Habían llegado Agustín y Celenia a visitar a su hijo como cada fin de semana. Antes venían más seguido, pero Víctor últimamente se había vuelto agresivo con ellos y preferían verlo con menos frecuencia para no perturbarlo, puesto que descargaba sus frustraciones en ellos.
— Te ves mejor ahora que ya no tienes las tablillas — comenta Agustín. Estaban en la habitación de su hijo, quien los miraba desde su silla de ruedas con una expresión melancólica.
— ¿Realmente crees que me veo mejor?
— Claro que si, además que ahora puedes movilizarte en la silla — agrega Celenia.
Víctor usa un tono sarcástico para hablar.
— Claro, ahora puedo ir donde yo quiera
— No te angusties, el médico dice que volverás a caminar — le consolaba Celenia.
— ¿Dime como Celenia? Odio cuando hablan desde su lado como si todo fuera tan fácil
— Sabemos que no es fácil hijo, pero debes dejar esa actitud pesimista y esforzarte por dar lo mejor de ti — le animaba Agustín.
— Sí, debes subir tu ánimo... hazlo por Amelia y Sergio, ellos te quieren ver bien... se preocupan por ti
— ¿Para qué vienen? Las veces que llegan es para decirme estas estupideces — Víctor les imita con un tono de desagrado— Sonríe, sé feliz, esfuérzate, todos te queremos, pronto caminarás. Pero yo les voy a decir algo. ¿Acaso puedes ser feliz si te están saliendo llagas en la piel? O ¿puedes sonreír cuando tienes que llamar a alguien porque ni siquiera te puedes limpiar el trasero?
— Mi amor, no importa lo que pasé, te seguiremos amando — insistía angustiada Celenia.
— Sabemos que todo se ve negro, pero tienes una familia que te ama — intervenía Agustín, ya afligido por ver a su hijo de aquella manera.
Tocan a la puerta y entra Amelia, con Sergio y Sebastián, quienes traían juguetes y sus caritas estaban sonriente.
— Papá Víctor, vamos a jugar — se acerca Sebastián a la silla de ruedas.
— Mira, toma — Sergio le entrega a su padre una máscara de león — Tú nos atrapas y nosotros corremos.
Víctor mira molesto a los niños y luego a su esposa.
— Amelia, te he dicho que no quiero que traigas a los niños aquí
— Solo querían verte. El día está muy lindo y te extrañan
— ¿Qué quieres Amelia?. ¿Que salga a correr con los niños a perseguirlos como el León?
Celenia se acerca a los niños y quita la máscara de las piernas de Víctor
— Papá Víctor no puede correr, tiene las piernas enfermas, pero después jugará.
Jamal entra por la puerta de la habitación, sonriendo y riendo como su costumbre.
— Claro que no, papá Víctor va a jugar con los muchachos.
Los niños saltaban de dicha al escuchar esto y Jamal guía la silla para salir de la habitación con Víctor.
Agustín no podía ocultar el desagrado de ver al árabe, ya que nadie le quitaba de la cabeza que él fue el responsable del accidente, aunque trataba de contenerse por el bien de su hijo, ya que necesitaban darle todo el apoyo y evitar las discusiones. Pero Víctor vuelve a notar la expresión desdeñosa de su padre hacia su amigo y a diferencia de antes, ahora ya no ocultaba sus pensamientos y decía todo sin filtros.

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Un Amor Tan Intenso
Historical FictionLos Fortunato, una rica y poderosa familia del siglo XIX, comprometen a su único hijo a contraer un matrimonio por conveniencia y heredar el gran imperio de los reyes del Carbón. Pero él, no tenia los mismos planes, amaba a otra mujer y abandona tod...