Capítulo 25

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Amelia estaba preocupada, se negaba a ella misma que algo no estaba bien mientras caminaba rápidamente al burdel. Sus dolores comenzaban a ser más intensos, y solo se decía a sí misma, que era porque el bebé estaba creciendo y así debía de sentirse.

Ya solo le faltaba una calle para llegar, cuando siente que un líquido viscoso corría por sus piernas, así que prácticamente llega corriendo y abre la puerta de su habitación, se levanta las faldas para descubrir que sus ropas estaban empapadas con sangre. Comienza a llorar, gritando desesperada a las lobas.

— ¡AYUDA!... POR FAVOR...

Varias lobas que estaba por las cocinas ingresan rápidamente en la habitación y al verla, varias comienzan a quitarle el vestido y a recostarla en la cama.

— Iré por la partera — dice una de las mujeres y sale de la habitación rápidamente.

— Tranquila, respira profundo... me quedaré contigo — decía Perla, mientras se recortaba a su lado para que su amiga apoye su cabeza y espalda en ella, así podía calmar su pena, mientras el resto de lobas le colocaban paños para contener el sangrado que ya se estaba cortando.

Cuando llegó la partera, ya todo había terminado. Amelia había sufrido un aborto espontáneo, los que eran muy habituales durante los primeros 3 meses de gestación y le explicaba que su bebé, probablemente, solo tenía un poco más de un mes, por eso el sangrado no era tan abundante y sus molestias no eran de cuidado.

Amelia estaba desconsolada, lloraba en los brazos de Perla. Ya no sentía dolor, solo una profunda pena que le comía el alma.

— Lo lamento tanto muchacha, pero estas son cosas que ocurren con mucha frecuencia — comentaba Ofelia sentándose al borde de la cama.

— Así es, algunas ni cuenta nos damos y se van esos niños como si fueran nuestros periodos — intervenía una loba de una edad madura.

— Además, que Dios y la naturaleza saben lo que hacen. Cuando esos niños vienen con problemas, el mismo cuerpo los expulsa — agregaba una loba de largo cabello rizado.

— Sí... y es el primero, podrás tener hijos nuevamente — dice Perla, mientras le frotaba la espalda a su amiga que seguía llorando casi sin respirar.

— ¿Quieres que vayamos por tu esposo? — pregunta Ofelia.

— No... que regrese sin saber... que al menos él siga teniendo la ilusión hasta que llegue aquí.

Perla y otra loba se quedaron esa tarde con Amelia, le dieron una sopa y un poco de vino caliente para que calmara su tristeza, mientras le hablaban de cualquier cosa, para que se olvide de lo ocurrido.

— Oh... veo que tienen una reunión — dice Víctor de muy buen humor, cuando llega a la habitación y ve a las mujeres que estaban charlando, sin ver el rostro de Amelia que estaba de espaldas.

— Bien... nosotras ya nos marchamos — se despide Perla, levantándose en compañía de su compañera y salen por la puerta de la cocina.

Víctor se acerca para abrazar a Amelia por la espalda, hasta que logra ver su rostro. Su cara estaba congestionada y sus ojos muy hinchados, con una expresión muy triste, inmediatamente el miedo se apodera de Víctor.

— ¿Qué pasa?

— Perdí al bebé — logra decir Amelia y vuelve a llorar, se acerca a su esposo para sentir consuelo en sus brazos.

Víctor la abraza, pero no quería creer lo que estaba escuchando, así que solo se limita a acariciar a Amelia.

— Dicen que, por lo general, ocurre estas cosas — habla Amelia entre sollozos.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora