Era temprano por la mañana, y todos estaban desayunando en la pérgola del jardín, ya que los días eran cálidos, pero con un frescor agradable ese año, así que los niños podían jugar al aire libre luego de haber tenido un invierno muy duro.
— Hay! Qué dolor de cabeza — reclama Perla frotándose la cabeza.
— Eso te pasa por beber tanto anoche — le regaña Dorotea.
— Pero Yoyi... todos bebimos anoche con el juego de cartas — interviene Amelia
— Sí... pero está condenada mujer toma demasiado
— Ah viejita, no me regañes — sonríe Perla, acercándose a Dorotea y colocando sus manos en sus hombros — dame de esos levanta muertos que preparas, de eso que haces con ajos...
— Menudo aliento tendrás — ríe Víctor.
Carmen, el ama de llaves de la mansión de Víctor y Amelia, trae la correspondencia de su joven señor, hasta la mesa en donde se encontraban reunidos con su familia.
— Señor, la correspondencia — el ama de llaves se acerca con una bandeja en la que había tres sobres, más un abre cartas, la cual lo toma Víctor.
— ¿Algo importante? — pregunta Agustín mientras bebía un sorbo de su té.
— Carta de unos inversionistas y una de un idiota — Víctor deja una carta de lado y abre las otras dos.
Agustín toma la carta que su hijo deja de lado y ve que era de Arabia
— Es de tu amigo Jamal
— Ya lo sé, pero no leeré su carta
— ¿Y por qué no?
— Está molesto con él, porque no ha venido a vernos ni una sola vez — responde Amelia mientras rompía un huevo tibio y lo comía con una tostada.
— Hace tres meses fue la última vez que le escribí, le dije que ya no le respondería si no venía a vernos. Siempre tiene una excusa para no hacerlo, y ya van más de dos años como para tener un amigo por correspondencia... me siento abandonado.
— No es tan fácil viajar desde tan lejos — contesta Agustín al notar la decepción de su hijo.
— Para él sí. Envío a un encargado para traer sus barcos a las costas, pero él no vino a pesar de que prometió hacerlo.
— Actúas como un niño... deberías leer su carta — dice Amelia frotándole la mano que tenía su esposo apoyada sobre la mesa.
Víctor le entrega la carta a Amelia.
— Léela tú... la última carta que envió me dio lástima y casi le respondí.
Amelia toma la carta para abrirla, pero un grito la distrae. Los niños estaban peleando por subir a un caballito de madera, y Sergio le estaba dando coscorrones a Sebastián para sacarlo de ahí.
— ¡Pero qué está pasando ahí! — grita Amelia al ver la escena.
— No te preocupes, me toca a mí — dice Celenia y se dirige a los niños para reprenderlos — Pero ¿qué les pasa a ustedes? Sí, tienen dos caballos. Los niños buenos tienen que aprender a compartir.
— No sé por qué le compramos siempre los mismos juguetes, si siempre buscan el que está ocupando el otro — da un suspiro Agustín, mientras miraba cómo Sebastián, ahora le daba manotazos a Sergio y Celenia los separaba para que dejen de golpearse, lo que desató el llanto de ambos niños.
— Ay, espero que no sean así con sus prometidas — ríe Víctor.
Celenia toma del brazo de Sebastián y lo jala para apartarlo de Sergio.
ESTÁS LEYENDO
Un Amor Tan Intenso
Historical FictionLos Fortunato, una rica y poderosa familia del siglo XIX, comprometen a su único hijo a contraer un matrimonio por conveniencia y heredar el gran imperio de los reyes del Carbón. Pero él, no tenia los mismos planes, amaba a otra mujer y abandona tod...