Capítulo 40

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Los días seguían llenos de rumores, tanto de las sirvientas a quienes ya Amelia tenía identificadas, puesto que le encantaba hablar mal de ella, pero con la intención de que escuchará. Ya casi todos los sirvientes de la casa lo hacían, ahora entendía a la señora Mercedes cuando hablaba que su vida era de apariencias, porque ahora, ella es el centro de atención. Su humilde origen y ahora ser una Fortunato, era una gran carga, en la cual sus antiguos compañeros de trabajo creían tener el derecho de mostrar su descontento, porque cambió rápidamente de clase social, como si fuera un pecado que debe ser castigado.

Un fuerte dolor incomoda a Mercedes y ya no podía seguir charlando con Amelia en el jardín, donde se había preparado el lugar para tomar el té

— Por favor Celenia... llévame a la habitación — Pide Mercedes al respirar de manera agitada.

Celenia baja la cabeza en forma de afirmación.

— Si señora — el ama de llaves toma de su silla para llevarla a la mansión.

— Yo la puedo llevar, señora — Amelia se levanta rápidamente.

— No mi pequeña, no quiero que te molestes

— Pero no es molestia — Amelia se dirige hacia ella. No quería estar a solas con las sirvientas.

— No Amelia, eres muy amable, quédate y come de esos deliciosos postres — dice Mercedes sonriendo.

Celenia le hace una seña a las sirvientas para que le ofrezcan más té y pastelillos a la que ahora era la juventud señora Fortunato, mientras llevaba la silla de ruedas de la señora Mercedes a su habitación.

Amelia vuelve a tomar asiento y ve cómo una de las sirvientas se acerca para servirle el té. Cuando ya Celenia y Mercedes no estaban, la sirvienta intencionadamente derrama el líquido en su vestido, lo que la sobresalta y se levanta rápidamente.

— Disculpe señora, no fue mi intención — dice la sirvienta con una voz burlona.

Amelia no responde, estaba asustada y prefiere irse del lugar, temía que las mujeres puedan agredirla de manera física, ya que el té estaba caliente, pero sus faldas eran abundantes como para que el calor del líquido la llegue a quemar.

Una de las sirvientas que estaba ahí para la atención de la mesa le cierra el paso.

— Mi compañera le ha pedido disculpas ¿No se la responderá?

— Acaso mis disculpas, ¿no son suficientes para usted? — Pregunta la mujer que derramó el té sobre ella.

Amelia sale apresuradamente esquivando a las mujeres para limpiar su vestido, mientras escuchaba las risas burlonas a su espalda.

***

Los Fortunato estaban cenando en el comedor, ya que la señora Mercedes no deseaba comer. Víctor y su padre conversaban animadamente sobre negocios, pero Amelia miraba de reojo a las sirvientas que estaban de pie en una esquina esperando para servir los platillos.

— ¿Te pasa algo? No has dicho nada en toda la noche — pregunta Víctor a su esposa.

— No es nada... solo estoy algo cansada.

Las sirvientas comienzan a servir una sopa de pollo y crema. Amelia, antes de probar la comida, mira nuevamente a las mujeres que tenían una sonrisa desagradable y cómplice entre ellas, luego mira al señor Fortunato en frente de ella que estaba echándose a la boca una cucharada de la sopa que tenía en frente y ve en él una expresión de asco.

Víctor come de la sopa y no la puede digerir, comienza a toser al igual que su padre y se toma inmediatamente un vaso de agua. El caldo estaba tan salado, que era como tomar una cucharada de sal con agua.

Un Amor Tan IntensoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora