Capítulo 11

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El día comenzó muy ajetreado en la mansión de los Fortunato, todos corrían preparando el lugar para recibir a los Reinares en la zona del Jardín y algunos otros invitados más íntimos de ambas familias.

Víctor estaba despierto mirando por la ventana de su cuarto, observando como se arreglaban las mesas en los patios, con decorados muy bellos, cuando siente que abren la puerta y ve entrar a Amelia con su desayuno en una bandeja que lo deja en la mesa. Inmediatamente, se dirige a ella y la toma por los brazos.

— Amelia por favor, yo no soy el culpable de esto

— Su padre solicita que todas las mañanas lea las noticias — responde Amelia de manera seca, entregándole un periódico.

Víctor toma el periódico y lo arroja en la cama.

— No sabes cuánto me haces sufrir viendo en tu mirada el desprecio que tienes por mí.

— Ya debo retirarme — ella se suelta para dirigirse a la puerta, pero Víctor nuevamente la detiene.

— Amelia, no me odies, siempre has estado conmigo, en los buenos y malos momentos, siempre has sido comprensiva, por favor comprenderme ahora.

— Antes no tenía nada que perder, ahora hablamos de cosas muy distintas, me hablas de comprensión, pero ¿tú me comprendes a mí?

— Si quieres castigarme, hazlo, pero de algo que yo haga, no de esto

— Ya te escuché, ahora con su permiso, tengo mucho trabajo que hacer — Amelia abre la puerta y se marcha.

Al estar solo en la habitación, Víctor se sentía abandonado en esta batalla, no sabía cómo tener una solución, solo le pedía a Dios que le ayude a tomar una decisión, que le ilumine el camino de que debía hacer.

Por la tarde el Ama de llaves daba instrucciones a los sirvientes de la casa que servirían en la fiesta, sobre los últimos detalles. Cuando los Reinares llegaron, todos estaban expectantes, ya que querían saber quién sería la prometida del señorito, cuando ella aparece, todos ven a una joven pelirroja de ojos grises, con varias pecas en las mejillas lo que le daba una apariencia adorable. Víctor la recibe y le entrega el brazo en forma de cortesía, esta joven era una de las que le enviaban cartas de amor a Víctor, puesto que veía en él, al hombre de sus sueños.

Don Agustín ya le había advertido al Señor Reinares sobre la rebeldía de su hijo, por lo cual, pensaban que lo mejor era que los muchachos contraigan nupcias lo antes posible, así que, durante la celebración, se anunció que el matrimonio se llevaría a cabo el próximo mes.

Víctor estaba atónito ante la proximidad del matrimonio, ese tiempo no le daba para pensar en cómo salir de esta situación, estaba aterrado y miraba que la joven que sostenía su brazo se lo apretaba con más fuerza y brillaba de alegría.

Amelia se encontraba de pie junto a otras sirvientas a una distancia prudente de los invitados, cuando escucha que el matrimonio será en un mes, comienza a llorar sin poder contenerse y aunque trataba de detenerse, no dejaban de brotar lágrimas de sus ojos, le faltaba el aire y comienza a gimotear, le dolía el pecho por el esfuerzo en llenar sus pulmones, sintiendo que el corazón se le partía, mira nuevamente a Víctor y ve en él la misma cara de tristeza y angustia, como si quisiera unirse a su llanto.

Víctor estaba destrozado, sentía que perdía fuerza en las piernas, palideciendo y ya no escuchaba lo que le decían los invitados que le felicitaba por su compromiso. Nuevamente, levanta la vista para mirar a Amelia y esta estaba siendo retirada por Celenia del lugar.

— El muchacho solo está emocionado — reía Agustín al hablar con los Reinares, puesto que el ambiente era incómodo al ver la cara del novio que estaba a punto de llorar.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora