[2 0]

397 40 7
                                    

El resto del día estuvo lleno de bastante incertidumbre en la mente de Zim, "¡¿por qué carajo me pasa esto?!",  pensaba, "¡maldita enfermedad de mierda!... Si tan sólo pudiera hablar, mis padres sabrían que la estúpida de Tak me hace la vida imposible".

Sí, escucharon bien... Zim cree que su condición no es nada más que una simple "enfermedad", ¿qué clase de idiota le diría algo así? Se preguntarán, pues bien; sólo digamos que sus padres no son del todo buenos ocultando cosas.

Después de recibir el diagnóstico, los adultos intentaron mantenerlo en secreto para evitar que (según su perspectiva) el castaño no "sufriera" al saber lo que tenía. Irónicamente las cosas no salieron como esperaban, pues el chico eventualmente se dio cuenta de la forma tan extraña en la que actuaban estando con él; al final, puesto que prácticamente el ojiazul ya se había dado cuenta, decidieron decirle la "verdad" (aunque en realidad fue una verdad a medias).

Simplemente le dijeron que se trataba de una "enfermedad" incurable, algo que tendría por el resto de su vida y que lo hacía comportarse de un modo distinto a los demás... El asunto es que nunca le dijeron implícitamente lo que era. ¿Si le afectó?, claro; Zim pasó los siguientes días cuestionándose si sus días estarían contados a partir de ese momento.

Y aún lo hace, sólo que ya no tan frecuentemente como antes. En fin, se encontraba recostado en su cama mientras reflexionaba sobre lo que podría pasar durante la mentada reunión; pues estaría prácticamente "dividido" (por así decirlo) entre su mejor amigo y su ciertamente aterradora prima.

•••

El de gabardina se encontraba parado frente a un espejo, soltó un ligero suspiro para mantenerse tranquilo y deshacerse de unos ligeros nervios. Posteriormente volvió a trabajar.

—¿Crees que a Zim le guste mi regalo?– Preguntó a su hermana, quien se encontraba fuera de la habitación con la mirada fija en su videojuego.

—¿Por qué no le gustaría?– Contestó Gaz —Pasaste toda la tarde de ayer buscando esa cosa– En cierto modo era relativamente cierto. Pues después de recibir la adorable invitación del ojiazul, Dib buscó entre miles de tiendas un regalo que, sabía, le gustaría al de vestimenta rosa.

—¿A qué hora es esa fiesta– Preguntó la pelimorada

—No es una fiesta– Corrigió el chico —A Zim no le agradan, su hermano menor dijo que sería una reunión– Dijo mientras le daba los toques finales a su regalo.

—Tsk, son la misma mierda ¿a que hora es?– Volvió a preguntar la chica en un tono impaciente, pues ya quería que Dib se marchara.

—... Ahora mismo– Mencionó el de lentes mientras revisaba su reloj, tomó la pequeña caja roja adornada con un moño azul y salió de su casa camino a la del castaño.

Durante el trayecto no podía dejar de recordar la forma tan tierna en la que Zim lo había invitado. Ambos se encontraban en la cafetería de la eskuela, estaban trabajando en un proyecto que la señorita Bitters había dejado; y era claro que lo harían juntos.

Gir se les acercó e inmediatamente le propuso al de peinado de guadaña asistir a la reunión, el ojiazul sonrió con entusiasmo y posteriormente comenzó a improvisar una invitación en una hoja de su libreta. Si bien su caligrafía no era muy buena, al menos era medianamente entendible; la arrancó y se la entregó a Dib.

El pelinegro debía admitir que eso le pareció realmente adorable, mejor dicho; todo en Zim le parecía adorable. Caminó hasta toparse con la puerta de casa del ojiazul, tocó y posteriormente fue atendido por Gir; quien lo recibió con un gran abrazo.

A•U•T•I•S•M  AU! [Invader Zim]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora