Por la mañana, habían llegado los padres de Víctor al enterarse de que su nieto venía en camino.
Como era tradición, afuera de la habitación del parto se realizaba una fiesta esperando el nacimiento del nuevo integrante de la familia, en donde se servían aperitivos y bebidas. En ocasiones, si la nueva madre lo permitía, se realizaba en la misma habitación del parto, como en el caso de Celenia, quien estuvo acompañada por los más cercanos, pero en el caso de Amelia, no quería que nadie la viera en ese estado, se encontraba nerviosa y estaba asustada, así que solo permitió que entrará su madre y Víctor.
Ya eran las una de la tarde y el parto estaba iniciando, entre risas y bromas que hacían quienes estaban fuera de la habitación al escuchar las cosas que gritaba Amelia.
— AY NO, AY NO, VIENE OTRA...
Los dolores de las contracciones que tenía Amelia, eran tan fuertes e intensas que le adormecen las piernas, como una explosión de dolor en la zona sacra. Ella nunca imaginó que el dolor del parto fuera así de horrible, jamás había experimentado nada como eso y quería que todo terminara rápido. Se sentía tan tonta al pensar que las contracciones no dolían tanto.
— Tranquila pequeña, solo un poco de sufrimiento para tener un precioso regalo del cielo — le consolaba su madre.
— Además, todas las mujeres pasan por lo mismo, mira a todos los que estamos aquí, todos nacimos de una mujer con dolor — le daba ánimo Víctor.
— Pero duele mucho... tengo miedo, tengo mucho miedo...
— Tranquila señora Fortunato, todo se ve muy bien... respiré profundo — dice Patrick, mientras hacia la palpación para verificar la dilatación — Creo que ya estamos...
— AY, NO, AY NO... TENGO MIEDO, TENGO MUCHO MIEDO... — Amelia comienza a llorar. Su madre le tenía afirmada la mano izquierda, mientras que Víctor estaba sentado tras ella para que acomodara su espalda y cabeza en su pecho, sosteniendo su mano derecha, la cual apretaba con fuerza.
— Por favor, no se agite, respire... vamos a iniciar cuando usted quiera — El Doctor Patrick le decía, mientras le separaba las piernas y le levantaba el camisón hasta la cintura, mientras la partera tenía preparada mantas limpias para recibir al recién nacido.
— NO QUIERO, NO QUIERO... ME VOY A MORIR...
— Ya Amelia, no seas cobarde... solo un empujón y saldrá rápido — reía Víctor para tratar de calmar los nervios de su esposa.
— CALLATE VÍCTOR...
— Ay Amelia, no seas grosera, ¿qué pensará el doctor? – le regañaba su madre.
— No se preocupe, que grite lo que quiera si eso le ayuda — ríe Patrick
— Ay... amor, me estás triturando la mano... duele — se quejaba Víctor. Amelia le presionaba con tal fuerza, que le estaba entumeciendo los dedos
— TU ME HICISTE ESTO, VAS A SUFRIR CONMIGO...
— Vamos señora Fortunato, puje... no tenga miedo que todo saldrá bien
Amelia comenzó a pujar, pero al hacerlo no se veía rastro del bebé. El médico en un comienzo pensaba que era porque Amelia no quería hacer fuerza y sus pujos no eran efectivos, así que, al cabo de un par de minutos, le indica que se detengan y comienzan a evaluar que estaba pasando.
La partera nota que la cabeza del bebé no estaba encajada correctamente, así que debían acomodarlo.
— ¿QUE ES ESO? ¿QUE VAN A HACER? — pregunta Amelia asustada.
— acomodaremos al bebé para ayudarlo a salir, es un procedimiento rápido
— ¿Dolerá?
— No mucho, pero molestará..., trate de ser valiente — comenta Patrick.

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Un Amor Tan Intenso
Historical FictionLos Fortunato, una rica y poderosa familia del siglo XIX, comprometen a su único hijo a contraer un matrimonio por conveniencia y heredar el gran imperio de los reyes del Carbón. Pero él, no tenia los mismos planes, amaba a otra mujer y abandona tod...