Todos los días Celenia acompañaba a Agustín, por la mañana a clases en donde también se le enseñaba a ella a aprender a leer, luego por las tardes, Agustín trataba de leer como era su costumbre, pero Celenia se lo impedía, logrando que finalmente juegue con ella.
Para Agustín era agotador seguirle el ritmo a esa niña, pero su madre le gustaba verlo desde la terraza jugar con Celenia, ya que debía correr, saltar o esconderse. Si bien, en un comienzo lo hacía de mala gana, aprendió a disfrutar del aire libre, de los juegos y de la energía que irradiaba su nueva compañera.
Los días pasaban y pronto se transformaron en meses, ya no podían salir de la mansión por el frío del invierno, así que los muchachos ahora se quedaban en una habitación con chimenea, ya sea charlando o leyendo algún libro. Ya Celenia cada vez practicaba más su lectura y se le estaba dando bien escribir, así que Agustín le recomendaba cuentos cortos para que pueda leer sin cansarse.
Pronto los jóvenes tenían una amistad, Agustín le podía hablar a su amiga sobre sus cosas, compartir gustos y escuchar lo que Celenia le conversaba. Con el tiempo, Agustín comprendió que ella era una chica que se sentía sola, porque su madre tenía muchos hijos y sus hermanos se les enviaba a trabajar fuera de casa o en la huerta que tenían, así que ella no podía hablar con nadie o a nadie que le importará realmente lo que ella decía, ya que era una voz silenciosa.
Celenia estaba sentada cómodamente en el suelo al lado de la chimenea, mientras leía un cuento y descubre algo muy interesante que se lo muestra a su amigo.
—Mira esto... no sé qué significa esta palabra
—A ver — Agustín se acerca gateando para ver lo que le estaba mostrando, posa su mano en uno de los muslos de Celenia, a lo que ella lanza un chillido, asustándolo y retirándose. Rápidamente
—¿Qué pasa? — pregunta Agustín.
Celenia tenía los ojos llorosos por el dolor. Al ver el rostro de preocupación de Agustín se sube las faldas y muestra sus piernas donde tenía varias marcas rojas y violetas, algunas se notaban que sangraron.
—Pero ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué tienes esos golpes? — Agustín estaba horrorizado al ver aquello.
—Mi madre me golpeó. Ayer tenía mucha hambre y robé una papa cocida de la cocina, me descubrió y me golpeó con un palo.
—¿Siempre hace eso? Otras veces te golpea en la espalda y no dices nada.
—No... es que yo la canso, no recuerdas que también te exasperé el día en que te conocí, pero mi mamá es buena
Siempre Celenia defendía a su madre, pero desde hace mucho que Agustín sentía lástima por ella, ya que su madre la golpeaba con fuerza casi a diario, pero no era poco frecuente verle esas heridas en el cuerpo. Agustín sentía que debía protegerla, ya no quería que nadie la volviera a lastimar.
— Es verdad que cansas a tu madre — Responde Agustín — Si quieres ayudarla, deberías trabajar más aquí y pasar menos tiempo en tu casa.
— ¿A qué te refieres?
— Que seas criada permanente. A los sirvientes se les deja una habitación en la mansión, reciben cuatro comidas al día y tienen un día a la semana para salir, ahí puedes visitar a tu mamá y ya no pasarás hambre, también de esa forma la dejas de fastidiar y ganarías más dinero para darles a tus hermanos.
—Sí... eso me gustaría y en las noches podríamos jugar a las escondidas o contar historias hasta tarde — Celenia sonríe muy alegre
— Eso sería muy divertido
Agustín se levanta y va al despacho de su padre para pedírselo. Le cuenta lo que ocurre con Celenia.
—Su madre la sigue golpeando — termina de contarle Agustín a su padre.

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Un Amor Tan Intenso
Historical FictionLos Fortunato, una rica y poderosa familia del siglo XIX, comprometen a su único hijo a contraer un matrimonio por conveniencia y heredar el gran imperio de los reyes del Carbón. Pero él, no tenia los mismos planes, amaba a otra mujer y abandona tod...