Capítulo 31

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Con el paso de los días, la condición de Víctor empeoraba a pesar de los medicamentos, las visitas médicas y remedios caseros. El médico le decía a Amelia que la infección que tenía Víctor en los pulmones, era muy grave y ya no tenía más medicamentos que darle.

Dentro de su angustia, Amelia visitó a otros dos médicos, pero todos le dieron la misma respuesta, incluso el último le dio a entender que Víctor moriría en unos días.

El dinero se le estaba acabando, Amelia se gastó todo en visita médicas y los medicamentos. Sin trabajar la pareja en todos esos días, sus ahorros se terminaron y no podrían pagar los $10 del alquiler de ese mes, lo que corrían el riesgo de perder la propiedad, ya que el dueño les dejo en claro que no podían retrasarse ningún mes, o el acuerdo se rompía.

Para suplir esta crisis financiera, Amelia necesitaba trabajar, necesitaba vender cosas para reunir dinero, pero no podía dejar solo a Víctor, tenía miedo que, al regresar, él ya habría dejado de respirar. En su desesperación, va a buscar ayuda, aunque sabía que de hacerlo era una descarada, esperando que otros cuiden de su marido por ella, pero tenía que intentarlo.

Mientras caminaba por las calles, Amelia es abordada por aquel hombre que conocía su identidad.

— Buen día, señora Fortunato — le saluda el Cazarrecompensas — He sabido que su esposo está muy enfermo, quiero ayudarle, no tiene que pasar por esto sola.

Amelia no lo mira y sigue su camino, pero el Cazarrecompensas la sigue por la calle, para continuar hablándole, puesto que sabía, esta era su oportunidad de convencer a la mujer.

— Puedo ayudar en pagar sus tratamientos y los honorarios médicos, puedo dejar a una enfermera que esté con él a diario, con tal de aceptar llevarlo cuando se recupere a la mansión Fortunato.

— Por favor... déjeme en paz — contesta Amelia con un hilo de voz y sigue caminando, apresurado el paso.

— Lo que le ofrezco es bastante justo, usted no puede sola, ¿acaso prefiere cargar en su conciencia con la muerte de su esposo?

— ¡Cállese!... es un impertinente — responde Amelia de manera rabiosa.

— ¿Cómo enfrentará a su familia si queda viuda? ¿Qué les dirá a los Fortunato cuando sepan que por su culpa y no aceptar ayuda, don Víctor falleció?

— CÁLLESE, CÁLLESE... DÉJEME TRANQUILA — Amelia estaba gritándole a ese hombre mientras lloraba, ya tenía muchas preocupaciones y pensaba que le estaban diciendo la verdad ¿Qué haría si quedaba viuda? ¿Qué pasaría si nunca más viera a Víctor? El pensar en todo eso la hizo correr y dejar al cazarrecompensas atrás.

Amelia corre y llega al burdel. Entra rápida e inmediatamente las lobas la reciben al verla agitada y llorando.

— Jazmín... ¿Qué pasa? — pregunta una loba bajita

— Calma muchacha... respira y dinos que tienes — se acerca preocupada una loba de edad avanzada.

Ella seguía llorando desesperadamente, pero trata de calmar su llanto, cuando es abrazada por Perla al verla llegar.

— Necesito ayuda... no sé a quién más recurrir — termina diciendo Amelia

Ella comienza a narrar lo que estaba ocurriendo con Víctor y como estaba afligida con esta situación.

— Hiciste bien en venir con nosotras — dice Ofelia

— Debiste venir antes — comenta una de las lobas.

— No quería molestar — responde Amelia frotándose los ojos.

— No es molestia... has dicho que somos tu familia aquí — dice Perla sosteniéndose por los hombros.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora