparecía el cazarrecompensas quien los seguía.
Los cálidos días cambiaron por fríos días de invierno, pero el hogar de los esposos era cálido, con una buena calefacción de chimenea que los protegía del crudo invierno de este año.
Esa noche llovía estrepitosamente, con fuertes vientos que golpeaba las ventanas y los maderos rechinaban. Amelia estaba preocupada por Víctor, ya que debía de estar de regreso, pero el viento y la lluvia lo tenían que retrasar. Ella le tenía preparado varias ollas con agua caliente para que se dé un baño de cuerpo completo y tenía calentando en la chimenea su camisón, más unas medias, para que no cogiera un resfrío.
Víctor entra en la casa rápidamente, le dolía el rostro y las manos no las sentía, rápidamente se acerca a la chimenea, tenía tanto frío que el calor de la chimenea no le aliviaba. Amelia le ayudaba a quitarse las prendas mojadas, que caían con gran peso en el suelo por el acúmulo de agua. Sus manos y sus pies estaban azulados, temblaba y castañeteaba los dientes por el frío, cuando estaba desnudo, su esposa lo lleva a tomar un baño y le arroja cubetazos de agua tibia, lo que en un comienzo sentía como si agujas le atravesarán el cuerpo, luego ya tenía más sensibilidad y el calor le hacía sentir muy bien.
Mientras Víctor terminaba de darse el baño y secaba su cuerpo, Amelia busca toallas calientes con las que cubre a su esposo.
Ya en la mesa del comedor, al lado de la chimenea, tomaban un caldo de gallina. Víctor, además de su camisón de dormir, tenía puesto un chaleco.
— Necesitaremos comprar un caballo, para no retrasar mi regreso a casa y sobre todo cuando el clima esté así — comentaba Víctor.
— Pensaba en lo mismo. Estaba asustada, temía que no supieras cómo llegar por la lluvia.
El matrimonio seguía escuchando el fuerte temporal afuera de la casa, con un viento que golpeaba las ventanas con fuerza.
— Este invierno será muy malo, lo bueno, es que corté mucha madera en verano, no tendremos problemas para calefaccionarnos.
— Estoy preocupada de que cojas un resfrío ¿Dejo el brasero en la habitación?
— No te preocupes, con el calor de la chimenea es más que suficiente, hace bastante calor aquí adentro.
Terminan de cenar y Amelia retira los platos para que fueran a dormir. Ya en la habitación se acomodan en la cama, pero Víctor estaba deseoso de estar con su esposa de manera íntima y comienza a subirle un poco el camisón, solo para dejarle descubierta la zona baja.
— No, llegaste recién con tanto frío. No creo que sea bueno que hagamos eso — advertía Amelia
— ¿No quieres?... eso me ayudaría a recuperar el calor — Decía Víctor, posicionándose enésima de su esposa, listo para penetrarla.
— Si quiero, pero temo que enfermes.
Víctor comienza a reír con picardía.
— Ni eso me quitaría lo perverso... te amo, eres tan linda y adorable. Sabes que esto es mi recompensa por el día de trabajo — Víctor la besa de manera cariñosa y le acaricia suavemente el cabello, para luego abrazarla y posar su rostro en el hombro de Amelia, dando suaves suspiros y gemidos.
A la mañana siguiente, Amelia se despierta y escucha respirar entrecortadamente a Víctor. Se gira para mirar a su esposo y este tenía las mejillas rojas, respiraba por la boca y sudaba. Coloca su mano en su frente, solo para descubrir que tenía fiebre.
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Un Amor Tan Intenso
Ficción históricaLos Fortunato, una rica y poderosa familia del siglo XIX, comprometen a su único hijo a contraer un matrimonio por conveniencia y heredar el gran imperio de los reyes del Carbón. Pero él, no tenia los mismos planes, amaba a otra mujer y abandona tod...