Capítulo 92

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 Jamal estaba completamente ebrio y se afirmaba en un árbol. Amelia había traído al caballo y un par de hombres se acercaron para ayudarla a subir al caballo a su esposo, refiriéndose a Jamal, a lo cual estaba muy agradecida, pero su amigo no ayudaba.

— Amelia, este viejo estúpido, cree que soy tu esposo — carcajeaba Jamal apuntando al hombre.

— Cállate, necesito que me ayuden a llevarte, así que súbete al caballo — susurraba Amelia.

Jamal con mucho esfuerzo se sube al caballo, pero su cuerpo se ladeaba a un costado.

— Quiero que sepan, que si esta mujer fuera mi esposa... ya le habría dado veinte hijos — dice Jamal a aquellos hombres, con la seguridad que le daba la embriaguez.

— YA CÁLLATE JAMAL — grita Amelia sin paciencia

— No te enojes conmigo, tú no te enojes, todos me odian... no me odies tú, por favor — decía Jamal realmente triste, prácticamente suplicante.

Ya Jamal no controlaba lo que decía o lo que hacía, sus emociones estaban extremas, por momentos se reía, luego enfurecía para finalmente deprimirse y nuevamente reiniciar el ciclo.

Los varones ayudaron a Amelia a subir al caballo junto con Jamal para marcharse, mientras los que le veían, se reían de la ridícula escena.

Amelia realmente lo estaba pasando mal, Jamal recargaba todo el peso de su cuerpo sobre su espalda, mientras reía y cantaba una canción en árabe. Luego de un rato, ella también comienza a reír, ya que Jamal cantaba muy desafinado y eructaba cada tanto.

Cuando pasan por el camino donde estaba el caballo muerto, Jamal vuelve a carcajear.

— Su caballo lo va a matar algún día

— Si Jamal... ya lo dijiste

Amelia solo asentía lo que le decía su amigo, puesto que estaba segura de que él estaba divagando y realmente no estaba consciente de lo que decía.

— Cuando Víctor muera, te haré mi esposa — decía Jamal con la cabeza apoyada en el hombro de Amelia.

— Gracias por tu propuesta

— Para que esperar... hagamos el amor aquí

— No creo que sea conveniente — responde de manera cansada Amelia.

La risa de Jamal desaparece y es cambiada
por preocupación.

— No le digas a Víctor que te dije eso... yo le quiero mucho.

— Está bien

— Pero te puedo besar, si tú quieres

— Basta Jamal

— No pienses mal de mí... yo te respeto porque eres la esposa de mi amigo

— Ya lo sé

— Pero si no lo fueras... iría todas las noches a tu habitación — nuevamente Jamal pasa de la risa a la preocupación — a ti no podría hacerte eso, al menos que tú lo quieras ¿Quieres?

Para Amelia era agotador tratar con un borracho, y ya prefería no contestarle. Ahora entendía tan bien por qué las mujeres que tenían un esposo adicto a la bebida, los golpeaban en casa al llegar en esas condiciones.

Jamal volvía a cantar y lanzar maldiciones, por momentos se dormía en el hombro de Amelia y se despertaba con un sobresalto y comenzaba a gritar en árabe como si estuviera riñendo con alguien invisible.

— Amelia... quiero orinar...

— Jamal, nos falta poco para llegar

— Amelia — volvía a llamarla.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora