Capítulo 95

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Los Fortunato habían viajado hasta San Fermín. Ese año, el carnaval sería mucho más llamativos, ya que los dueños de las minas hicieron una gran inversión para que estuvieran llenas de sorpresas, además se gestionó para qué llegará un circo al lugar, y otras tantas atracciones con disfraces y máscaras.

Las celebraciones duraban 7 días y los Fortunato ocuparían estos días, como unas merecidas vacaciones en familia.

Agustín se encontraba durante la tarde paseando por la ciudad con la familia después de almorzar, y les pregunta a los más pequeños.

— ¿A dónde quieren ir?

— Al circo — responde Sebastián.

— sí, sí — saltaba el pequeño Sergio.

— Pero ya fuimos ayer — comenta Celenia.

— Al oso... oso — dice Sergio, saltando de alegría.

— sí... animalitos — comenta Sebastián, también saltando de la emoción.

— ¿y a los títeres? — pregunta Víctor

— No... animalitos

— OSO... OSO — gritaba Sergio

— Ya escucharon, ellos quieren ir a ver a los animales — responde Agustín.

— y el oso — insistía Sergio

— Sergio... el oso es un animal — ríe Amelia.

— ah... sí, vamos a ver al oso

— Ya vamos a ver al oso — Agustín toma a los dos niños de las manos y corre con ellos.

Los Fortunato se sentían tan felices de llevar a los pequeños a ver las atracciones, ya que los usaban como excusa para hacer todas esas actividades.

— Papá... papito — Sergio, jala de la chaqueta de Víctor.

— ¿Qué pasa?... ¿Quieres pis?

Sergio niega con la cabeza

— Comamos natilla

— Sí, queremos natillas con caramelo — decía también Sebastián.

— Nada de eso, ya comieron golosinas y panes fritos — interviene Celenia al escuchar a los niños.

— Si siguen comiendo les dolerá el estómago — advertía Amelia.

— Solo uno más... caramelo de osito — dice Sebastián

— sí... papito... caramelo de osito — apoyaba Sergio

— No... hada de eso, luego no cenarán en la noche por comer solo dulces — regañaba Celenia.

— Ya dijo mamá Celenia — contesta Agustín.

Los niños hicieron pucheros, pero se toman de las manos y siguen viendo los animales sin reclamar.

Ambos niños ya sabían cómo manipular a los adultos cuando deseaban algo, también sabían con quién hacerlo y cómo, así que pacientemente esperan a que se les dé la oportunidad, y esta llega cuando Amelia y Celenia miran cómo Víctor se reía de un primate proveniente de África, diciendo que se parecía a un inversionista.

Sebastián se acerca y jala de la chaqueta de Agustín.

— Papito... queremos caramelos del osito

— Ya mamá dijo que no

— Pero solo lo venden aquí

— sí... después no hay más — suplicaba Sergio con una carita triste.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora