Capítulo 32

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Amelia estaba sentada en la cama junto a su esposo, a quien lo mantenía vigilado para verificar que siguiera respirando. Pronto el sueño la estaba venciendo, da un parpadeo, sobresaltándose cuando se da cuenta de que se había quedado dormida y por la ventana ya ingresaba la luz del amanecer, mira rápidamente a Víctor y este tenía los ojos abiertos mirando fijamente cualquier sitio.

— Víctor... ¿Estás bien? Pregunta Amelia asustada.

Él mueve los ojos para ver a Amelia quien le hablaba. Se sentía fatigado, adolorido y su garganta estaba seca, por lo cual trata de murmurar algo, pero sale una voz débil y rasposa.

— Tengo sed...

Era la primera vez en días que Amelia escuchaba la voz de Víctor. Ella pensaba que nunca más lo escucharía otra vez, estaba tan feliz. Rápidamente, sale de la cama y busca un vaso con agua tibia, lo ayuda a sentarse en la cama y se lo da a beber.

— ¿Quieres más? ¿Quieres otra cosa? — pregunta Amelia emocionada.

Víctor niega con la cabeza, estaba muy cansado.

— Me tenías muy asustada, pensé que no volverías a despertar ¿Necesitas algo más? — ella volvía a insistir.

— Duerme conmigo — logra decir finalmente Víctor.

Amelia se recuesta al lado de su esposo, aún respiraba de manera agitada y con silbidos, pero ahora estaba tosiendo más y lograba escupir las flemas que antes lo ahogaban.

Más avanzada la mañana, Amelia pide a las lobas que cuiden de Víctor mientras ella va a buscar al médico. A su regreso, el médico lo revisa e informa que la infección estaba remitiendo, ya que los medicamentos estaban haciendo efecto, así que debían continuar con el tratamiento y seguir con la nebulización para que pueda movilizar las secreciones.

Los días pasaron y Víctor mejoraba a diario, dejando atrás los días en el que no podía respirar, si bien aún estaba convaleciente, ya podía realizar actividades de la vida diaria y Víctor quería regresar a su casa, pero Amelia aún era aprensiva con respecto a sus cuidados, tanto era su obsesión, que dormía por tramos para verificar que su esposo siguiera respirando durante las noches.

Al regresa al burdel durante la tarde después de su trabajo, Amelia encuentra a Víctor en camisón, colocando un madero a la estufa mientras charlaba con Perla.

— Pero Luis, ¿Qué haces levantado? — pregunta de mal humor Amelia — Perla, no debes dejar que él trabaje

— No es culpa mía, él no quiere ayuda — se defiende la loba.

— Estoy aburrido aquí, ya me duele la cabeza de estar en cama tanto tiempo, me siento bien — aseguraba Víctor.

— Claro que no, aún respiras con un silbido. Ya te lo he dicho, tu condición era crítica, puedes sufrir una recaída

— Sé que lo has pasado mal por mi causa y es por eso que no reclamo con respecto a tus excesivos cuidados, pero ya deberíamos retomar nuestras vidas — Víctor se lo dice acercándose a su esposa que, se notaba muy molesta y a punto de llorar.

— Bien... yo me retiro para que puedan hablar — dice Perla dando un suspiro.

— Gracias Perla, no creas que estaba molesta contigo — Amelia da una inclinación de cabeza a su amiga.

— Por supuesto que no — Sonríe Perla, se levanta de la silla y sale de la habitación por la puerta de la cocina.

Amelia abraza a su esposo y comienza a llorar.

— No sabes cuán angustiada estaba, pensando que morirías

— Ya te dije que aún no te dejaría viuda. Perdona por asustarte — Víctor la mantenía abrazada, mientras le acariciaba la espalda.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora