Capítulo 14

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El señor Fortunato se estaba vistiendo en su alcoba por la mañana, colocándose una camisa mientras hablaba con Celenia, quien tenía en sus manos varias pañoletas para que eligiera cuál usar.

— Te dije Agustín que esto pasaría — decía molesta el ama de llaves.

Agustín elige una de las pañoletas y Celenia comienza a amarrarla a su cuello.

— Mercedes quiso que la niña fuera su compañera de juegos, no podía desautorizar lo que ella deseaba.

— Sí, y ahora paso lo mismo, esos dos chicos están enamorados, espero que no corran el mismo destino que nosotros.

— Víctor ya sabe lo de nosotros

— Pero ¿cómo? Fuimos tan cuidadosos — dice sorprendida Celenia.

— No lo sé

— Ahora entiendo por qué me tiene tanto odio.

Mirándose en el espejo, Agustín logra ver la tristeza en los ojos de Celenia y se voltea para abrazarla.

— Está mimado por Mercedes, pero tranquila, amor mío, no te preocupes por el muchacho, me lo llevaré hoy a las minas para que vea el trabajo que realizó y que tendrá que hacer en el futuro, así se olvida de todo hasta el matrimonio.

— ¿Qué pasará con Amelia? ¿La despedirás?

— Mercedes le tiene cariño y le acompaña en el bordado, no la puedo sacar de la casa. Reasígnale otra tarea, ya no será la sirvienta de Víctor.

— Que esté en esta casa es un peligro para ella. Víctor ya es un hombre y ella está enamorada de él, esto pasará en cualquier momento y ya sabes que, aunque se case con otra joven, él no le será fiel a su esposa, tengo miedo por esa muchacha.

— Déjame ver qué hacer con esa niña, pero es la compañía de Mercedes, ya no le puedo desgracias más la vida quitándole además a la jovencita — Agustín le da un suave beso en los labios a Celenia.

— Te extrañaré, amor mío — dice Celenia, entregándole la chaqueta a Agustín que ya debía marcharse.

— Yo también, pero volveremos pronto

— Por favor, cuida de Víctor.

— Claro que sí, todo se solucionará — Agustín le acaricia una mejilla, para darle un último beso y sale de la habitación.

Amelia entra en la habitación de Víctor y encuentra a este ya vestido, arreglando una maleta en donde arrojaba sus caminas de manera rabiosa.

— Víctor... ¿Qué pasa? — pregunta preocupada Amelia.

— Me voy con mi padre a las minas — responde Víctor sin mirarla.

Ella deja la charola en la mesa y se dirige donde él, al ver su mejilla izquierda muy inflamada.

— ¿Qué te ocurrió? ¿Te duele? — Amelia se aproxima para tocar de manera cariñosa el rostro de su amado, pero él le aparta la mano molesto.

— Me pasa que eres una bocona, ni siquiera puedo tener secretos contigo. Ayer fuiste a contarles a tus padres lo de esa tarde — responde Víctor enojado.

— Solo quería saber si era real lo que me decías, pero me engañaste, eso solo lo deben hacer los esposos para tener hijos. Además, que mi madre dijo que dolía mucho — se defiende Amelia de malhumor por ser increpar por aquello.

— Bueno... ya no lo sabrás si duele o no, prefieres creerle a tu madre que a mí, así que quédate con ella, quédate con Juan, quédate con quien quieras.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora